—¡¡Hush!! ¡Eres perfecto, animal! —Stefan lo gruñía apretando los dientes, despeinando bruscamente la cabeza y la panza del gato.
Cohibido, a prudente distancia, Jonas se le quedó viendo ¿Por qué el veterinario parecía perder los estribos? ¿Y por qué Capuchino ronroneaba tan fuerte, rodando en el mesón? Tanto "prri prri" no podía ser malo, ambos lo estaban disfrutando. Era la primera vez que el joven mago veía a un verdadero catlover sufrir un ataque de amor por un gato.
O, echando a andar su memoria, sí podía recordar a alguien; a su tía Roxana, la bruja de los treinta gatos. Por ella asumía que aquel era comportamiento de gente loca, «no lo hubiera sospechado de este elegante caballero», rodó los ojos.
Era extraño de admitir, pero le causaba envidia ver a su gato jugar con alguien que claramente sabía cómo tratarlo. Él apenas le rascaba la panza, Capuchino lo disfrutaba pero, de la nada, solía gruñir y morder.
"Así no es", era la única explicación de Gian, quien se taimaba relegando a Jonas la tarea de adivinar cómo diablos quería sus caricias.
—Ya casi terminamos —anunció el veterinario, recuperando la compostura.
Cargó al gato deslizando sus manos por su pecho y panza con confianza, y lo vio de reojo por el esfuerzo que significó levantarlo. Titubeó mirando la pesa en el rincón y, tras soltar un agobiado suspiro, lo posó sobre la plataforma de metal.
Capuchino conocía la pesa, maulló enojado al ser posado en esta, mientras Stefan alineaba la balanza, pero no se bajó.
—Tú lo sabes. —el suave regaño en la mirada del mayor parecía dirigido a un niño pequeño. Se acuclilló ante el gato, indiferente a sus gruñidos bajos y el meneo de su cola—. Yo lo sé, y tu nuevo amo debe saberlo.
—¿Pasa algo malo? —Jonas se preocupó. Stefan le sonrió y guiñó discreto.
—Odio ser yo quien te lo diga, Capuchino —el doctor fue solemne al erguirse—, porque así como estás te ves hermoso... Pero como veterinario, mi prioridad es tu salud.
—¡No lo digas! —velozmente el gato se hizo humano, apeló por su orgullo con los puños apretados. Jonas lo miró con desconcierto, hasta que...
—Estás obeso —concluyó Stefan. El dejo de lástima con el que lo soltó saco una risa al mago, una que atajó de golpe con su mano al recibir la mirada asesina de Gian.
—Pe... ¡¿Pero cómo?! —Jonas miró al chico con desconcierto—, es tan delgadito...
—Capuchino está obeso. Gian no —corrigió el profesional con seriedad, sentándose tras su escritorio para anotar los datos en la ficha médica—. Es grande, pero ocho kilos es demasiado para un gato. Por bonito que se vea, no es nada sano... Y ahora que te presentas —habló hacia Gian, parándose ante él e ignorando la silenciosa rabieta en sus ojos—, puedo ver la causa; comes en tu forma felina y descuidas la humana ¿No es así?
—Sí, casi siempre —Jonas contestó—. Usted dígale ¡No me hace caso!
—Vas a tirar sus grasosas croquetas y latas de basura procesada —pidió el profesional buscando bajo uno de sus mesones. Tomó y puso sobre la mesa una bolsa blanca de etiqueta verde, eran cinco kilos de alimento para gatos—. Les obsequio este, es para castrados —sonrió radiante—, y tú, Jonas, vas a seguir las instrucciones con atención; de la dosis aquí indicada sólo le darás la mitad. Gian debe comer el 50% de su dieta en su forma humana. Y que sea comida humana balanceada —suavizó la voz ante el inminente puchero del catzul—. Es por tu bien, minino. Mira lo delgado y pálido que estás —lamentó palpando el hombro del menor—. Mariel estaría muy triste si su amado gatito enferma.
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Corazón Felino
Fantasy🏳️🌈Jonas odia a los gatos, pero Gian es más gato que humano ¿Entonces qué? *** Un par de adolescentes torcían sus sendas en la vida cuando estas se cruzaron. Podían definirse como dos grandes errores de crianza; Jonas, el mago a quien se le había...