Parte 5

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El sol del mediodía se filtraba a través de las ventanas del lujoso mercedes que conducía Violeta por las calles de Barcelona. El viaje en coche fue tranquilo, con Chiara perdida en sus pensamientos y la pelirroja concentrada en la carretera. Apenas media hora después llegaron a un pequeño pueblo pesquero. La morena pudo leer un pequeño cartel castigado por el paso de los años donde indicaba "Les Casetes del Garraf". Violeta paró frente a lo que parecía un pequeño restaurante. 

- Espéreme unos segundos. Ya vuelvo. - bajó del coche dejando a Chiara a solas. Todo a su alrededor estaba compuesto por pequeñas casas y locales de antiguos pescadores que habían sido reformados para convertirse en pequeños locales o lugares de almacenamiento para los instrumentos de pesca. Se veía un pueblo pequeño y tranquilo donde sus habitantes, personas de una edad avanzada, se conocían y disfrutaban de pequeñas charlas amistosas sobre cosas banales como el tiempo o el estado del mar. Aquello le trajo a la mente su isla, Menorca. Podía ver ciertas similitudes en el comportamiento y forma de vivir de aquellas personas que paseaban tranquilamente por el pueblo. La nostalgia le invadió y no pudo evitar el recuerdo de sus días en la isla, de como disfrutaba de pequeñas cosas, que en ese momento le parecían tan normales y ahora le parecían tan inalcanzables.

El sonido de la puerta del maletero la sacó de sus pensamientos. Violeta entró acomodándose el cinturón.

- Ya estoy de vuelta, perdone por la tardanza. - Chiara le mostró una débil sonrisa en respuesta.

Pronto aparcaron frente a una playa desierta. Violeta bajó rápidamente rodeando el vehículo y abriendo la puerta de la morena. Justo en ese momento, el sonido suave de las olas rompiendo contra la costa llenó el aire. Chiara inhaló profundamente el aire fresco y salado, sintiendo cómo la tensión empezaba a disiparse lentamente.

- Sé que no es mucho, pero es lo más privado y solitario que he podido encontrar. - miró a la morena con vergüenza. - Siento si no es lo que esperaba, pero llegué ayer de Madrid y aún no conozco mucho. - bajó la mirada y una pequeña sonrisa se dibujó en la cara de la morena por primera vez en lo que llevaba de día.

- Es perfecto, Violeta. - sus ojos mostraban un brillo especial mientras observaba todo lo que tenía a su alrededor con fascinación.

La pelirroja abrió el maletero sacando una mochila y una bolsa de papel con un pequeño logo. Le hizo una indicación a la morena para que la siguiera y caminaron juntas hacia la playa. Violeta sacó de la mochila una toalla de grandes dimensiones y la estiró sobre la arena. Posó la bolsa sobre ella y comenzó a descalzarse.

- Tengo algo de ropa en la mochila por si quiere ponerse cómoda. - Chiara miró su vestimenta y no le importó arruinarla.

- Estoy bien así, no te preocupes. - Se descalzó para acomodarse en la toalla que estaba cerca de la orilla. Violeta repitió sus actos y se sentó junto a la morena dejando cierta separación entre ambas. Estiró el brazo para tomar la bolsa de papel y comenzar a sacar lo que contenía.

- No conozco sus gustos, señorita Oliver, por ello he cogido un poco de todo lo que ofrecían. - comenzó a sacar varios envases con alimentos colocándolos al lado de la morena. Esta la miraba con asombro, no entendía en qué momento la pelirroja había planeado todo aquello. Recién se había enterado que no era de Cataluña y, sin embargo, había conseguido sobre la marcha un lugar ideal en el que poder respirar del agobio diario al que estaba sometida. No habían pasado ni veinticuatro horas desde que se habían conocido y ya la había salvado en dos ocasiones. - He supuesto que necesita una de estas. - dijo ofreciéndole un botellín de cerveza. Chiara la miró incrédula mientras la cogía. ¿Cómo podía saber todo aquello? 

La guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora