CAPITULO 25

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"NO TE QUEDES CON GANAS, MEJOR QUEDATE CONMIGO"

Desperté debido a un golpe, había caído, pero no sabía de donde, me forcé en abrir los ojos para ver en qué lugar me encontraba, pero los cerré de inmediato al recibir la luz directo en mi rostro, poco a poco volví a intentarlo hasta que lo logre, estaba en un campo, pero la hierba se encontraba seca y algunas ramas se enterraban en mi piel, me enderece mirando a mi alrededor y note dos figuras que hablaban a unos pasos de mi

- ¿Quiénes son ustedes? – ambos me miraron pero no hubo respuesta, busque una salida pero todo era un campo abierto, el lugar me parecía extrañamente conocido pero no recordaba haber estado nunca aquí, mire a mis espaldas y un quejido salió de mi boca, claro que conocía esas tierras, era Ander, o bueno lo que quedaba de él, los campos antes verdes rebosando de flores y vida ahora estaba secos, las montañas que rodeaban el reino parecían más rocosas que nunca y el castillo donde había pasado mi vida ahora parecía abandonado, mire al cielo y nubes negras lo llenaban, era como si supieran la maldad que albergaba en mi hogar, no pude evitar que las lágrimas se acumularan en mis ojos al imaginar como estaría mi pueblo, de pronto alguien me tomo del brazo levantándome para después lanzarme a los brazos de otro.

Trate de alejarme y no me lo impidió, al mirar pude ver que era otro pirata y el miedo me invadió haciéndome caer de sentón en la dura tierra, uno de los hombres que me escoltaban se acercó y puso una especie de pulsera en mi muñeca, trate de quitarla pero no pude, pensé en quemarla pero por alguna razón mi magia no funcionaba, el pirata me miro para después tenderme su mano, era alto y delgado, el cabello negro caía sobre su rostro al estar algo largo, vestía unos pantalones oscuros con una camisa blanca que acompañaba con un chaleco ambos abiertos hasta la mitad dejando a la vista su musculoso cuerpo, tenía unas muñequeras que llegaban por debajo de su codo en su cintura note que llevaba armas, una espada y alrededor de tres dagas, tenía dos cicatrices en la cara, una por debajo del ojo en dirección a su nariz y la otra subía desde su cuello hasta su mejilla.

- Ven conmigo. – me pidió acercando más su mano

- Antes muerta. – conteste con odio lo cual le dio gracia y se acercó levantándome de igual manera, sin decir más me jalo iniciando el camino hacia el castillo

- Enuel. – llamo un hada que se había quedado atrás con su compañero, mi cuerpo tembló al darme cuenta de quién era la persona que me sujetaba. – la reina espera cumplas con tu palabra. - ¿la reina? ¿me había vendido?

- Dile que esté tranquila, ya tengo a mi prometida conmigo, lo demás es pan comido. – no los miro solo siguió con su andar forzándome a imitarlo

- Infeliz. – sisee con odio. – no te vas a salir con la tuya,

- Hablaremos en nuestro cuarto

- Tengo tantas ganas de asesinarte en este momento

- No te quedes con las ganas, aunque por el momento solo puedes quedarte conmigo. – lo último lo dijo con ironía, pensé en contestar pero cada vez estábamos más cerca de la ciudad y mi asombro crecía, las casas antes adornadas con plantas y flores ahora se mantenían sucias y cerradas, imagine a mi gente encerrada con miedo, las calles repletas de basura y comida en putrefacción daban olor a muerto hasta nuestra posición, no entramos al pueblo, usamos el camino que llevaba directo al castillo desde el bosque, algunas de las personas que estaban fuera me miraban con asombro pero también pena, una sola cosa pasaba por mi cabeza y era que quería matar con mis propias manos a este hombre.

Al entrar al castillo no fue mejor, estaba sucio, las alfombras llenas de líquidos, los cuadros rayados o destrozados, todo parecía tan muerto, seguimos el trascurso hasta la habitación de mi padre, y al llegar me lanzo al suelo, por lo menos no estaba en tan malas condiciones como el resto del lugar, me levante y lo afronte con la mirada.

- ¿Cuál es tu plan? No me casare contigo. – le advertí

- Claro que lo harás, a menos que quieras seguir viendo a tu gente sufrir, por ahora les he prohibido a mis chicos divertirse con las mujeres de aquí, no me hagas cambiar de opinión. – se acercó a la ventana dándome la espalda

- ¿Por qué? – las lágrimas se acumulaban en mi rostro. – arruinaste mi vida y la de muchas personas, mataste a mi amiga, a mi padre, a mi gente y todo por poder ¿Por qué eres tan malo? – se giró a verme y pude notar algo de lastima en su mirada, trato de acercarse, pero se lo impedí retrocediendo

- Esto no era mi plan, yo solo quería negociar con tu padre, llegar a un acuerdo entre ambos, los piratas hemos sufrido el desprecio de todos, nos juzgan sin detenerse a pensar en que no todos somos iguales

- A mí me han demostrado que sí lo son. – lo interrumpí, el soltó un suspiro y se sentó en la cama

- Mis propios hombres me traicionaron, asesinaron a tu padre y no tuve de otra más que hacerme cargo para evitar que hicieran más mal. – fruncí el ceño sin entender a donde quería llegar con su palabrería barata. – pensé que, si te convencía de casarnos podríamos salvar a todos con ayuda de los reinos, buscar la paz entre todos.

- Xavier te traiciono. – le aclare queriendo ver su reacción

- No me sorprende, era un pirata, pero aun así lo mataste, no somos tan diferentes

- No soy como tú, su muerte fue en defensa, no por gusto

- ¿fue igual con su hermano? – ante la mención más lagrimas corrieron por mis ojos recordando todo

- Mato a Xim. – susurre. – y me violo. – mire al suelo, pero note como se ponía de pie de golpe

- ¿Qué hizo qué? – dio un paso hacia mí con notable furia en su rostro

- No te hagas el sorprendido, tú le diste permiso de usarme. – escupí con asco

- Ese infeliz. – salió de la habitación dando un portazo y dejándome sola, al instante me acerque a todas las salidas posibles, pero estaban bloqueadas, no podía salir y por alguna razón mi magia seguía sin funcionar, tome el collar de Abel entre mis manos y comencé a llamarlo en mi mente, no obtuve respuesta, sin saber que más hacer abrí el armario de mi padre, toda su ropa seguía ahí, tome su bata de dormir y la estreche en mis brazos, aun olía a él, y eso solo me rompía más el corazón.

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