010: Las deliciosas fresas

1.7K 135 65
                                    

Mientras llevo la taza de café a mis labios y tomo un sorbo de mi bebida caliente, aprecio el sabor amargo de la cafeína deslizándose por mi garganta. Observo cuidadosamente el entorno de la cafetería, aprovechando el día nublado para salir y relajarme. Recientemente, habia estado ocupada, especialmente al intentar apaciguar los impulsos de Francis, quien parece ansioso por expresar ciertos sentimientos físicos hacia mi.

La noche anterior a este día había Sido larga, atormentante. No pude pegar un ojo al tener a Francis sobre mi como un perro. Por supuesto que no estuvimos juntos; más bien le expliqué de la forma más, humana, de lo que era el que tanto deseaba qurhiciéramos, el sexo.
Trato de dispersar la mente pero la imagen recurrente del cuerpo de Francis me distrae de, honestamente, casi todo. El bullicio de la cafetería nisiquiera logra convertirse en una excusa para olvidar todo lo que debo vivir en casa, pero, de pronto, una voz a mi costado me interrumpe:

—Mmmm, hola... Vecina.

El hombre tras el doppelganger estaba parado frente a mí, con una sonrisa tan encantadora y para nada agotada, como si la noche anterior hubiera sido muy buena para él, cuando para mí fue una tortura.

—Hola, Francis. No esperaba verte aquí...

—Vengo los sábados para despejarme—miró hacia el frente, apuntando la silla con su mano sosteniendo su taza de café—,¿Puedo?

—Claro, después de todo... Estoy sola.

No del todo sola.

Disfruto de la compañía de Francis, su presencia es reconfortante, incluso en silencio. La manera en que nuestros ojos se encuentran es indescriptible; su humanidad mezclada con algo más profundo es algo que nunca antes había notado. Quizás se deba a la gran cantidad de tiempo que paso con su réplica exacta en mi apartamento.

—Cada día te veo mejor... quiero decir, considerando todo lo que has pasado—, comenta, mientras toma un sorbo de su café.

—Sí, es un alivio no ser la única responsable del edificio. Creo que eso me ha quitado un peso de encima—, respondo.

—¿Segura que estás bien?—, pregunta Francis, con una preocupación genuina en su voz.

—¿Por qué lo preguntas?— respondo, tratando de aparentar calma mientras siento que mi pulso se acelera.

—Anoche escuché unos ruidos extraños que provenían de tu departamento—, explica Francis. —Eran como unos gruñidos extraños.

El nerviosismo me invade mientras intento encontrar una explicación que no revele la verdadera razón detrás de esos sonidos inusuales.

—Ehm, sí, todo está bien—, respondo, mi voz apenas un susurro nervioso.

Sus ojos me escrutan, y puedo ver la preocupación reflejada en ellos. —¿Estás segura? No sonaba como algo normal—, insiste. ¿Cómo le dices a tu vecino que su doppelganger intentaba tener relaciones contigo la noche anterior en tu departamento junto al suyo?

Finalmente, reúno el coraje suficiente para responder, aunque mis palabras tiemblan ligeramente: —En realidad, he adoptado un gato.

Una sensación de alivio me invade al decir esa mentira piadosa. No puedo permitir que Francis descubra la verdad sobre los verdaderos orígenes de esos gruñidos que resonaron en la noche. Por dentro, mi mente repite una y otra vez el incidente de la noche anterior, cuando el doppelganger del lechero intentaba alcanzarme en la oscuridad de mi apartamento tratando de quitarme la ropa.

La sonrisa cálida de Francis alivia un poco la tensión que siento en mi pecho. —Qué bueno que hayas adoptado una mascota—, comenta con amabilidad. —Al menos ahora no te sentirás tan sola.

bloody strawberries (Milk Man y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora