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Liam me mira con enfado y dice con tono acusador.—Si es mi culpa, tú eres mi responsabilidad, y no te protegí.

—Liam..

Liam me corta, diciendo con firmeza.—Ya hablamos mucho, ya me cansé de hablar de tonterías.—se levantó de su lugar y se sentó en otro.

El resto del vuelo se sintió largo e incómodo. Liam lleva puestos sus audífonos y evita mirarme. Después de un rato, por fin aterrizamos. Él me ayudó a bajar del avión y también bajó mi silla de ruedas.

Cuando vi la silla, simplemente puse los ojos en blanco.—Oye, Liam, creo que puedo manejar las muletas sin necesidad de la silla.

Me miró con frustración.—Es mi viaje, mis reglas, .—No vas a andar por todo Londres cojeando.

Hice una mueca.—Hoy estás muy mandón. Pero de acuerdo, solo por esta vez, vamos a hacer las cosas como quieras.

Liam sonrió satisfecho.—hasta que entiendes   que discutir conmigo es una  pérdida de tiempo.

Puse los ojos en blanco.—¿Estás orgulloso de actuar como un macho alfa?—le pregunté con una risa sarcástica.

Él se rió.—mucho, aunque parece que aún no te he domesticado. Pero debo admitir que tu personalidad impulsiva me divierte y me desafía. ¡Sigues siendo todo un enigma!

Me reí.—Eres un tonto—respondí con una sonrisa burlona.

Él me observó fijamente.—Puede que sí pero aún así conseguí que estés aquí a mi lado, porque tú, Elody Scott James, eres solo mía y de nadie más.

Sonríe.—vamos a buscar ropa. No quiero estar recorriendo todo Londres en una silla de ruedas, y menos aún con este uniforme.

Asintió con un gesto  y juntos nos dirigimos directamente hacia el auto, donde nos aguardaba un conductor. Con la ayuda de Liam, me acomodé en el asiento del vehículo, y apenas tomé asiento, el chofer arrancó, recorriendo las calles de Londres.

El sol se deslizaba por el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos mientras las últimas luces del día iluminaban las icónicas calles de Londres. En el interior del auto, dos personas compartían un momento de ternura mientras recorrían la ciudad.

Liam  colocó su mano sobre la mía, entrelazando sus dedos con suavidad. Ambos mirábamos por la ventana, maravillados por la belleza de los paisajes urbanos que se desplegaban ante ellos. A su alrededor, los majestuosos edificios históricos se alzaban con elegancia, contrastando con los modernos rascacielos que se perfilaban en el horizonte.

Mientras el auto avanzaba por las calles empedradas, pasaron frente al emblemático Big Ben, cuyas agujas señalaban con precisión la hora del atardecer. Más adelante, el río Támesis reflejaba los destellos dorados del sol poniente, creando un escenario de ensueño que parecía sacado de una pintura.

Con un suspiro de alivio, el auto se detuvo en la plaza. Liam salió primero para tenderme una mano mientras descendía con mis muletas. Tan pronto como entramos en la primera tienda, Liam se topó con un maniquí que llevaba puesto un sombrero extravagante. Sin dudarlo, se lo colocó sobre la cabeza y comenzó a hacer poses ridículas frente al espejo, provocando risas contagiosas.

Mientras tanto, yo estaba absorta en la búsqueda de un vestido, pero mi concentración se vio interrumpida cuando Liam apareció de repente frente a mí, vistiendo una chaqueta brillante que parecía sacada de un desfile de moda de los años ochenta. Nos miramos y estallamos en carcajadas ante su apariencia extravagante.

Después de nuestra divertida, decidí probarme un vestido que había llamado mi atención. Mientras Liam esperaba afuera del probador con una expresión de anticipación, me deslicé dentro y me puse el vestido.

El desastre que fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora