2:40 PM
—¿Aló? —Gian contestó el teléfono con voz temerosa. Escuchó atento, asintiendo con la mirada fija en el aparato y sus botones—. Ah. Sí... Sí. No, por mí no se preocupe, yo... yo entiendo. Gracias... No, en este momento no está aquí —Pasó saliva un par de veces, arrimándose a la pared hasta apoyar su frente en la misma—. Le diré que la llame en cuanto vuelva.
Hacía dos semanas que, sin preguntar a Jonas, Gian había vuelto a conectar el teléfono.
Una parte de él quería que Robert llamara. Quería oír su voz y saber cómo estaba. Iluso, su subconsciente aún esperaba que su amo preguntara por él, aunque fuera para regañarlo o pedirle algún favor, lo que fuera, pues seguir existiendo en sus pensamientos era importante para él... Tontamente, sólo corroboraba importarle menos que un muerto, y aún no juntaba valor para visitarlo.
La segunda razón por la que conectó el teléfono fue por una vaga esperanza, una que no lo salvaba a él pues, asumía, él ya no tenía caso.
Su esperanza era que Jonas tuviera mejor suerte.
Su corazón le decía que el mago parlanchín era muy amado, no concebía que alguien como él fuera desechado porque, ¡¿quién no querría a alguien así alegrando su vida?! Su sonrisa y aura radiante le daban incluso más energía que sus caricias. Su familia no podía ser tan necia y estúpida como para desecharlo.
Y acertó. Gian acertó. Quien hizo sonar el teléfono de su casa, el que alcanzaba a parecer descompuesto por lo olvidado y polvoriento que estaba, no fue Robert sino la señora Magdalena; la mamá de Jonas.
Arrepentidos, los Moore pedían disculpas, realmente amaban a su hijo; estaban dispuestos a aceptarlo tal cual era y querían recuperarlo.
El catzul sonrió con la cabeza baja tras despedirse y finalizar la llamada. El suéter de su abuela que llevaba puesto no conseguía entibiar su pecho frío. Estaba feliz por Jonas, por más que lágrimas envidiosas y cobardes rodaran por sus mejillas, realmente le alegraba saber que su familia sí lo amaba. Que con ellos estaría bien, seguro... Que al menos él podía escapar del pequeño infierno al que lo había arrastrado consigo.
O, más bien, era él quien huía, quien quería deshacerse de su amo temporal y cada emoción que le había causado. Quien temía al amor; no poder pagar el recibido, y estallar por el que estaba guardado mudo en su pecho.
A esa hora, en la dimensión Anwandter, Luther disfrutaba su trabajo cual orgulloso guía de museo, guiando al nuevo miembro del club por los pasillos.
"De blanco y negro las almas fueron creadas", estaba escrito sobre la puerta más alta del salón Blanco y Negro, la recepción, entre las impávidas estatuas de Greta y Víctor, los hermanos Anwandter. El maguito ancestral lo recitó solemne al guiar al nuevo de vuelta al otro lado de aquella puerta, al Jardín Pintado.
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Corazón Felino
Fantasy🏳️🌈Jonas odia a los gatos, pero Gian es más gato que humano ¿Entonces qué? *** Un par de adolescentes torcían sus sendas en la vida cuando estas se cruzaron. Podían definirse como dos grandes errores de crianza; Jonas, el mago a quien se le había...