002: Pretty

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Rompí el récord. Era mi tercer día, no sabía si sentirme feliz, suertuda y horrorizada. Ya habían pasado algunas horas y nada, solo gente normal que tampoco sonreía. Sin lugar a dudas el mundo se había vuelto un lugar inseguro y horroroso.

No sabía si era suerte, quizá solo era muy buena para atrapar monstruos.

La gente pasaba y con suerte, eran humanos.

Me recosté en la silla, olvidandome de la ventana por completo mientras cerraba los ojos con el fin de encontrarme fuera de esta pesadilla.

Estiré las piernas y puse los brazos sobre las reposeras de mi silla, respirando hondo.

—Mmm, Hola.

Levanté la mirada y me encontré con la presencia de un desconocido, cuya figura era ajena a mis recuerdos previos. Mi mente comenzó a trabajar de inmediato, llevándome a examinar los documentos que portaba. Sin ignorar su mirada penetrante, tampoco pude obviar el evidente deterioro que mostraba su aspecto físico.

—Jamás te he visto antes—, susurró, sus palabras sorprendiéndome.

Un leve sonido de asombro escapó de mis labios ante su afirmación tan contundente. No era una expresión de duda; estaba convencido. En ese momento, me sentí momentáneamente desconcertada. ¿Era real o todo producto de mi imaginación? ¿Acaso no había un hombre con profundas ojeras interrogándome?

—Así es— respondí, luchando contra mi propia torpeza. Sentí que hacía el ridículo. — Acabo de llegar hace poco tiempo.

Observé al hombre asentir con una leve sonrisa que resaltaba sobre su palidez, contrastando con los tonos apagados de mi entorno. Su traje impecable, compuesto por una camisa y pantalones blancos perfectamente planchados, junto con un sombrero, destacaba aún más su presencia. En el frente del sombrero, una palabra peculiar bordada llamaba mi atención: "Milkman".

"Milkman", murmuró.

Revisé el registro una vez más. Lechero. Era una profesión peculiar, aunque todas eran respetables. Quizás por eso no lo había visto antes; se dedicaba a asegurarse de que todos recibieran su ración de leche. Había escuchado rumores sobre un hombre que ayudaba a niños con dificultades proporcionándoles alimentos básicos, incluyendo leche. Supuse que él era ese hombre.

—Ah, así que eres la nueva— comentó con interés.

No pude interpretar su comportamiento. Era extraño, un tanto inquietante. Supuse que su tono susurrante contribuía a esa atmósfera, lo cual de por sí resultaba poco común.

—Um, sí— respondí, algo desconcertada.

—¿Cómo se llama, señorita?

Mis ojos se ampliaron en sorpresa y parpadeé varias veces, sintiéndome súbitamente incómoda. El hombre de cabello oscuro mantuvo su expresión imperturbable, como si mi ansiedad no tuviera ningún efecto sobre él. Me vi en una situación delicada, tratando de equilibrar la divulgación de información apropiada sin revelar demasiado en esta conversación, que más parecía un interrogatorio sobre mis datos personales.

Era ampliamente conocido que los porteros debían mantener una distancia profesional con los residentes de un edificio. Además de preservar la integridad y seriedad del puesto, esto servía como medida de seguridad. Existía el riesgo de que impostores pudieran explotar cualquier interacción verbal para obtener información confidencial de los residentes.

Al interactuar con los residentes, era crucial evitar proporcionar información detallada que pudiera comprometer la seguridad del edificio. En el peor escenario, divulgar datos sensibles podría resultar en una suplantación inadvertida y facilitar la infiltración de impostores. Tales incidentes, ocurridos en el pasado, motivaban a la D.D.D. a prevenir cualquier repetición de tales eventos.

—No considero prudente revelar esa información— repliqué, intentando mantener un tono profesional a pesar de la creciente incomodidad.

Noté que la sonrisa del hombre persistía, limitándose a arquear una ceja como si encontrara entretenida mi reacción. Era una manifestación de diversión total, como si disfrutara de mi incomodidad de manera siniestra, dejándome impotente ante su expresión.

Inhalé profundamente, preparándome para retomar la conversación, cuando de repente, unos suaves toques en el cristal nos interrumpieron. Quedé perpleja al notar que el hombre estaba ahora más cerca, con sus dedos rozando casi la superficie del vidrio como si intentara traspasarlo. A pesar de su proximidad inesperada, mantuvo su serenidad y cinismo. Un leve grito de sorpresa escapó de mis labios, mis cejas se elevaron claramente en respuesta a mi profundo desconcierto. Me sentí profundamente perturbada.

—Déjame entrar—, exigió con firmeza.

Una intensa tensión se apoderó de todo mi cuerpo mientras enfrentaba una situación cada vez más desagradable. Me costaba moverme ante sus demandas imperativas, su sonrisa inquietante y su mirada intimidante que parecía paralizarme. La situación se volvía aún más angustiante al darme cuenta de la imponente estatura del hombre, sugiriendo que podría romper fácilmente el cristal si así lo decidiera, sin importar su resistencia.

—Dejame entrar, bonita...

Sus ojos rogaban.

Reaccioné con rapidez instintiva, levantándome sin vacilar y presionando el botón rojo con determinación. La sala de portería se llenó de gritos guturales provenientes de la criatura en la que se estaba transformando el lechero. Regresé a mi asiento mientras tomaba el teléfono, sintiendo los golpes del hombre contra la coraza metálica. Sin titubear, marqué el número 3312.

—Ha contactado con el D.D.D.—,informó la voz al otro lado de la línea. —Se ha despachado un equipo de agentes a su edificio. Por favor, aguarde la ejecución del protocolo de limpieza.

Durante todo el proceso, mi mente permaneció en blanco mientras procesaba y reflexionaba sobre el perturbador comportamiento de esta entidad. ¿Cómo era posible que se asemejara tanto a un humano? A pesar de haber presenciado numerosos eventos extraños en los últimos días, esto superaba cualquier expectativa.

Y reflexionando sobre el inquietante comportamiento de esta entidad. ¿Cómo era posible que se asemejara tanto a un humano? Durante estos últimos días, he sido testigo de numerosos sucesos extraordinarios, pero nunca antes había encontrado un Doppelganger capaz de comunicarse de esa manera, como si fuera un humano común.

Una vez que el hombre encargado de lidiar con esa criatura concluyó su labor, me despedí con la poca tranquilidad que me quedaba. Cuando se retiró, no pude evitar concentrarme en una sola cosa: los documentos que estaban frente a mí, los que me había entregado esa entidad.

Nombre: "Francis Mosses".

Información de solicitud de ingreso: "Soy residente del segundo apartamento del tercer piso. Me gusta comer humanos."


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bloody strawberries (Milk Man y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora