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El suspiro.—te prometo que cuando regresemos, todo será diferente. Siempre estaré a tu lado para protegerte y cuidarte.

Tragué saliva.—¿Lo prometes de verdad? Ya no puedo soportar más decepciones. No quiero abrir mi corazón de nuevo solo para ser defraudado. Este año ha sido un infierno, perdí a Hayley, a mis padres, y casi pierdo la esperanza. Había noches en las que,  en mi cama, solo anhelaba no despertar. Porque, al final, la voz  de mi cabeza  me murmuraba que nadie notaría mi ausencia, que ya no tiene  fuerzas para seguir aparentando que todo estaba bien. Mis lágrimas inundan mi rostro mientras.

Liam me observa con preocupación, y un nudo se forma en su garganta mientras traga saliva.—¿Por qué nunca me llamaste cuando tienes esos pensamientos?—pregunta con voz entrecortada.

—Porque es patético. Además, no sé cómo explicar el vacío que siento por dentro. Antes pensaba que podría llenarlo complaciendo a todos: a mi mamá, a Hayley, a ti. Pero por más que lo intento, siento que no encajo en esta vida. No sé si soy rara, antisocial, patética, o qué. Por más que me esfuerzo, no tengo la vida que quiero, y tampoco me siento satisfecha con nada de lo que logro: las buenas notas, los concursos que gano. Hace tiempo me dijiste que tú me conoces, que sabes lo que pienso cuando estoy en lugares altos. Y  no es verdad, porque no solo lo pienso cuando estoy parada en lugares altos, sino también cuando veo algún cuchillo o algo que pueda ponerle fin a todo esto.

Las lágrimas caen sobre el rostro de Liam.— No puedo creer lo ciego que he sido, no darme cuenta de lo mal que estabas.

— No es tu culpa. No quería que lo vieras tú ni nadie más, porque sonreír y decir estoy bien es más fácil que explicar la mierda que hay en mi cabeza.

—Conmigo no tienes que fingir nada. Háblame de todo, de tus pensamientos negativos más oscuros, de los absurdos y también de los felices.

—No quiero añadir más peso a tus hombros. Ya tienes suficientes problemas sin tener que lidiar con mis dramas, mis inseguridades o la mierda de mi mente.

Liam frunció el ceño.—Entonces, ¿tu solución es sufrir en silencio? 

—Mi solución es terminar este año, mudarme a Londres y no volver a mirar atrás nunca más.

—Vamos, Elody, eres muy inteligente para saber que no importa cuánto huyas, todas esas emociones no van a desaparecer solo porque dejes Ibiza.

—Vamos, dejemos ese tema atrás. No vinimos a Londres para eso. ¡Quiero disfrutar al máximo, por favor!

Liam se frustra.—No hablas en serio , Elody.—dice molesto.

—Hablo en serio.—afirmo con firmeza.

—¡Dios mío! ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? ¡No puedes simplemente soltar algo así! ¿Cómo esperas que lo olvide solo porque estamos en Londres?—exclamo, visiblemente enojado.

—De acuerdo, tienes razón para estar molesto, pero nunca he llegado a lastimarme. Hay una gran diferencia entre pensar en hacerme daño y realmente hacerlo. Además, ¿crees que yo querría sentir que mi existencia no vale la pena, que a nadie le importo?—digo entre lágrimas, con emoción palpable en mi voz.

—Escúchame, Elody. Tu existencia importa más de lo que puedes imaginar. Tú vales la pena, haría cualquier cosa por ti, te seguiré a donde sea, nunca me iré. Porque eres todo lo que quiero. Te amo.—Las lágrimas caen sobre el rostro de Liam mientras habla.—Dios, si pudiera quitarte todo ese dolor que sientes, lo haría—murmura con voz entrecortada.

En ese preciso instante, el auto se detiene frente al hotel. Tan inmersos estábamos en la conversación que apenas notamos el trayecto. Liam desciende primero y me ayuda a bajar, entregándome mis muletas con gentileza. Juntos entramos al hotel y nos dirigimos directamente al elevador, donde se siente una gran tensión entre nosotros. Una vez en nuestra habitación, ambos nos despojamos de la ropa mojada.

El desastre que fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora