Mago Parlanchín

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Jonas subió al asiento trasero del vehículo de la mamá de James, el que su amigo conducía con Amanda como copiloto. Se sintió solo ahí atrás, chiquito como un niño, manejando nervios que rara vez sintió.

Iba a una entrevista de trabajo.

Él. Él iba a una entrevista de trabajo.

¿Qué esperaban que hiciera? Sonreía como siempre, mas su silencio en el viaje delataba lagunas mentales. Intentaba volver a días atrás, recordando la conversación que tuvo con el líder del club.

"—Actitud. Todo en la vida cambia con tu actitud —le había confiado Luther en su visita—. Debes proyectar confianza, actuar como ganador desde el inicio de la carrera, porque si tú no te crees, nadie te creerá. ¿Sabes por qué actúo con soberbia y estoy tantito chiflado? Es porque todo Ange me tiene un ojo encima, y lo que mi habilidad no alcanza a demostrar, mi actitud lo da a entender, aunque termine siendo medio desagradable... Ellos no tienen porqué saber que no estoy seguro de cómo liderar La Casa Anwandter y pido consejo a Stefan; que aún no aprendo ni un cuarto de los hechizos, tampoco los leo, sólo los etiqueto para buscarlos después y me preparo nervioso cuando me necesitan. Tampoco saben que lloriqueo como niño cuando algo me sale mal; que mi abuelita me lee cuentos para calmarme; que mi papá me ayuda con la tarea, James a estudiar, y también hago trampa en las pruebas. No, no, ellos no tienen porqué saber de mis métodos; mis resultados lo son todo".

«Actitud. Confianza... —Pensó Jonas en el auto, viendo el indefinible negro del río y las islas por la ventana—. Puedo con eso, que de algo me sirva ser medio fanfarrón».

«Ojalá no se note que ni yo me contrataría».

—Relájate, Jony —pidió Amanda compasiva, dándole un vistazo por el espejo—. Sólo es mi papá; un hombre simple, amigable, no será duro contigo.

Ni siri diri cintigui —remedó James con voz boba, resentido y con la vista fija en el camino—. A mí me echó el perro y tu hermano me mordió.

—Es diferente —alegó la chica aguantando una risa—, no asustes a Jonas, él no va para "robarle a su princesa", sólo busca trabajo.

—¿Qué clase de trabajo? —Jonas recién soltaba la pregunta más obvia—, ¿con tu papá? Lo conozco, es el señor Iker Beiroa, ¿no?

—Con tu habilidad para soltar la lengua y conocer a medio mundo —comentó James hilarante—: Turistín, el trabajo casi es tuyo.

Para variar, comenzó a llover. El vehículo dejó la calle pavimentada y se adentró en el bosque poco antes de llegar a Yuyeog. Fue visible la luz de una cabaña al final del camino, apenas distinguible el humo de su chimenea en la oscuridad. La casa se alzaba a un metro del suelo, sostenida por palafitos. De lindo pórtico, este se extendía hasta un muelle la orilla del río, a cien metros de la casa. «Es de esas que si el río sube o viene un terremoto, se irá flotando», pensó el mago catastrófico, pues las historias que Gian le contó aquel día seguían en su cabeza.

El ferry anclado al muelle fue imposible de ignorar. Jonas recordó que el señor Beiroa era capitán y trabajaba dando paseos a los turistas, encendiendo una luz en su mente.

Desde antes que el vehículo se estacionara se oían los cantos y aullidos de un perro en el interior de la casa, ¿o acaso era un lobo? Bajo el cobertizo del pórtico estaban a salvo de la lluvia, en lo que Amanda buscaba su llave el animal armaba un escándalo arañando la puerta, parecía hablar emocionado entre alaridos, haciendo al jefe de hogar reír en el comedor.

Corazón FelinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora