—Confío en ti, René.—susurré en su oído, y luego le di un beso tierno en la mejilla.Minutos después, nuestra hora libre terminó y cada uno regresó a sus clases. Horas más tarde, al finalizar las clases, René y yo nos encontramos en el estacionamiento para nuestra pequeña escapada a la playa. Durante el trayecto, nos divertimos hablando de muchas cosas, y sobre todo, yo canté algunas canciones. Finalmente, llegamos a la playa y nos alegramos al verla casi vacía a esa hora. Decidimos entrar en una tienda de trajes de baño que vimos cerca.
Pocos minutos después, ambos estábamos acostados sobre una toalla extendida en la arena.
René comenzó a besar mi espalda, dejando pequeños besos a lo largo de su recorrido hasta llegar a mi espalda baja . Cada roce de sus labios enviaba un escalofrío por todo mi cuerpo, y el sonido suave del mar de fondo completaba la atmósfera íntima y relajante en la que nos encontrábamos.
René se recostó a mi lado en la arena. Nos quedamos mirándonos el uno al otro en silencio, como si nuestras miradas fueran capaces de comunicar todo lo que sentíamos sin necesidad de palabras.
Minutos más tarde, divisé unas motos acuáticas que destellaban bajo el sol de la tarde, atrayendo mi atención de inmediato. Sin pensarlo dos veces, me levanté emocionada y llevé a René hasta una de ellas. Con un latido acelerado y una sonrisa que iluminaba mi rostro, lo abracé con fuerza mientras nos acomodábamos en la moto.
Con un chispazo de adrenalina palpable en el aire, René encendió el motor y comenzó a conducir la moto acuática con destreza. La velocidad se apoderó de nosotros mientras cortábamos las olas con un rugido vibrante, sintiendo la brisa salada azotar nuestros rostros.
Mientras René se adentraba cada vez más en el mar profundo a bordo de la moto acuática, lo abracé con fuerza alrededor de la cintura, aferrándome a él con determinación. El agua salada salpicaba a nuestro alrededor mientras avanzábamos, sintiendo la emoción de la velocidad y la libertad.
La brisa marina jugaba con nuestros cabellos mientras la tarde se desvanecía lentamente en el horizonte.
Después de disfrutar de nuestra emocionante aventura en moto acuática, René y yo regresamos a la orilla del mar para devolver la moto. Con una sonrisa radiante, René colocó su mano alrededor de mi cuello, y yo entrelacé mi mano con la suya de manera cómplice y cariñosa.
Caminamos juntos por la orilla del mar, sintiendo la suave arena bajo nuestros pies y escuchando el constante murmullo de las olas.
—Mi mamá amaba el mar. Si te hubiera conocido, te amaría.—dijo René con una sonrisa nostálgica.—Ella me diría René, no arruines las cosas con Scotti. Personas tan especiales como ella no se encuentran todos los días; son únicas en un millón'
Sonreí al escuchar las palabras de René.—Me hubiera encantado que la conocieras—le respondí con sinceridad.
René me dio un beso tierno en la mejilla —Ella nunca perdió su entusiasmo por la vida, a pesar del cáncer y todas las dificultades de la quimioterapia—compartio René, con un nudo en la garganta.
Tragué saliva—Lamento que tuvieras que pasar por eso solo.
Suspiro frustrado al recordar cómo Agustín iba ocasionalmente al hospital.—Nunca sabía qué decirme, así que se limitaba a preguntar cómo estaba y cómo iba la escuela. Cada vez que lo hacía, sentía una oleada de molestia y deseaba golpearlo por su hipocresía al fingir que le importaba la salud de mi mamá.—Las lágrimas empezaron a caer por el rostro de René Finalmente—cuando mi mamá murió, él decidió no realizar un funeral y no me permitió despedirme de ella como yo quería. Solo autorizó la cremación de su cuerpo.

ESTÁS LEYENDO
El desastre que fui
RomanceElody ha sido el secreto de Liam durante demasiado tiempo. Él es el hermano de su mejor amiga, el que nunca podrá ser suyo por completo, el pecado en el que siempre recae. Debería alejarse, pero nunca ha sabido decirle que no. Hasta que aparece René...