XVIII

5.4K 257 14
                                    


¿Cuánto puede afectarnos la presencia de alguien? Pues depende. De la persona. Del tiempo que hayas compartido con ella y de todos los recuerdos que tengáis.

Ver a Gavi de pie en aquella puerta me hizo darme un golpe de realidad.

Estaba vivo. Y no me había escrito.

Después de ese día ninguno volvió a escribirle al otro. Y yo no volví a salir con aquel grupo.

Marcos venía a verme todos los días menos cuando entrenaba.

Hasta que las chicas habían puesto un punto y final y me habían obligado a ir a casa de Ferrán a ver una película y después salir a tomar algo con todos.

No había podido decir que no. Pero Marcos me acompañó.

Marcos y yo entramos en la casa y fuimos al salón con todos los demás.

Gavi estaba sentado en un sillón y nada más levantar la cabeza, me miró.

Mis amigas estaban sentadas con sus parejas en el sofá, así que yo preferí sentarme en una silla. Sola.

Marcos agarró una silla y se sentó a mi lado.

– ¿Estás bien?– preguntó.

– Sí, creo que no ha sido buena idea venir.– murmuré en voz baja.

– Podemos irnos si quieres.– ofreció.

La oferta era bastante tentadora y todo mi cuerpo la buscaba como una luciérnaga busca la luz.

– Quiero quedarme un rato. A mis amigas les hacía ilusión que viniera.– respondí.

Él asintió sin decirme nada más y entonces empezaron a charlar sobre que película ver.

Yo me levanté de la silla y salí del salón para buscar algún sitio en el que tomar el aire.

Al llegar al jardín abrí la puerta y salí, metí mi mano en el bolsillo de mi pantalón y saqué mi paquete de tabaco, agarré uno y lo encendí.

Le di la primera calada y entonces escuché un ruido detrás de mí.

No me dio tiempo a nada, porque vi el cigarro desaparecer de mis manos y cayó al suelo.

– ¿Ahora fumas? ¿Qué cojones pasa contigo Laia?– escupió Gavi enfadado.

– ¿Qué?

– Me voy con la selección y ahora fumas siendo una deportista de élite. ¿Estás bien de la cabeza?

Lo miré fijamente y entonces cogí aire.

– ¿Quién coño es ese?– preguntó.

– Trátalo con respeto.– respondí.

– ¿Con respeto? Y una mierda ¿ahora que sois novios?

– No. Pero me trata bien.– dije.

– ¿Que te trata bien? ¿Dejándote fumar siendo deportista?

– Al menos no he tenido que pedirle que me escriba, ni que luche por tenerme en su vida.– solté.– ¡NO ME HA HECHO UNA PUTA BOMBA DE HUMO Y HA DESAPARECIDO SIN NI SIQUIERA DEJARME UN SOLO MENSAJE!

– ¿¡BOMBA DE HUMO!?– soltó.– ¡NO ME HE IDO A NINGUNA PARTE!

– ¿¡ENTONCES POR QUÉ NO ME ESCRIBISTE!?

– ¿¡POR QUÉ NO SABÍA SI QUERÍAS QUE LO HICIERA JODER!?

– ¡TE HE ESPERADO TODOS ESTOS DÍAS. TODOS!– grité.

Me miró fijamente y yo hice lo mismo.

– ¿Le quieres?– preguntó.

– ¿Qué?

– Te estoy haciendo una pregunta Laia. ¿Lo quieres?

Tragué saliva y lo miré fijamente.

Hacía alrededor de dos meses que no estábamos a esta distancia, mirándonos a los ojos.

– No pienso responderte.– contesté.

– Claro, no quieres responderme porque sabes que nunca vas a sentir algo como lo que sentiste por mí por mucho que lo intentes.

– ¿De qué me sirvió? Tú mismo te encargaste de alejarme de ti.

– Nunca pretendí alejarte de mí Laia. Pero no puedes decirme que quieres centrarte en el deporte y esperar a que te llame después.

– ¿Sabes qué? Tienes razón. Es mejor que no me buscaras.

– No puedes decirme que no te escribí porque tampoco tardaste demasiado en tener a alguien más.

Tras soltar la última palabra mi mano impactó contra su mejilla, lo que le hizo girar la cara y entonces miró el suelo y cogió aire.

Se estaba conteniendo en devolvérmela porque era yo. Estaba segura.

– Nunca intenté remplazar a nadie. Marcos apareció sin que yo lo buscara, mientras me dedicaba a llorarte por las putas esquinas. Así que no me vengas con que no tengo derecho a conocer a nadie.– musité.

Le di una ultima mirada y después salí del jardín en busca del baño.

Un cuerpo se puso en medio y miré a Marcos fijamente.

– Vámonos.– murmuró suavemente.

Salimos de allí con mis amigas intentando averiguar que había pasado.

Acabamos yendo a un descampado y nos sentamos sobre su moto a ver el atardecer.

– Laia...

Lo miré fijamente.

– ¿Es él verdad?

– ¿Qué?

– No necesito preguntarte para saber quien es el que te hace los ojos brillar.– murmuró.

– Marcos yo-

– Laia, si algo he aprendido es que no te late el corazón con todo el mundo. Y que nunca me has mirado como lo has hecho con él.

– ¿Qué?

– Cuando algo no ha tenido final, la historia está a medias. Y lo vuestro no ha acabado.– habló.

Agarró mis manos y las acarició suavemente.

– Deberías haberte quedado en casa y haberte ahorrado esta llorera.– murmuró.

Ahí le daba la razón.

– Venga, súbete bien, voy a llevarte a casa.– murmuró sonriendo.

Me giré y cuando él se montó me agarré a su cuerpo y arrancó.

Mientras pasábamos por todas esas calles oscuras sentí paz.

El aire movía mi pelo y el frío me calaba en los huesos, haciéndome sentir, haciéndome saber que seguía viva.

Y que el mundo no se para cuando te desmoronas. Todo continúa, menos tú, que te quedas en estado de shock.

Nadie muere de amor, porque el verdadero amor no duele.

El amor fácil no es amor real y cuando no es real, se acaba pronto.

Cuando llegamos a La Masía me quité el casco y me bajé de la moto para luego mirarle.

Él se deshizo del casco y me miró sonriendo.

– Anda entra, hace frío.

– Dime que puedo seguir contando contigo siempre.– murmuré.

– Siempre voy a estar para ti Laia.– respondió acariciando mi cabeza.

– Gracias.– dije.

Él me guiñó el ojo y entonces eché a andar hasta la puerta.

Me giré para verle irse y supe que no iba a volver. Que a veces las personas son más efímeras de lo que creemos.

Con un nudo en la garganta abrí la puerta y entonces entré.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Kapasaaaaao...

𝐇𝐎𝐖 𝐃𝐄𝐄𝐏 𝐈𝐒 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐋𝐎𝐕𝐄 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora