Siempre seremos nuestro tal vez.

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06

La música de la versión antigua de "Chiquititas" resonaba en las paredes de aquel salón. Quizás también las traspasaba y podían oírlos los que trabajaban o deambulaban por los pasillos externos. Peter estaba sentado en el suelo, con las piernas flexionadas, atándose por cuarta vez los cordones. No porque se hayan desatado, sino porque necesitaba hacer algo para no sentirse ajeno. A veces se sumaba a la conversación de Luciano y Facundo que parecían más entretenidos, aunque se hacían a un lado para ensayar algunos pasos. No quería dispersarse de la coreografía que Marisa había explicado más de diez veces. Al principio resultaba gracioso, pero dejó de serlo después del quinto reproche. Así se dio cuenta que era un trabajo en serio. Que detrás de la música, también había un contexto laboral que consistía de empleados con sus roles respectivos, de sueldos a pasar a cobrar, de vacaciones ansiadas, de contratos a los que no había que olvidar leer la letra chica, de jefes y de convivencias. Entonces había que respetarlo, pero tampoco podía dejar de ser el niño de quince años que realmente era.

—Hola.

Alguien le hizo sombra y recién levantó la cabeza cuando escuchó su voz. Era ella. La que trabajaba en la televisión. A la que había visto de pasada en el programa infantil de la tarde encarnando a la mejor amiga infante de la protagonista. Le sonreía empática, divertida, y se inclinó un poco para darle un beso.

—Soy Mariana —se presentó al reincorporarse. Estaba peinada con una colita y llevaba el flequillo de costado. Usaba un jogging rojo y una remera blanca—. Me dicen Lali, también. Mis más amigos.

—Soy Peter.

—¿Te llamas Peter?

—No —y se rió un poco—. Juan Pedro, pero me dicen Peter —y ella asintió dos veces, quizás pensando en todos los posibles próximos chistes clasistas—. ¿Vos también venís a ensayar?

—Sí, en un rato. Estás nervioso, ¿no? —dedujo con una gran perspicacia a pesar de sus catorce años. Él movió la cabeza de un lado al otro y ella se rió—. No te preocupes, va a salir todo bien. Al principio asustan un poco, pero son pura espuma.

—¡Te puedo escuchar igual, Marianita! —gritó Marisa sin abandonar el ensayo. Ella le respondió tirándole un beso que le rebotó en el espejo.

—Ahora van a venir los demás chicos —continuó. Él no dejaba de mirarla a los ojos y asentir, como si ella fuese la capitana del equipo. Ella tampoco podía dejar de mirar los suyos—. Se formó un grupo re lindo.

—Sí, a algunos conocí. Con otros no pude hablar tanto.

—Vas a tener mucho tiempo —exageró con las expresiones—. Ya conocés tu personaje, ¿no?

—Sí, claro. Tábano —le confirmó y ella tragó bastante saliva. Casi que él pudo verle cómo la cantidad bajaba por la garganta.

—Yo voy a ser Agus —y le extendió la mano. Él tardó alrededor de cinco segundos en devolverle el gesto—. Nos vamos a divertir. Bienvenido.

El agradecimiento fue inaudible. La vio alejarse hasta Candela que la esperaba apoyada en una barra y quien lo volvió a saludar a la distancia porque eran amigos hacía un tiempo. Lali se enganchó de su brazo y se volteó por última vez a mirarlo. Peter le sonrió y ella hizo lo mismo. Después apoyó la cabeza en el brazo de Candela y se fueron riendo con picardía y timidez.

08

Las sobre-mesas en la casa de Lali eran extensas. A pesar de que no tenía horarios fijos y muchas veces llegaba más tarde de lo acordado, la esperaban porque ese ratito compartiendo los cinco juntos era especial e inigualable. A veces eran seis con Candela que vivía a pocas cuadras y se turnaban para quedarse a dormir. Y otras veces también eran seis cuando se quedaba Peter. Incluido en el seno familiar desde los quince años, tenía complicidad con los hermanos de Lali que lo sumaban en los proyectos. A María José le gustaba mimarlo con su comida favorita y con Carlos podían tener largas conversaciones que variaban en sus temas.

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