Las visitas de Chiara al psicólogo continuaban con la esperanza de encontrar claridad en el caos emocional en el que estaba sumergida. Aún llevaba consigo una mezcla de dolor y rabia hacia Violeta, que no conseguía resolver. Por fuera, aparentaba una calma estoica, pero en el fondo se sentía rota, con el peso de los recuerdos y las heridas abiertas.
En una de esas sesiones, el psicólogo la miró con atención, observando cómo Chiara luchaba por evitar el tema que parecía más doloroso: su relación con Violeta. La escuchó hablar sobre el regreso a la música, sobre el proceso de reconstrucción en Menorca, pero al final la animó a tocar el tema que, él sabía, aún la desgarraba.
—Chiara, me has contado mucho sobre tus logros, tus metas, e incluso tus dificultades físicas —dijo en tono suave—, pero hay algo que aún estás evitando. Y creo que sabes a qué me refiero.
Chiara miró hacia otro lado, su mandíbula apretada. No estaba segura de querer hablar de Violeta. ¿Qué podría decir que no le resultara doloroso? Respiró profundamente, obligándose a confrontar algo que había guardado para sí misma por tanto tiempo.
—Violeta... —murmuró finalmente, con un hilo de voz—. Ella me traicionó. Y lo peor es que lo hizo cuando yo estaba en el peor momento de mi vida. Era la persona en la que más confiaba, y me falló.
El psicólogo asintió con una expresión de comprensión, sin presionarla a decir más, dándole el tiempo necesario para procesar sus pensamientos.
—Sentiste que ella estaba contigo para cuidarte, especialmente cuando recibiste las malas noticias sobre tu salud —respondió él en voz baja, confirmando sus sentimientos.
Chiara asintió lentamente. Al revivir esos momentos, el dolor y la rabia regresaron como una oleada. En el mismo instante en que descubrió la traición, sintió como si todo su mundo colapsara, y alejarse de Violeta había sido su única salida, un intento desesperado de protegerse.
—Lo peor es que, aun después de todo eso, nunca se fue realmente —susurró, luchando contra las lágrimas—. Pensé que la había dejado atrás, pero descubro que ha estado aquí, en Menorca, protegiéndome sin que yo lo supiera.
—Eso debe hacerte sentir como si no tuvieras control sobre la situación —respondió el psicólogo con empatía, captando el sentimiento de impotencia en la voz de Chiara.
—Exactamente —respondió Chiara, apretando los puños—. Me dejó sin elección. La decisión de alejarme fue mía, y ella no lo respetó. No sé si fue por remordimiento o por algún sentido de responsabilidad, pero aún la siento aquí, como si me negara el derecho de tener mi propio espacio, de procesarlo sola.
El psicólogo se inclinó un poco hacia adelante, mirándola con una empatía profunda.
—Es entendible que quieras recuperar el control sobre tu vida. Esa sensación de ser vigilada, incluso con buenas intenciones, puede hacer que todo parezca... enredado y confuso.
Chiara lo miró, consciente de que, aunque sus palabras eran ciertas, no cambiaban la intensidad de sus emociones.
—A veces me pregunto si en el fondo sigo queriendo que esté aquí —admitió en voz baja, con un temblor en su voz que delataba la fragilidad detrás de su fachada—. Pero sé que no puedo permitir que el recuerdo de lo que tuvimos vuelva a hacerme daño. No después de lo que pasó.
El psicólogo asintió, reconociendo la complejidad de sus sentimientos.
—Lo importante es que te permitas sentir lo que necesitas sentir, sin juzgarte. Es normal que te sientas dividida. Te tomará tiempo sanar, y no tienes que tomar ninguna decisión definitiva ahora mismo. Lo esencial es que sigas dándote la oportunidad de reconstruirte a tu ritmo, respetando tus propios límites.
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La guardaespaldas
FanfictionLa cantante Chiara Oliver se ha visto involucrada en varios acontecimientos incómodos en los últimos meses, por lo que su equipo ha decidido contratar a una guardaespaldas para llevar a cabo la difícil tarea de mantener a salvo la reputación de la a...