—Hola, chica. —La voz tan familiar suena desde la entrada de mi habitación, pero ni siquiera me moleste en voltear a verla.
—Hola. —digo muy apenas.
Sé que son alrededor de las 7 de la mañana, pero yo no he podido poner un pie fuera de mi cama desde hace dos días, solo para ir al baño.
Mi estado anímico me ha impedido completamente el siquiera poder ver la luz del sol.
Sé que es algo con lo que he lidiado por años ya, pero, aun así, cada vez que pasa sigue siendo como algo nuevo para mí. Nunca te terminas de acostumbrar a la sensación de malestar en el pecho y la falta de energía que te provoca la depresión.
—Ayer no cenaste. —dice mi amiga, ya mas cerca. — ¿Quieres que vayamos a desayunar algo? —La suavidad de su voz solo oprime más mi pecho, porque sé que está preocupada por mí. Sé que odia verme de esta manera y no la culpo, ha tenido que lidiar con esto muchísimo tiempo.
—No tengo hambre.
Es la verdad.
Cuando tenía quince años sufrí un episodio terrible y, desde entonces, he estado en tratamiento psiquiátrico. Mis citas eran cada semana al inicio, después de casi un año avanzamos a 1 vez al mes, así sucesivamente hasta casi desaparecerlas.
Pero mi medicación no ha desaparecido, no puedo dejarla. Cada que lo intentaba era peor.
Sé que fue una época demasiado oscura para mi familia, hice llorar a mamá como nunca. Los hice preocuparlos al punto en el que mamá pidió una licencia en su trabajo y estuvo sin ir por más de seis meses para estar conmigo las 24 horas en casa.
Papá pidió que lo trasladaran definitivamente en Liverpool, y duro más de un año sin tomar casos fuera de la ciudad, solo para estar cerca de nosotras.
Dejaron todo de lado solo por mí, y cada que lo recuerdo me siento tan culpable de haberles hecho tanto daño, mi cabeza no deja de rondar una y otra vez en las noches que mamá lloraba por mí con papá, las veces que me hacía dormir con ella para así estar tranquila.
—Alice. —la voz de mi amiga me regreso a la realidad, estaba a mi lado, mirándome fijamente. — Trata de levantarte, vamos a la escuela.
Negué.
Tengo 3 días sin ir a la universidad, este sería mi cuarto día.
No he podido salir del departamento en estos días, mientras tanto Kath y Malcom han hecho de todo para tratar sacarme de casa, pero todo ha sido sin éxito alguno.
—Necesitas dejarte ayudar Alice...—mi amiga insistía. — Por favor, solo...
Sus palabras mueren en su boca cuando el ruido se hizo notar al exterior de la habitación. Se escuchaban voces sin cesar de repente y el pánico me invadió cuando reconocí la voz.
—Le hablaron. —sueno más molesta de lo que pretendía. Ella me regalo una mirada preocupada.
—No. —dice rápidamente. — Te juro que ninguno de los dos le dijimos nada, como te prometimos.
La puerta de la habitación se abre con brusquedad, dejándome ver esa imagen tan familiar.
Su cabello estaba recogido en una coleta alta, vestía con un suéter rosado y unos jeans. Sus ojos me buscaron rápidamente y sin dudarlo avanzo a mí.
—¿Qué tienes? —pregunto sin dudarlo. — ¡Les dije que cualquier cosa debían decírmela, Malcom! —se queja en voz alta, hacia mi hermano mayor, el cual lucia confundido.
—¿Cómo fue que supiste? —se queja mi hermano.
—¡Soy su mamá! —chilla ella. — Claro que iba a darme cuenta que mi hija está mal.
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Los hermanos Douglas
Teen FictionDespués de unos sucesos inesperados, Alice Lawson tendrá que acercarse más de lo esperado a los hermanos Douglas, los cuales le demostraran que nada puede destruirte más que ellos. Ni siquiera ese pasado tormentoso que la sigue cada día.