Amar en tiempos contemporáneos.

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Domingo.

Esa humedad antes no estaba. ¿O sí y nunca la vi? Pero hace quince días me mudé, ¿cómo puede haber ya humedad? ¿Cuánto llovió? A ver, voy a buscar en los diarios. Precipitaciones de 125 milímetros. ¿Y qué carajo significa eso? ¿Cómo se mide? Como sea, tengo humedad y creo que... ¿se me está descascarando el techo? Fantástico. Me encanta llegar a casa, una que ni siquiera es mía, y ver como se empieza a desplomar lentamente. ¿Tendré que llamar a un plomero? ¿O hablo con la dueña? ¿O tengo que comunicarme con la inmobiliaria para que se comunique con la dueña y ésta hable con el consorcio? Espero que no me hagan pagar nada, esto no es mi culpa. Mejor llamo a papá.

—Hola, papi. Soy yo. ¿Cómo andas? —dejo el teléfono en altavoz sobre la mesa del comedor.

—Bien, haciendo unos arreglos. Se rompió la perilla del baño y no tenemos luz.

—Uy, qué garrón. Yo te llamo por algo parecido. Tengo humedad en el techo, ¿me tengo que asustar? —desde esa intersección la inspecciono, buscando algo que ni sé.

—Depende. ¿Cuánta humedad?

—La suficiente como para que se empiece a hinchar la pared y se esté cayendo el techo sobre mi cama —un trozo de pared se desvanece sobre mi almohadón.

—Comunicate con la inmobiliaria o con la dueña y que te lleven un plomero —bufo—. Tienen que fijarse de donde viene el problema. Te aviso de antemano que van a tardar un montón, eh. ¿Te acordás las veces que nos pasó viviendo en Gabriela Mistral?

—Sí, pero ahí tenía doce años y no me hacía cargo de nada.

—Bueno, chiqui, bienvenida a la adultez. Solo vas a dedicarte a tener paciencia y gastar plata.

—Gracias, pá. Siempre es un placer hablar con vos —ironizo sin apartar la vista del techo porque me asusta la posibilidad de que pase a mayores. Y por "a mayores" quiero decir que se me caiga el techo en la cabeza cuando esté durmiendo—. Bueno, ahora me comunico con la dueña. Saludos a mamá y a los chicos.

—Chau —y corta sin siquiera un agradecimiento. Eso me hace reír.

Un relámpago me hace saltar porque se ilumina toda la ventana y la lluvia empieza a caer con más fuerza. ¿Hasta cuándo va a estar así? ¿El clima que dice...? ¡¿Hasta el jueves?! Para el jueves ya estoy armando una carpa en el hall del edificio porque me quedé sin departamento. ¿Y qué hago con toda la ropa que tengo que lavar? ¿Tengo ropa para ir a trabajar mañana? Una remera de Barbie y un jean verde. Buenísimo, el alma de la fiesta de las ridículas. Bueno, pensemos, calma. Vayamos por parte. Primero un mensaje a la dueña. Ojalá responda rápido, o sea, ya. Ahora a googlear cuánto sale un plomero. ¿Matriculado? Sí, por las dudas. ¿Pero no son más caros? Bueno, no es mi asunto. En serio, ¿cuándo va a dejar de llover? ¿Debería correr la cama? Seguramente. A ver, ahí respondió la dueña: "Mañana hablamos". Ah, buenísimo. Trescientas cincuenta lucas de alquiler y veinte de expensas para ese nivel de atención. Abro la ventana para que entre un poco más de aire, pero también entra agua así que la vuelvo a cerrar. Enciendo el aire acondicionado, pero es un dos ambientes así que me pongo un buzo. Qué contradictoria la vida. ¡Ya son las ocho y media de la noche! Hay que preparar la cena. A ver qué hay en la heladera... buenísimo, no hay cena. Bueno, arróz con atún. O mejor pido delivery. Pero está lloviendo, campeona, sé amable con el empleado. Aunque los de la rotisería en que pido siempre son abiertamente de ideología derechista y me lo estuvieron refregando durante dos meses, así que salgan a laburar bajo las leyes del supuesto nuevo decreto. "Hola. ¿Te puedo encargar una milanesa de pollo con ración de ensalada y papas? Gracias. A la dirección de siempre". No debería haberle preguntado porque le doy la opción que me digan que no, aunque si hubiese usado una confirmación también dirían que no. Uh, otro mensaje de la dueña. Ojalá sea una noticia reconfortante. "Mandame fotos de la humedad. ¿Mañana estas para poder pasar?". A veces me gustaría repreguntarles cómo se piensan que alcanzo a ganarme el dinero para pagarle este bendito alquiler. Le respondo que no y también le respondo con un sticker de felicidad al de la rotisería que me confirma el pedido. ¿Para dentro de hora y media? ¿No será mucho para una milanesa? Le envío las fotos a la dueña y en esa hora y media me doy una ducha, le escribo un mensaje a mi hermano preguntándole si conoce algun plomero de confianza. "¿Por qué yo debería conocer a un plomero?" me escribe. "Porque sos amigo de un bombero y también te casaste con un carpintero", contraataco. Después me manda un audio confirmándome que su marido conoce a uno. Todavía falta una hora para que llegue la milanesa. La casa está limpia –pero desarmándose lentamente–, afuera la lluvia aumenta y alcanzo a escuchar a mitad las conversaciones de los que pasan con sus paraguas o corriendo protegidos con camperas. Busco un reality desconocido en Netflix para que haya sonido, mientras vuelvo a introducirme en el mundo de Tinder. Nunca rechacé tanta gente en mi vida. Uy, éste está lindo. Va corazón. Ah, ya me matcheó. Voy a escribirle. Esperemos... bueno, ya me pidió coger. Qué flagelo los hombres y las redes sociales que les dan permiso para hacer con impunidad todo lo que no pueden hacer afuera. Bueno, igual también lo hacen afuera. Qué aburridos los domingos, pero qué lindo aburrirse a veces. ¿En la mochila guardé todo para mañana? Tengo que revisar el bolso porque no puedo olvidarme ninguna cartulina. Ah, tengo que llevar la abrochadora y también las medias. ¿Cuánto falta para que llegue el delivery? ¿De qué mierda trata éste reality? ¿La humedad me está pasando al techo del living? Sensacional.

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⏰ Última actualización: Apr 02 ⏰

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