025: Emboscada

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Comencé a caminar por el bosque, cada paso impregnado de una extraña familiaridad que se hacía más intensa a medida que avanzaba. La penumbra entre los árboles parecía ceder al final del camino, donde una luz débil se filtraba a través de los espesos arbustos. A medida que me acercaba, la figura de Sylak emergió de las sombras, moviéndose hacia la claridad.

—Baja el arma.

Esa es la primera orden que escucho al entrar en el círculo de luz. Levanto las manos, aún sujetando el rifle, y lanzo el arma lo más lejos que puedo, mis ojos fijos en Sylak.

—Es bueno verte.

Sin previo aviso, Sylak acelera el paso, corriendo hacia mí. Mientras lo hace, levanta un brazo, señalando a sus hombres que bajen sus armas. En un instante, lo tengo frente a mí, y sus brazos se cierran en torno a mi espalda en un abrazo firme, casi desesperado.

El abrazo es inesperado, pero no me resisto. A pesar de todo lo que ha sucedido, hay una historia compartida, una conexión que trasciende la traición y la violencia. Su abrazo es un recordatorio de lo que fuimos, de los días en los que peleábamos juntos por un mismo ideal. Por un momento, el tiempo parece detenerse, y la tensión en el aire se disipa.

—Pensé que nunca volveríamos a estar en el mismo lado—murmura Sylak.

—No te confundas—respondo—, no estamos del mismo lado.

Sylak se aparta ligeramente, sus manos aún firmemente sobre mis hombros. Su mirada es intensa, sus ojos dorados buscan algo en los míos, algo que sé que no encontrará.

—Sé que he cometido errores—dice—. Pero aún creo en lo que peleábamos. Aún creo que podemos salvar a nuestra especie, aunque nuestros caminos hayan sido distintos.

—Esto nunca debió convertirse en una guerra entre nosotros—respondo, con un tono que mezcla tristeza y convicción—. Pero tus acciones… Sylak, cruzaste una línea que no podemos ignorar.

—Lo sé... Pero tú también lo hiciste, ¿recuerdas? Me robaste una humana.

—Ella no te pertenece.

—Claro que no, ya no—dice, olfateando el aire con una sonrisa irónica—. Desde aquí puedo oler el deseo de Aemir por algo que no le corresponde.

—Sylak, detén esto.

—¿Por qué debería? Tú ya tienes una humana. Míranos—da un paso atrás, extendiendo los brazos—, somos muchos los machos sin una hembra. Tú quieres detener esto porque ya tienes dónde engendrar crías, ya estás a salvo. ¿Quieres dejarnos morir?

—Ella me eligió—respondo, con la imagen de ___ en mi mente.

—¿De verdad?—sus cejas, enmarcando un rostro de duda, se arquean—. ¿Ahora también rompes las reglas? En nuestro planeta, no se elige, ¿verdad?

—Las cosas han cambiado. ___ lo cambió.

Sylak me observa con dureza, como si lo que acabo de decir fuera una herejía. Su cuerpo se tensa, y la furia comienza a asomar en sus ojos dorados.

—¿Cambió?—repite, con una burla apenas contenida en su voz—. ¿Desde cuándo una humana dicta nuestras reglas? ¡No somos humanos, Harrek! Somos Xloans, una especie con nuestras propias leyes y costumbres. No voy a dejar que tú, ni nadie, deshaga lo que hemos sido por generaciones.

—No somos los mismos que éramos en Xloan—trato de razonar, manteniendo la calma—. Este planeta, los humanos, nos han cambiado. Hemos aprendido que no podemos seguir actuando como si aún estuviéramos en nuestra tierra. Debemos adaptarnos, respetar las elecciones de otros, incluso si eso significa cambiar nuestras propias costumbres.

bloody strawberries (Milk Man y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora