Parte 22

412 27 4
                                    


Chiara no respondió de inmediato. Sus ojos se oscurecieron, y Violeta pudo notar que la sorpresa inicial pronto se transformaba en algo más: enojo, incomodidad. La morena apretó los labios, como si estuviera decidiendo entre seguir caminando o detenerse a escuchar.

—No tenías que venir hasta aquí —dijo Chiara finalmente, su tono más frío de lo que Violeta esperaba—. Te pedí espacio, ¿recuerdas?

Violeta dio un paso adelante, su pecho se oprimía, pero no quería retroceder ahora. Había volado hasta allí, había apostado todo por esa oportunidad de hablar.

—Lo sé, y te lo di. Pero... no puedo quedarme quieta, sintiéndome así. Necesito que entiendas lo que pasó, lo que siento.

Chiara la observó en silencio por un momento, y luego sacudió la cabeza lentamente, como si estuviera frustrada o decepcionada.

—Violeta, esto no es sobre lo que sientes tú. Esto no va de tus sentimientos ni de lo que necesitas decirme para sentirte mejor. Es sobre lo que yo necesito, y lo que necesito ahora es que me dejes en paz. ¿Es tan difícil de entender?

Cada palabra de Chiara caía como un golpe, y Violeta sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. No había esperado una reacción tan fría, tan distante. Pero no podía rendirse tan fácilmente.

—Chiara, por favor. Solo quiero una oportunidad para hablar, para explicarme. Yo...

—¡No! —Chiara la interrumpió, su tono subiendo de golpe—. No quiero escucharte. No quiero oír tus explicaciones ni tus disculpas. No me importa lo que pienses que deberías decirme, porque nada va a cambiar lo que ya pasó. Me traicionaste, Violeta, y no estoy lista para perdonarte.

El mundo de Violeta se tambaleó. Sabía que Chiara estaba dolida, pero escuchar esas palabras la dejó sin aire.

Yo... no sabía que te había lastimado tanto —susurró Violeta, casi sin voz, mirando el suelo.

—Eso es precisamente el problema —replicó Chiara, con un tono más bajo, pero aún firme—. Nunca lo viste, nunca entendiste cómo me sentía realmente, y ahora es demasiado tarde. Necesito tiempo, mucho más del que pensabas. Y si de verdad me quieres, entonces me lo vas a dar. Porque si sigues insistiendo, solo vas a empujarme más lejos.

Violeta no supo qué decir. Su boca se abrió para intentar hablar, pero ninguna palabra salió. Se sentía completamente expuesta, vulnerable. Quería luchar por su relación, pero ¿cómo luchar cuando la otra persona no estaba dispuesta a escuchar?

—Chiara... —empezó, pero fue interrumpida una vez más.

—Ya basta, Violeta —dijo Chiara con firmeza, retrocediendo un paso—. No vuelvas a buscarme. Cuando esté lista, si es que alguna vez lo estoy, yo te buscaré. Pero por ahora, se acabó.

Sin más, Chiara dio media vuelta y comenzó a alejarse, dejando a Violeta sola, de pie bajo el atardecer que lentamente se desvanecía en el horizonte. Las lágrimas que había estado conteniendo finalmente comenzaron a caer, una tras otra, mientras veía cómo la figura de Chiara se perdía en la distancia.

Lo único que le quedaba era aceptar lo que había sucedido y esperar... aunque en el fondo de su corazón temía que ese momento nunca llegaría.

Chiara nunca había sentido un peso tan grande en el pecho como aquel día en el consultorio del médico. Llevaba meses notando que algo no estaba bien cada vez que le daban las crisis de ansiedad, pero siempre lo había atribuido al agotamiento. No podía darse el lujo de parar, no con los conciertos, las grabaciones, y todo lo que tenía en marcha. No cuando su carrera apenas estaba despegando. Pero cuando el médico le dijo las palabras que jamás esperó escuchar, todo se desmoronó.

La guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora