008; Tu ventana

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—Disculpe, ¿podría mostrarme sus documentos, por favor?

Mía Stone, la profesora que buscaba acceso al edificio, esperaba pacientemente mientras yo la interrogaba sobre algunos datos contradictorios en su tarjeta de identificación. Sin embargo, la atención se veía perturbada por los movimientos cada vez más insistentes de Francis, cuyas caricias y mordidas desataban sensaciones intensas en mí.

Eché un vistazo rápido debajo del escritorio, solo para encontrarme con el hombre mordiendo uno de mis muslos, lo que me hizo ruborizarme.

Traté de mantener la compostura mientras revisaba la lista de inquilinos, analizando detenidamente la información de Mía Stone.

—Puede continuar —dije con voz firme una vez que confirmé que no se trataba de ningún doppelganger. La mujer avanzó hacia su apartamento no sin antes haberme dedicado una mirada de confusión.

Me recosté ligeramente en la silla, exhalando un suspiro mientras sentía la lengua de Francis explorando mi intimidad, incrementando mi incomodidad pero manteniendo la compostura mientras me concentraba en contener mis reacciones.

A pesar de mis esfuerzos por mantener la compostura, el placer amenazaba con dominarme, alimentando un deseo creciente de ir más allá del simple contacto oral con Francis. Con un gesto de desesperación, intenté activar el botón de emergencia para cerrar la ventanilla de mi oficina y así recuperar el control.

Sin embargo, en un momento de debilidad, mis impulsos tomaron el control, traicionando mis intentos por resistir la tentación. Mis palabras temblorosas reflejaban la lucha interna que me consumía, mientras mis acciones contradecían mis deseos de mantener la compostura.

—P-por favor, Francis...—balbuceé, reconociendo mi rendición ante la atracción magnética que nos unía. Sus ojos ardientes se encontraron con los míos por un instante, antes de que sus labios se curvaran en una sonrisa desafiante. Con un gesto de sumisión, me entregué a la vorágine de emociones y sensaciones que nos envolvía, sintiendo cómo me tomaba por las caderas con firmeza.

—¿No deseabas que ese individuo permaneciera con vida? —susurró una vez me sentó con suavidad sobre su regazo, en el borde del escritorio.

Sus dedos se movieron con delicadeza por el borde de mi falda, hasta llegar a mi intimidad, donde comenzó a explorar con determinación. Su rostro pálido y sombrío se alzó hasta encontrarse con el mío, sosteniendo mi mejilla con su mano libre mientras contemplaba mis mejillas sonrojadas por el contacto de su mano con mi intimidad. Sus dedos gélidos sobre mi piel me recordaron la razón por la que estábamos allí juntos, en una situación tan íntima e inesperada. Podría haber anhelado mi sangre, alguna parte de mi cuerpo, o simplemente mi compañía durante sus actos atroces. Sin embargo, no era eso lo que buscaba. Su deseo iba más allá de lo que podía comprender, incluso como humana.

No fue sino hasta que escuchamos el chirrido de la puerta del edificio al abrirse. La acción fue tan rápida y fluida que apenas percibí cómo volví a encontrarme sentada en mi silla, atendiendo a un inquilino.

Sin embargo, la presencia de este inquilino fue inesperada. Se trataba de Francis Mosses. El verdadero Francis Mosses. De pie frente a mí con esos ojos fatigados por el trabajo, esa mirada serena y apacible. Aunque intenté mirar bajo mi escritorio, el doppelgänger me indicó con un gesto que guardara silencio. Mis mejillas, sin embargo, ardían.

—Mmm... Hola.

—Hola...—balbuceé, desconcertada por la presencia del hombre frente a mí.—Necesito su tarjeta de identidad y solicitud de ingreso, por favor— murmuré, tratando de mantener la compostura ante la situación inusual.

Seguí el procedimiento mientras Francis me observaba con atención.

—¿Se siente bien? Su rostro está muy enrojecido— preguntó con preocupación.

—Aah, sí, estoy bien. No se preocupe—, respondí, tratando de disimular mi incomodidad.

Sin embargo, justo cuando pensaba que la tensión había disminuido, volví a sentir las caricias del doppelgänger bajo el escritorio, recordándome la extraña presencia que aún estaba presente.

Traté de mantener la compostura mientras el contacto inesperado bajo el escritorio me sobresaltaba una vez más. Manteniendo la calma, continué con el procedimiento, tratando de no mostrar ninguna señal de perturbación.

Francis parecía notar mi incomodidad, pero decidió no presionar más el tema.

—Está bien—, dijo con una sonrisa tranquilizadora, aunque sus ojos aún reflejaban cierta preocupación.

Mientras terminaba de recopilar la información necesaria, sentí que las caricias del doppelgänger se intensificaban, enviando escalofríos por mi espina dorsal. Traté de ignorar las sensaciones que surgían, pero la presencia del ser sobrenatural se hacía cada vez más inquietante.

Cuando finalmente entregué la tarjeta de identidad y la solicitud de ingreso a Francis, traté de desviar mi atención hacia él, alejándome mentalmente de la presencia invisible pero tangible que persistía bajo el escritorio.

Con un suspiro de alivio, finalmente me di cuenta de que Francis no era ningún doppelgänger, sino el verdadero inquilino. Le permití pasar después de entregarle su tarjeta de identidad y solicitud de ingreso, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas por la confusión anterior.

Sin embargo, cuando volví a mirar hacia abajo de mi escritorio, me encontré con el doppelgänger, cuya presencia aún estaba allí, observándome con sus ojos sin vida. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras me daba cuenta de que mi encuentro con él no había terminado.

 Un escalofrío recorrió mi espalda mientras me daba cuenta de que mi encuentro con él no había terminado

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Su deseo se convirtió en una tortura para mí, una llama que ansiaba extinguir con urgencia. Como un animal salvaje, atacó directamente mi cuello con sus labios inhumanos, sumiéndome en una sensación de horror y desesperación.

Nuestra situación se volvió aún más complicada cuando llegó mi reemplazo para cubrir mi turno nocturno. Ahora, con más guardias a cargo, ya no era solo yo quien debía enfrentarse a los inquilinos que ingresaban al edificio. Sin embargo, la presencia del doppelgänger continuaba acosándome, recordándome que mi encuentro con él no había sido un mero capricho del destino.

Sentí sus manos frías aferrarse a mi cintura mientras avanzábamos lentamente hacia mi apartamento. Cada paso parecía estar marcado por su presencia, sus dedos ejerciendo un control inquietante sobre mi cuerpo. A pesar de la calma aparente en el exterior, una sensación de inquietud crecía en lo más profundo de mí mientras nos dirigíamos hacia mi hogar...

bloody strawberries (Milk Man y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora