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Comencé a conducir sin un destino definido en mente, y antes de darme cuenta, me encontraba frente a la vieja casa de René. Sin titubear, tomé la llave que estaba escondida entre las hojas de una planta y, una vez dentro, subí directamente a la terraza. Desde allí, me limité a observar las diversas casas y personas que iban y venían por la calle. Parecían felices, y eso despertó en mí una pregunta inquietante: ¿cómo lo hacen? ¿Cómo sobreviven en una sociedad donde sino eres perfecta te tratan como basura?

Mientras me acerco al borde de la terraza, mis pensamientos se sumergen en una oscuridad creciente. La idea de dejarme caer y poner fin a todo este tormento cruza mi mente como un eco persistente. ¿Qué ocurriría si me dejara llevar por el impulso de la caída y terminara con todo aquí y ahora? Me pregunto si alguien notaría mi ausencia, si alguien se daría cuenta de que ya no estoy. ¿Qué se sentirá al caer? Imagino la sensación de libertad mezclada con un vértigo abrumador, como si el suelo se alejara rápidamente y el vacío absorbiera todo a su paso.

Tan inmersa estoy en mis pensamientos que no percibo la presencia de René hasta que siento su toque en mi hombro, llamando mi atención de golpe.

Lo miro con una mirada de sorpresa y confusión.—¿Cómo me encontraste?

—Es mi casa, alguien me llamo me dijo que había una linda chica

Pongo los ojos en blanco, resignada ante su persistencia.—Bien, me voy  —murmurro , intentando liberar mi brazo para seguir con mi marcha hacia las escaleras. Sin embargo, siento su firme agarre en mi brazo, y antes de que pueda reaccionar, René tira de mí, atrayendo mi cuerpo hacia el suyo con determinación. Nuestras miradas se encuentran intensamente, y puedo sentir el calor de su proximidad. Nuestros labios están a tan solo unos centímetros de distancia, creando una tensión palpable entre nosotros.

—  Scoti, sabes que no me refiero a eso—susurra René con suavidad, liberando su agarre en mi brazo. —Solo quería ver si estás bien después de lo que ocurrió.—Su tono es cálido, lleno de preocupación genuina.

—Estoy bien, gracias por tu preocupación,—respondí con un toque de sarcasmo

Él me dirige una mirada dura, como si intentara descifrar mis pensamientos ocultos.—Habla, Scoti—me insta, su voz llena de determinación.— Dime lo que estás pensando o sintiendo

Le devuelvo la mirada con frialdad, sintiendo la tensión entre nosotros aumentar. — quieres saber lo que pienso.— respondo con amargura, frustrada por su actitud.. —Estoy sorprendida de cómo en unas horas recuperaste tu habilidad de hablar, y cómo solo te preocupas por mí cuando estamos solos. —añado, dejando escapar mi molestia.

— No preguntaron mi opinión

—No, tampoco la mía —respondo con furia contenida.—Pero eso no me impide decir lo que pienso. El problema aquí es que eres un cobarde. Te dije lo importante que era para mí ese proyecto y cuánto trabajé en él.—Mis palabras están cargadas de decepción y frustración, apenas logrando contener mi enojo.

—¡Pero nunca me dijiste que querías ser la imagen, que tu cara estuviera por todo Ibiza!—replico, sintiendo la tensión aumentar.—Así que no me culpes por algo que no sabía-—Mi voz refleja la indignación y la confusión ante esta revelación inesperada.

Rodeo los ojos con exasperación.—Cualquier persona con dos neuronas podría haberlo descifrado—murmuro sarcásticamente

René me fulmina con la mirada, su expresión llena de reproche.— ¿Y cuántas neuronas debes tener para saber que no es bueno dormir con el novio de alguien más?— murmura con frialdad

Camino hacia él furiosa y, sin pensarlo dos veces, lo empujo con todas mis fuerzas.— ¡Vete a la mierda, René!— grito, dejando salir toda la ira acumulada. El empujón es brusco y lleno de desprecio, reflejando la intensidad de mis emociones en ese momento.

El desastre que fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora