EPILOGO

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No sabía cuánto tiempo llevábamos Abel y yo abrazados viendo al pequeño ser de cabellos rubios, dormir tranquilamente, había nacido dos días antes y para nosotros nos era imposible dejar verlo y admirarlo, era la cosita más preciosa de todas, en cuanto despertaba lo teníamos en brazos y llenábamos de cariño, pero mientras dormía solo esperábamos a que volviera a despertar para seguir con los mimos, la familia de Abel vendría a conocerlo a pesar de llevar siglos sin salir de su reino habían insistido en querer venir y no esperar a que creciera más y pudiéramos llevarlo.

- Ya quiero otro. – me dijo mi ahora esposo dándome un beso en mi coronilla

- Ni lo pienses, parecía que quien lo daba a luz eras tú con tus gritos. – lo regañe

- También me dolía. – se defendió

- No es igual, no quiero imaginar si hubiera sido así. – estaba por contestarme, pero el llanto de nuestro bebe nos detuvo, amos lo miramos con ternura y su padre lo tomo en brazos

- ¿podemos pasar? – pregunto Dan al otro lado de la puerta, pero no espero respuesta cuando entro de igual manera seguida de mi mejor amigo. – dámelo. – estiro sus brazos hacia Abel para que le cediera al pequeño

- No, es mi hijo, consigue el tuyo. – se giró alejándose de ella, pero la rubia no dejo de insistir hasta tenerlo

- De eso queríamos hablarles. – Allen se rasco la nuca nervioso

- Queremos tener un monstruillo como el suyo y pensamos que sería buena oportunidad para el alma del rey. – Dan no despego la mirada de nuestro bebe al que llamo por el apodo que yo solía darle

- Eso sería genial. – les dije. – de hecho, estaba pensando romper la maldición de mi padre, darle su última vida, ya es momento de que pueda disfrutarla sin estar sujeto a vivir siempre lo mismo, que él decida si ser rey, panadero, granjero, lo que quiera

- ¿es posible? – me pregunto Abel

- Si lo es, de hecho, tengo casi todo listo, solo necesito una última cosa. – me acerque al cajón junto a la cama y saque un alfiler para después a cercarme a mi amiga. – lo siento mi amor. – susurre y pinche el dedo de mi bebe dejando salir una gota de sangre que detuve en el aire, bese su pequeña herida y dan lo arrullo para que dejara de llorar, lleve la sangre hasta la poción que tenía lista desde unos días atrás, al hacer contacto con esta su color cambio a uno azul y supe que había funcionado.

- Entonces ¿lo haremos?

- Hagámoslo. – les dije sonriendo y sabiendo que nuestras vidas de ahora en adelante solo seguirían mejorando

LAZOS MÁGICOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora