· V e i n t i d ó s ·

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🎶 Blank Space 🎶

"Love's a game, wanna play?"

Beth está encantada de venir cuando le escribo para la cena y a mí me llena de emoción saber que tendré por primera vez invitados en casa. Lleno la despensa con los ingredientes que faltan y decido que haré chili. Es una receta de confianza, que preparo muy a menudo, y con la que es difícil fallar.

Aunque, solo por si acaso, acepto cuando Adrien me propone cocinar él un pastel de carne. Lo termina pronto, pero yo todavía tengo que seguir revolviendo mi olla con chili a fuego lento. Para mí, el truco esencial es tiempo y paciencia.

Adrien mete unas botellas de vino y zumo a enfriar en la nevera. Lo observo por el rabillo del ojo y se acerca a mí por detrás. Noto su pecho rozarme la espalda y cómo se inclina sobre mi hombro para oler la comida. Ha probado esta receta tantas veces que casi puedo adivinar lo que esta a punto de preguntarme...

—¿Le has echado sal?

¡Bingo!

—Sí —respondo con cansancio.

Lo intento apartar con un codazo juguetón, pero él es más ágil y se queda en el sitio. Es decir: detrás de mí.

—Pero, ¿seguro que le has echado suficiente? —Insiste.

—No seas pesado, ¡he dicho que sí!

—Perdona que me preocupe, polilla, pero sueles usar muy poca a la hora de cocinar.

—O quizás es que tú usas demasiada —le recrimino y me giro para enfrentarlo.

Mala idea. Adrien no se ha movido ni un centímetro y ahora estamos cara a cara, apenas separados. Estoy acorralada entre él y la encimera y de pronto el ambiente comienza a cargarse.

Se inclina sobre mí, con una sonrisa traviesa en los labios, y pide:

—A ver, déjame probar y así sabremos si está soso o no.

—No, mi comida no se toca.

—Vamos, solo un poco.

Pone las manos en mi cadera para tratar de apartarme pero yo me resisto. Lo agarro por los hombros y forcejeamos, aunque no podría llamarse una pelea ya que los dos estamos riéndonos y ni siquiera utilizamos mucha fuerza.

—Eres demasiado estricta a la hora de cocinar, polilla.

—Y tú un entrometido —replico.

Al final consigo empujar a Adrien pero no me suelta. Acabamos dados la vuelta y es él quien termina atrapado entre la encimera y yo. Del impulso caigo contra su pecho y sus manos se deslizan hasta entrelazarse a mi espalda.

Trago saliva al notar cada parte de mi cuerpo aplastada contra el suyo. Nuestras piernas están enredadas y ahora básicamente me sostengo al apoyarme en su pecho y hombros. Me muerdo el labio y su sonrisa flaquea.

No puedo apartar mi mirada de la suya. ¿Irá a besarme de nuevo? ¿Lo haré yo?

—Tengo que seguir cocinando —susurro, aunque mi voz suena muy débil—. O la comida se pegará.

—Claro.

Pero no me suelta. En lugar de eso sus manos suben por mi espalda. Se cuelan debajo de la tela de la camiseta y se me pone la piel de gallina. El calor me inunda desde dentro y deseo que me toque más. Por todos lados.

—Adrien...

Su nombre escapa de mis labios como una petición, pero es en ese momento, justo cuando lo digo, que la magia se rompe. Él se aleja de mí.

Un Inesperado NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora