El desastre que fui

20

Me giré y entré en la casa, procurando no hacer ruido y completamente empapada.

—¿Fue una conversación interesante?—exclamó Elliot, sentado en el sofá mientras observaba fijamente.

Su pregunta me tomó por sorpresa, y mi expresión cambió instantáneamente a una mezcla de asombro y confusión.— ¿Cuánto tiempo llevas despierto observando por la ventana?

—Solo un poco—respondió Elliot de forma sarcástica.—¿Entonces era una conversación que no podía esperar hasta la mañana o que no pareciera una escena de la película Titanic?

Rodé los ojos, ignoré a Elliot y me dirigí hacia la habitación donde me puse ropa seca. Minutos después, Elliot llamó a la puerta con dos tazas en la mano. Se acercó a mí, me entregó una taza y luego se acostó a mi lado.

Elody tomó un sorbo de té y luego miró a Elliot con una expresión cansada—Ya no quiero sentirme como una víctima.—dijo con sinceridad.—Estoy realmente agotada de todo lo que pasó ayer o hoy; fue horrible. Siento como si cada vez que intento avanzar en todo esto, alguien me sostiene y lo impide. En mi cabeza tengo esta imagen persistente de mí misma, como si estuviera cayendo una y otra vez frente a un obstáculo. Con cada caída, siento que pierdo fuerzas para levantarme. A mi alrededor, veo a muchas personas observando, murmurando y riéndose de mí. Es como si estuviera atrapada en un ciclo interminable de fracasos y críticas.

Elliot me observó fijamente.—¿Ese obstáculo son tus padres, Liam o René?—preguntó con cuidado, intentando entender mejor lo que me estaba afectando.

Desvié la mirada, sintiendo un nudo en la garganta.—Creo que los tres—murmuré

—¿Por qué te involucraste tan rápidamente con René?

Suspiré profundamente.—René es muy atractivo y tiene esa mirada intensa y misteriosa que es difícil de resistir— admití.—Además, pude ver el dolor en sus ojos que intentaba ocultar, y su necesidad de ser aceptado por su padre...—Tragué saliva, reuní mis pensamientos.

—Pero también sé que me involucré tan rápidamente con René porque quería demostrarme a mí misma que podía tener una relación sana. Quería sentir que era una prioridad para alguien, quería sentirme amada.—Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro.—Es muy difícil sentirse amada o sentir que vales la pena cuando una voz en tu cabeza te repite una y otra vez que eres un gran fracaso, que no eres suficiente y que eres fea—confesé con intensidad, dejando al descubierto mis luchas internas más profundas.

Elliot me observó fijamente.—Oye, tú no eres nada de eso. Eres increíble, Elody—dijo con convicción, tratando de reconfortarme con sus palabras.

Limpié mis lágrimas, mirando a Elliot con los ojos llenos de dolor y confusión.—Entonces, ¿por qué mi mamá me odia tanto? ¿Por qué Liam me trató como un objeto que podía poseer cuando quisiera? ¿Por qué sus malditas promesas de amor solo eran válidas en una habitación de hotel bajo las sábanas? ¿Y por qué a René le importó tan poco nuestra relación?—expresé con intensidad, dejando salir todas las emociones acumuladas, mi voz se mezcla  la incredulidad y la angustia al plantear esas preguntas difíciles. Sentía una profunda herida causada por mi madre, una sensación de rechazo y desconcierto por su aparente odio hacia mí. Con Liam, experimenté una mezcla de indignación y tristeza al recordar cómo me había tratado como un objeto, como algo desechable y disponible solo según su conveniencia.

—Aunque desearía poder darte esas respuestas, Eli, no las tengo. Pero sé que Liam te ama. Mi mamá siempre dice que la mirada no miente, y él te mira de una manera especial.