017; La propuesta

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La noche avanzaba y Francis aún no había regresado a casa. La preocupación era inevitable; sabía que si lo atrapaban los agentes o la milicia, todos estaríamos en grave peligro.

Me había quedado dormida hace un rato, pero por alguna razón, aún estaba consciente en cierta medida. Me encontraba en ese estado intermedio entre el sueño y la vigilia, percibiendo una sensación agradable en mi zona baja.

¿Qué era esto? Se sentía tan bien. Cómo si algo me estuviera lamiendo, transformando la oscuridad de mis ojos en una oscuridad placentera de la que, honestamente, no deseaba despertar. Suelto un gemido suave porque... ¿Esto? Esto está mucho mejor que la realidad afuera de mis sueños, o al menos de este sueño húmedo.

Hay algo resbaladizo y ágil recorre mi sexo de arriba a abajo. Una lengua. Se desliza por mis pliegues con una elegancia espeluznante, el placer se vuelve tan incontrolable que llevo una de mis manos sobre mi cabeza, arqueando la espalda. El placer se vuelve doloroso y aquel dolor viene con una necesidad de tener algo dentro de mí. Mi mente piensa en Francis, en su ausencia, ¿Cómo era posible que estuviera deseando tenerlo conmigo sólo por un sueño húmedo? Debo estar volviendome loca.

Escucho unos murmullos bajos-este sueño es demasiado bueno como para despertar-, mis ojos se abren con lágrimas del placer y veo una cabeza que se levanta entre mis piernas y se acaricia contra uno de mis muslos, murmurando algo otra vez. Mi mano libre va hacia su cabeza para dirigirla hacia donde la quiero de vuelta. Y entonces me topo con una gorra, una gorra blanca.

En el instante en que me percato de que no es un sueño, me incorporo bruscamente. Veo la silueta de Francis acurrucándose entre mis piernas, con una sonrisa mientras las separa y vuelve a su posición original.

-Ay, Dios...

Él dice algo en un idioma totalmente desconocido y me acaricia el estómago. Luego, sus enormes ojos extraños y encendidos agachan la cabeza. Se pone a lamerme otra vez. Con leguatazos largos y lentos, tocando hasta lo más húmedo de mi sexo. Una sonrisa se apodera de mi rostro. Me hace cosquillas y me refuerzo. No puedo evitar reírme. Debería detenerlo, tal vez gritar o simplemente golpearlo.

Pero el no quiere hacerme daño.

La risa que recorre mi cuerpo es un alivio, Pero también me hace sentir loca. Quizá sea la adrenalina de despertar y ver a un doppelganger comiendomelo, realmente no lo sé. Pero ojalá no se detenga.

La sensación de su ágil lengua es maravillosa. Mis instintos me dicen que busque mi ropa interior y que salga corriendo, pero no me muevo. Casi ni respiro.

Una enorme mano me da palmadas en uno de los muslos, como ordenandome que abra más las piernas, lo hago. Voy a protestar, lo Juro. En un minuto más. Protestaré. Lo alejaré y le gritaré. Lo Juro.

Su lengua acaricia mi frágil clítoris. No lo puedo evitar y termino chillando. A los pocos segundos, su boca comienza a succionar mi clítoris suavemente. Mis caderas se van en su dirección y suelto un gemido, el vuelve a hablar, Pero estoy tan distraída que el idioma que usa no lo alcanzo ni a oír ni entender. Me voy a correr. Maldita sea. Maldito él y su lengua que me hace sentir tremendamente bien. Esa lengua larga y ansiosa me recorre hasta que mis caderas se estremecen y me corro en su boca.

Una y otra vez, intento cerrar las piernas Pero me lo impide. Mi interior se contrae y el orgasmo tensa mi cuerpo.

Abro los ojos para encontrarme su rostro no humano y puedo distinguir perfectamente la expresión de orgullo masculino. Le encanta saber lo que me ha hecho y le encanta saber que lo he adorado.

-Me asustaste.-dije, sonrojada.

-No parecías asustada-murmura, gateando por sobre mi cuerpo hasta quedar sobre mí -. Esos gritos son adorables.

-¿Adorables?-le doy un golpe-, ¿En dónde te habías metido? ¿Alguien te ha visto?

-Nadie me vió salir o entrar al edificio, pero de seguro han oído tus gritos-me vuelvo a sonrojar-, estuve fuera por necesidad.

-¿Cuál necesidad?

-¿Quieres que te lo diga?

-¿Quieres decírmelo?

Por un momento su rostro permanece en un estado de incredulidad hasta que comienza a pensar. Yo también lo hago. ¿Será peligroso saber a dónde fue? ¿Está planeando algo? Me quedo pensativa viendolo mientras el suspira y se recuesta a mi lado en la cama, yo me cubro el cuerpo desnudo con las sábanas.

-¿Me lo dirás?-insistí.

-No.

No sé si sentir decepción o alivio. Me giro, dándole la espalda. En el fondo de mi ser, una preocupación inminente se agita, como si realmente necesitara saber en qué estaba involucrado. Mi lado racional me sugiere que tal vez es una buena señal que no me lo diga; quizá está tratando de protegerme.

¿Un alienígena? ¿Protegiéndome?, ¿En qué demonios estoy pensando?

-No quiero que te lastimen -dice de repente. Me vuelvo hacia él-. Los de mi especie. No permitiré que te hagan daño.

-¿Por qué los de tu especie querrían lastimarme, Francis?

Él permanece inmóvil, con la mirada fija en el techo. Se quedan un momento en silencio tenso, el aire cargado de preguntas no formuladas. Finalmente, Francis suspira profundamente y baja la mirada hacia mí, con una expresión de pesar en sus ojos alienígenas.

-No todos en mi especie comparten los mismos valores que yo -responde con calma, su voz resonando en la habitación-. Algunos son más... agresivos. Prefieren eliminar cualquier amenaza potencial antes de que se convierta en un problema.

-¿Estás diciendo que soy una amenaza? -pregunto, buscando claridad en sus palabras.

Él me mira fijamente esta vez, y puedo percibir algo más que vacío en sus ojos. Es...

-Nuestro propósito en este planeta era eliminar a tu especie, a los humanos. Pero ya no puedo hacerlo -se incorpora en la cama, acercándose a mí-. Eres mi humana -coloca mi mano sobre su pecho-. Mi pareja.

¿Es preocupación?

Mis mejillas ardían mientras retiraba rápidamente mi mano del pecho de Francis, negando con la cabeza con incredulidad. Su pregunta resonaba en mi mente, dejándome en estado de shock.

-¿Por qué... por qué me consideras tu pareja?-, logré balbucear, mirándolo con los ojos muy abiertos y el corazón latiéndome tan rápido que apenas podía escuchar mi propia voz.

Francis me miró con ternura y comenzó a explicar:

-En mi planeta, las parejas no se eligen como aquí. Todos tienen la libertad de estar con quien quieran, el tiempo que quieran. Pero en la Tierra aprendí algo nuevo sobre las parejas. Ustedes perduran siglos unidos, no es necesario tener crías con cientos de hembras, ustedes pueden estar solo con una y así llegan al máximo placer.

Sus palabras me llenaron de una mezcla de curiosidad y ansiedad. ¿Qué significaba todo esto para nosotros?

Se acercó lentamente, tomando mis manos con suavidad. -Y contigo es diferente. Eres la única persona con la que deseo aparearme, ___.

¿Y eso debería hacerme sentir más especial?

-Eres mi pareja. Mi humana. La razón por la que mi pene vibra.

Qué romántico.

-Acepta ser mi pareja, ¿Si?

-Acepta ser mi pareja, ¿Si?

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bloody strawberries (Milk Man y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora