Parte 4

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Violeta deambuló unos segundos por el salón, asimilando todo lo ocurrido. La actitud desafiante de Chiara Oliver le dejó claro que trabajar con ella sería un verdadero desafío. Se frotó las sienes, sintiendo el peso de la responsabilidad que había aceptado y que iba a cumplir de la mejor manera posible.

Decidió familiarizarse con el entorno ya que solo conocía aquel salón y lo que sus ojos permitían ver de la cocina. Se levantó del sofá y comenzó a recorrer el apartamento, observando cada rincón con atención. La ropa y los papeles dispersos por todas partes indicaban un caos que reflejaba el estado mental de Chiara. Se dirigió al pasillo en busca de su habitación pero no tenía claro cuál podía ser. A lo largo del pasillo se podían distinguir dos puertas a su derecha, una a la izquierda y otra al final del mismo. Supuso que esta última sería la habitación de Chiara, por lo que abrió la de su izquierda descubriendo un impoluto baño en tonos claros, la única estancia de las que había visto que no era un desastre. Era espacioso y muy lujoso, decorado con muy buen gusto. Cerró con cuidado de no hacer ruido y abrió la primera puerta del otro lado del pasillo. Frente a ella apareció lo que parecía ser el estudio de la cantante. Las paredes eran blancas con unos paneles de madera en los laterales, suponía que por acústica. Un sillón enorme negro presidía aquella estancia y al fondo de la misma, varias guitarras y un bajo colgaban de la pared. Pero lo que más llamó la atención de la pelirroja fue el piano que ocupaba el centro de la habitación. ¿Sabía Chiara tocar todos aquellos instrumentos? Sin duda, desconocía por completo a aquella morena de ojos verdes.

Abrió la siguiente puerta y comenzó a instalarse en aquella bonita habitación deshabitada.

Mientras tanto, Chiara se había encerrado en su habitación. Se sentía un poco abrumada por la situación, pues aquella chica no merecía que la engañasen como ella lo había hecho, pero sabía que no podía permitirse dudar. Se acercó a una de las ventanas y contempló la ciudad que se extendía ante ella, iluminada por las luces de la noche. Sin un motivo aparente comenzó a faltarle el aire. Como cada noche la ansiedad le invadía cuando estaba a solas en su apartamento. Caminó de un lado a otro buscando el aire que solicitaban sus pulmones sin éxito. Las lágrimas comenzaban a invadir aquellos ojos verdes llenos de impotencia.

Caminó fuera de la habitación con miedo dirigiéndose a la cocina, no quería encontrarse a Violeta por el camino, no quería que nadie supiera sobre aquello que le pasaba. Sus manos temblorosas buscaban un vaso limpio entre los muebles de la cocina. Cada vez veía más borroso, le costaba mantenerse en pie. Cuando logró alcanzar uno lo llenó de agua fresca y al acercarlo a su boca este cayó causando un ruido estrepitoso que invadió aquella silenciosa casa. Se maldijo a sí misma y fue lo último que pudo hacer pues todo se volvió negro.

Violeta corrió en dirección a aquel estruendo y lo que encontró la dejó descolocada. Chiara estaba tumbada en el suelo, inconsciente y rodeada de cristales. Sin pensarlo alzó la parte superior de su cuerpo intentando reanimarla. 

- ¡Chiara! ¡Chiara, por favor, reacciona! - la zarandeaba suavemente pero el cuerpo de la cantante continuaba inerte. - ¡Chiara, por favor, reacciona. Necesito que despiertes! - Tras unos minutos, la morena abrió levemente los ojos.

- Violeta... - los ojos le pesaban y apenas podía pronunciar palabra.

- Te voy a llevar a tu habitación - susurró suavemente Violeta - ¿está bien?  - asintió débilmente y fue suficiente para la pelirroja. Cargó su cuerpo con cierta dificultad, pues todo a su alrededor estaba cubierto de pequeños cristales y lo que menos quería era hacerle daño a la cantante. Se quejó cuando varios de ellos terminaron en su brazo pero no le importó. En estos momentos lo importante era que Chiara estuviera bien.

La guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora