015: La vida privada

928 90 54
                                    

Los humanos son razas extrañas de conocer. Son complicados, son casi iguales a los animales.

Mantengo la vista plena en la puerta del baño, mientras esperaba a ___. Quien se duchaba después de un turno de noche agotador en la portería. O eso dijo cuando entró al departamento. Lo primero que se me viene a la mente cuando la veo es el momento de nuestro apareamiento. La forma en que su boca baja succiona mi pene es realmente facinante. No es como tener relaciones con otras doppelgangers, ellas son estrechas, casi que apretadas. No hacen sonido y mucho menos esas deliciosas muecas de placer que ___ me da cada vez que la penetración llega a su límite. Además, mi dulce humana tiene un sabor delicioso y quién lo diría, es casi un regalo cuando sangra por ahí. Como devorar una enorme fruta llena de jugo. Tan solo pensarlo mi pene se endurece. La necesidad de tener su piel contra la mía es un nuevo "sentimiento" que se ha desarrollado con intensidad en mi interior.

Pongo mi mentón sobre mi mano mientras me quedo varado mirando hacia la puerta del baño; esperando a por mi dueña.

Tal vez sería bueno esperarla sin nada de ropa. Para así tentarla y tenerla ante mis pies, podría lamerla durante horas si se pudiera, si ella no debiera trabajar. Algo extraño sucede en mí al momento de imaginarmela allá abajo en la portería, enfrentando a cualquier tipo de doppelganger. Tal vez debería volver con los míos, proteger a una humana me pone en riesgo también, pero al momento de tener la idea de alejarme de ella, siento una fuerte presión en el pecho. Creo que no lo soportaría.

Tal vez podría llegar a un arreglo con los míos, de alguna forma quizá podría protegerla y ser el único en sumergir el rostro en su segunda boca sin obstáculos.

Me levanté de la cama apresurado, poniéndome los llamados pantalones y abotonandome la camisa blanca, la cual tenía ciertas manchas rojas desde mi último encuentro al asesinar a un doppelganger. Crucé la línea con ese asesinato, si alguno de ellos se diera cuenta de que fui yo, probablemente me maten y me envíen de vuelta a mi planeta.

Me acerco a la puerta en dónde está el dicho "calendario", como mi humana lo llama. Abril 4 de 1955, he estado fuera de mi territorio desde hace 63 díaz. Miré un momento más el calendario, pensando en la extraña forma de los humanos al contar los díaz y las horas, en mi planeta, un día tiene 35 horas y 22 minutos. Aquí el tiempo es diferente, abstracto, a veces no se si es de dia o de noche, ya que ___ insiste en mantener las ventanas y cortinas cerradas durante el día, por lo que siempre estoy en la oscuridad, lo cual es un regalo, no soportaría el calor del sol un dia siquiera.

—¿A dónde vas?—una voz cálida se dirige hacia mi a mis espaldas, me doy la vuelta encontrándome con mi humana. La parte superior a sus pechos estaba cubierta por una toalla del mismo color de sus labios palidos por el frío de la habitación—, sabes que no debes salir, mucho menos a estas horas.

—Estoy cubierto—dije, haciendo referencia a hacia mi atuendo oscuro—, no le veo nada de malo salir a estas horas.

—Francis—me llama, con un tono autoritario— . No puedes salir a estas horas, ¿Y si te ve alguien? ¿Sabes los riesgos que corremos? Hoy en día a todos se les pide una identificación para ir a cualquier lugar.

—Me moveré como uno de esos Lonnie.

—¿Lonnie? ¿Te refieres a un gato?

—Si, un gato.

Solía alimentarme de ellos antes, me hace gracia ahora fingir ser uno.

Estoy a punto de salir por la puerta cuando siento una mano sobre mi brazo, me doy la vuelta encontrandome a mi humana. Está parada frente a mi, si pudiera quitarle la toalla lo haría, me lanzaría sobre ella y lamerla su tercer boca como si fuera un gato. Mi pecho vibra de emoción, maldita sea. Ahora la idea de salir me agobia, preferiria quedarme aquí a lamerla hasta que se canse de gritar.

—¿Para qué me quieres aquí?

Sus labios se tensan, hace una mueca de fastidio, casi sin querer admitir lo siguiente que salió de sus labios:

—No quiero que entres en problemas.

¿No quiere que entre en problemas?

—¿Cómo entraría en problemas? ¿Debo meterme en alguna caja?—le pregunté, incrédulo a la idea.

Ella se lleva una mano al rostro, suspirando—, a veces olvido que no eres de este planeta... No quiero que te atrapen los agentes de la D.D.D.

—¿Los tipos de amarillo?

—Si, los tipos de amarillo. Vamos, quedate aquí conmigo—continuó tirando de mi brazo, tratando de alejarme de la puerta.

Me acerco hacia ella, siguiéndola lentamente mientras su aroma a las susodichas fresas me inundaba el rostro. La tomo por la nuca con delicadeza y, ágilmente, la beso. Mi lengua irrumpe en su boca, formando el beso tranquilo en uno mojado que hace que el pene se me endurezca. La suelto con cuidado y camino hacia la puerta, colocándome una gorra del mismo color de mi ropa.

Me doy la vuelta hacia ella, viéndola sujetarse la toalla y con el rostro enrojecido.

—No me esperes despierta, mi Humana.

Salgo del departamento rumbo a las profundidades de la ciudad, donde la mayoría de los doppelgänger residen, o residían, ya que ahora vivo con ____ mi humana. En lo profundo de la ciudad, me dirijo hacia una de las naves estrelladas en las que llegamos. A pesar de la intensa actividad en esta área, ni la D.D.D. ni el gobierno han osado examinar esta parte de la ciudad, que, cabe destacar, es un caos.

Al llegar al edificio, noto su fachada antigua y desgastada, probablemente debido al impacto de la nave. Los escombros son tan abundantes que apenas se distingue dónde está estrellada. Me acerco a la entrada y toco la puerta con una sinfonía familiar solo para los de nuestra especie. La puerta se abre con un chirrido casi alarmante.

Al ingresar, el interior revela un ambiente lleno de actividad. Mis congéneres están inmersos en diversas actividades, muchas de ellas claramente ilegales. La atmósfera es tensa y cargada de una energía oscura, reflejo de nuestra lucha constante por la supervivencia en este planeta.

—No puedo creerlo... ¿Juegas a ser un vendedor?—oigo la voz de alguien en medio del bullicio.

—Hola, Xylar.

Un doppelgänger convertido en un apuesto boxeador se me acerca y me abraza. Devuelvo la sonrisa mientras él me da palmadas en la espalda.

—Ha pasado a tiempo... ¿No es así?

 ¿No es así?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


bloody strawberries (Milk Man y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora