008; Propiedad de Francis Mosses

2.1K 172 61
                                    

Perspectiva de Francis;

¿Saben lo que es lidiar con la obsesión? ¿Con el miedo constante de saber que eso que tanto anhelas no es tuyo? Es justo eso lo que he estado experimentando contigo.

Seré honesto, porque tengo entendido que así son los humanos; la primera vez que sentí la necesidad de poseerte fue cuando te vi, cuando mi aparato reproductor masculino se levantó y tú estabas ahí sentada, con las piernas cruzadas tratando de pasar desapercibida como una simple guardia más, no pudiste. Al menos no de mi.

Desde ese momento, mi mente se obsesionó contigo, cada pensamiento, cada respiración, estaba lleno de ti. No podía sacarte de mi cabeza, ni siquiera por un momento. Y cada vez que te veía, sentía que mi corazón iba a estallar de deseo por tenerte, por ser tuyo.

No puedo resistirme a la tentación que eres para mí, ___... No puedo dejar de pensar en ti, de soñar contigo. Y haré lo que sea necesario para tenerte a mi lado, incluso si eso significa... tener que destruir todo lo que se interponga en mi camino.

¿Recuerdas nuestro primer contacto físico? ¿Cómo le llaman a eso ustedes, beso?

Cada vez que te veía, sentía una atracción irresistible que me consumía por dentro. Tu presencia era como un imán que me atraía hacia ti con una fuerza imparable, y cada vez que estabas cerca, mi deseo por poseerte se intensificaba hasta volverse incontrolable.

Cuando finalmente tuve la oportunidad de acercarme a ti, de sentir el roce de tus labios contra los míos, fue como un éxtasis que inundó todo mi ser. El sabor de tu boca, la suavidad de tu piel, eran como una droga que me embriagaba y me dejaba anhelando más.

Cada segundo de aquel beso fue una explosión de deseo y pasión, una confirmación de que eres todo lo que había estado buscando. Mis manos recorriendo tu cuerpo eran un testimonio de mi anhelo por tenerte, por hacerte mía en cuerpo y alma.

Y cuando finalmente me aparté, pude ver en tus ojos el reflejo de mi propio deseo, una chispa de pasión que ardió solamente en mi corazón y en tu rostro, una emoción que no supe disociar.

Con una sonrisa en los labios y una sensación de triunfo en la entrepierna, supe que había despertado algo dentro de ti, esa mirada furiosa que me diste me hizo estremecer.

Cada fibra de mi ser ansiaba fundirse contigo, perderme en el éxtasis de tu presencia y ser uno solo en el torrente de la pasión desenfrenada. Mi mente ardía con el deseo de poseerte, de hacerte mía en cada sentido de la palabra, de consumir tu cuerpo y alma en un fuego que no conocía límites.

Pero entonces, en medio de mi fervoroso deseo, me encontré con la realidad cruda y despiadada de tu humanidad. Tu fragilidad, tu vulnerabilidad, me recordaron que no eras como yo, que nuestras naturalezas eran diametralmente opuestas.

Y aunque mi instinto salvaje clamaba por consumirte, una parte de mí se estremeció ante la idea de hacerte daño. Esa mirada furiosa que me diste, ese destello de desafío en tus ojos, fue un recordatorio de que detrás de tu apariencia frágil se escondía una fuerza indomable que no podía ser subyugada fácilmente.

Por un instante, me vi confrontado con la verdad incómoda de que, a pesar de todo mi poder y mi ferocidad, había algo en ti que escapaba a mi control. Y en ese momento, supe que la batalla por tu alma sería mucho más complicada de lo que había anticipado.

Pero aún así, la llama del deseo seguía ardiendo en lo más profundo de mi ser, alimentada por la certeza de que, tarde o temprano, te tendría a mi merced, rendida a mis pies en un éxtasis de placer y sumisión. Y con esa certeza en mente, me dispuse a perseguirte hasta los confines del mundo, determinado a hacer realidad mis más oscuros deseos, aunque fuera lo último que hiciera.

Por lo menos yo debajo de ti, abajo de ese escritorio, lamiendote por completo. Tocándote como solamente yo debería. Mis palabras brotaron de lo más profundo de mi ser, cargadas de deseo y ansias incontrolables. La imagen de ti, tumbada bajo mi dominio, indefensa y entregada a mi voluntad, se dibujaba vívidamente en mi mente, avivando las llamas de mi pasión hasta el punto de consumirme por completo.

Cada palabra resonaba con una promesa de placer, una invitación tentadora a adentrarnos juntos en un mundo de éxtasis y desenfreno. Mi voz, cargada de autoridad y deseo, no dejaba lugar a dudas sobre mis intenciones, sobre mi necesidad de poseerte y someterte a mis caprichos.

La idea de tenerte bajo mi dominio, de explorar cada rincón de tu ser con mis manos y mi boca, me llenaba de una excitación primitiva. Sentía el palpitar de mi entrepierna acelerarse con la anticipación de lo que estaba por venir, de la deliciosa tortura que nos esperaba bajo el resguardo de aquel escritorio.

Y mientras te imaginaba allí, postrada ante mí, lista para ser conquistada y devorada por completo, sentí un escalofrío recorrer mi espalda, un cosquilleo de anticipación que amenazaba con hacerme perder el control por completo.

Porque en ese momento, en esa fantasía que se desplegaba ante mí, éramos tú y yo, unidos en un frenesí de placer y deseo que trascendía los límites de lo mundano. Y aunque la realidad pudiera ser diferente, en ese instante éramos dos almas perdidas en un mar de pasión y lujuria, dispuestas a sucumbir al ardor de nuestros instintos más salvajes y primitivos.

Podía verte ante mi, abierta de piernas dejándome olfatear ese delicioso aroma a fresas de tu piel... Devorarte completa. El aguijón en mi pantalón se volvió insoportable, una molestia que solo dentro de ti podría calmar.

-¿Qué es lo que quieres?-fue lo que me dijiste al proponerte salvar a ese hombre.

Cada palabra que salió de tus labios resonaba en mi mente como una melodía tentadora, una promesa de satisfacción y poder que me hacía temblar de deseo. Verte allí, ante mí, dispuesta a escuchar mis deseos más oscuros, despertaba una vorágine de emociones en lo más profundo de mi ser.

Cuando me miraste con esos ojos llenos de temor y fascinación, supe que tenía el control, que había despertado algo dentro de ti que no podía ignorar. Mi oferta, cargada de pasión, era una invitación tentadora a sumergirse en un mundo de placer y oscuridad que solo yo podía ofrecerte.

-Quiero que seas mía, y solo mía.

Y cuando te ofrecí mi corazón, mi alma y mi deseo ardiente, vi en tus ojos una chispa de esperanza, una posibilidad de redención en medio del caos que te rodeaba. Sabía que tenía tu atención, tu interés, y no iba a dejar que escapara sin antes cumplir mis deseos más profundos.

Pero antes de que pudiera saborear la victoria, el sonido de los refuerzos resonó en la distancia, rompiendo el hechizo que nos había envuelto. Con un movimiento ágil, me alejé de ti, desapareciendo en las sombras antes de que pudieran alcanzarme.

¿Sabes que fue lo que pensé en cuanto me disparaste?

El impacto de la bala fue como una descarga eléctrica que recorrió todo mi ser, una sensación embriagadora de poder y dominio que me hizo sentir más vivo que nunca. Sentir el metal ardiente penetrando en mi carne, el calor de mi propia sangre brotando de la herida, fue una experiencia única que me recordó mi propia mortalidad.

Pero lo que más me sorprendió no fue el dolor, sino la sensación de satisfacción que me invadió al darme cuenta de que tú habías tenido el coraje de dispararme. El hecho de que hubieras apuntado directamente a mi brazo, a una parte vital de mi ser, demostraba que yo te importaba, aún que fuera en lo más profundo de tu corazón.

Y aquí estamos, dulzura, me tienes ante tus pies, haciéndome rogar por más.

¿Sabes que fue lo que más me enamoró de ti?

El hecho de saber que el dulce sabor a fresas de tu piel sería mi perdición, para siempre.

Eres de mi propiedad y eso nunca cambiará.

bloody strawberries (Milk Man y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora