024: Escape

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Sylak dejó de ser un problema, o al menos eso nos aseguró Harrek cuando se "encargó" de él.

Todo este asunto me supera. Es asombroso cómo la vida puede cambiar radicalmente en cuestión de uno o dos días. Ya no estoy sola en mi departamento; mis tardes transcurren bajo la vigilancia constante de los hombres de Francis, o Harrek... ya ni siquiera estoy segura de cómo llamarlo.

Desde que el gobierno instauró oficialmente el toque de queda, no he vuelto a ver al Francis humano. Algunos afirman que está muerto, otros dicen que ha sido capturado como tantos otros inquilinos desaparecidos del edificio, pero yo creo que todo eso es mentira.

Me estaba preparando para dormir cuando un ruido proveniente de la ventana de mi habitación llamó mi atención. Me acerqué con cautela y vi a Harrek, sin camisa, solo con pantalones, y con una herida de bala en el pecho. La visión me dejó atónita. Me cubrí la boca con la mano y me acerqué más. Su respiración era entrecortada, su cuerpo temblaba, empapado por la lluvia, y emitía un calor abrasador como una taza de té recién hecha.

—¿Qué te pasó? —pregunté, colocando suavemente las yemas de mis dedos sobre su pecho—. Fran... Harrek, ¿qué ocurrió?

—Puedes llamarme Francis —murmuró, rodeando mi cintura con uno de sus brazos—. No importa si no te acostumbras a mi nuevo nombre; aceptaré que me sigas llamando así.

—¿Qué te pasó? —repetí, nerviosa.

—Un pequeño inconveniente.

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Francis

—El consejo ha solicitado una ejecución. Si el grupo rebelde de Sylak continúa con sus actividades, los humanos no tardarán en detectarnos.

—Jefe—me giro hacia Xeneek, que se mantiene firme—, debemos actuar pronto. Planean llevarse a las humanas por la fuerza.

Dirijo la mirada a mi consejo, que me observa expectante. Aemir, a mi lado, me entrega unos documentos. Es una carta.

—Los guardias que vigilaban la celda de Sylak eran sus cómplices. Ellos activaron la bomba que lo liberó.

Tomo la carta, con el inconfundible olor de Sylak impregnando el aire. Desde la llegada de mi pareja a nuestro refugio, Sylak decidió ignorar las decisiones del consejo. La paciencia nunca fue su fuerte.

—En la carta, solicita un encuentro en un lugar aislado: el bosque detrás del parque en la zona norte de la ciudad—prosigue Aemir—, quiere verte a ti.

—Iré.

—¿Qué? —Tekahn, otro miembro del consejo, se levanta de su silla, sorprendido—. Harrek, podrían matarte.

—Sylak ha mostrado comportamientos violentos antes. Él y su grupo rebelde se esconden porque saben que no pueden superarnos. Se ocultan porque saben que van a perder.

—Podríamos escoltarte—sugiere Aemir—. Piden que sea a medianoche. Podríamos llevarte hasta ellos y dispersarnos por la zona, rodeando el campo a distancia. Te protegeremos de Sylak y de cualquier otra amenaza.

La idea me parece sensata, y el resto del consejo asiente en acuerdo. Aemir siempre ha sido un excelente estratega y cazador, experto en acechar a su presa. Me levanto y confirmo la decisión con una mirada al consejo.

—Lo haremos esta noche, tal y como lo solicita la carta.

El consejo está de acuerdo.

—Una pregunta—Yana, la mujer más anciana de nuestra especie, levanta la mano—. ¿Qué pasará con la Reina?

—Ella está a salvo—respondo, pensando en mi pareja.

—Me refiero a si está preparada. Es humana, Harrek, y aunque nunca he estado en contra de tus decisiones, creo que deberías traerla aquí. Debería conocer nuestra especie, nuestras crías y costumbres. Me parece lo mínimo si piensas llevártela a Xloan, nuestro planeta.

Trago en seco. Aunque mi pareja será la Reina, ella no tiene idea de lo que eso implica. Para nuestra especie, los reyes son sagrados y legítimos, y ___ apenas ha tenido contacto con los míos.

—Lo discutiremos después.

Yana sonríe, aunque sé que percibe mi incertidumbre. Permanece conmigo en la sala una vez que todos han salido. Extiende sus brazos delicados hacia mi nuca, y la abrazo de inmediato. Su fragancia, como el aroma de arándanos silvestres, es embriagadora. Su piel, de un verde agua brillante, es hipnotizante. Es la única de nuestra especie con ese tono de piel y ojos lilas. Recuerdo esos ojos desde el día en que nací, pues fue ella quien me crio.

—Eres un buen líder—me dice suavemente.

—¿De verdad lo soy? —pregunto, mirándola.

—Lo eres.

Sus pupilas, de un profundo tono dorado, se ensanchan cuando sonríe. Con un gesto suave, besa mi mejilla y, en silencio, abandona la habitación. Mi mirada regresa a la carta de Sylak. La traición de un amigo es como una estaca clavada en el pecho, un dolor punzante y profundo.

El silencio invade el cuarto y lo único en mi mente es ___. La extraño. Pero si quiero que esté segura, debo mantenerme en una zona en la que ella esté fuera del alcance de Sylak o cualquiera de su séquito.

Salgo de la habitación y me encuentro una camioneta en mi espera. Hay varios de mis hombres armados y transformados en humanos; el consejo está ahí también. Me acerco a ellos, dejando que me den un arma.

—Todo está listo, Harrek—dice Aemir, acercándose con un aire de confidencia—. Los hombres están en sus posiciones. Solo esperamos tu señal.

Asiento, agradecido por su lealtad y preparación.

—No podemos permitir que Sylak continúe con esto. Esta noche, pondremos fin a su rebelión—respondo con firmeza.

El auto marcha en la dirección que leímos en la carta. Me quedo pensando, ¿Cómo llegamos a este punto? Y, si no ganamos, ¿Cuál será nuestro escape?




bloody strawberries (Milk Man y tu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora