Segundo vistazo: Primeros capítulos

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Capítulo Uno

Beth

—¡Mira, mamá! ¡Ahí está el abuelo!

—Sophi, espera. ¡No corras!

Trato de seguir a mi hija a través del concurrido aeropuerto, pero es poco menos que imposible. A diferencia de ella, estoy agotada y cargo un par de maletas enormes. He pasado las últimas doce horas viajando, con dos escalas de por medio, y acompañada de una niña de casi cinco años. Pensé que nunca llegaríamos a Oregón.

Por suerte, Sophia no se ha equivocado. Mi padre está esperándonos en la salida de pasajeros. A pesar de que nos hemos visito hace pocos meses, cuando vine de visita por Navidad, todavía me da un vuelco el corazón al reencontrarnos.

Hace cuatro años que me fui de casa, sola con Sophia, cuando ella todavía era un bebé. Tras eso, pasamos meses sin hablarnos, sin enviarnos un triste mensaje. No era por él, en realidad; a quien no soportaba era a su exmujer, y el sentimiento era mutuo. Una vez que se separaron. por fin me escribió y retomamos el contacto.

Corrección: mi hermano hizo de intermediario, pero papá fue el primero en dar el paso.

—Hola, Sophia. Cuánto has crecido.

—Y tú tienes más canas, abuelo.

Veo como mi padre se agacha para abrazarla. Todavía cojea. Hace un año tuvo un accidente en la moto y su pierna no ha vuelto a ser la misma.

Cuando llego a su lado, también me da un abrazo, pero no es tan cálido como los que recuerdo de mi infancia. Entre nosotros todavía hay tensión; hay resentimiento.

—Hola, papá —le saludo.

—Déjame que te ayude con las maletas, Beth. ¿Has estado bien? Te veo más delgada.

A pesar de que he dejado mi antigua vida en la ciudad, de verme en este aeropuerto con Sophia y todas nuestras cosas en dos grandes maletas, no termino de asimilar que he tomado esta decisión.

Ya no hay vuelta atrás.

He decidido tragarme el orgullo, perdonar a mi padre y regresar con él.

—¿Podemos cenar hamburguesa? ¡Tengo mucha hambre!

Miro a Sophia y sonrío mientras mi padre asiente. Volver a casa no es la decisión que más feliz me haga en el mundo, pero es lo mejor para ella.

Me ha prometido ayudarme a cuidarla mientras retomo los estudios. Aquí, en el mismo pueblo donde me he criado, tendrá la oportunidad de asistir a un colegio con niños que viven cerca, los mismos con los que jugará en el parque. Tendrá estabilidad. Una casa. Una habitación propia.

Tendrá todo lo que no he podido darle estos años.

Porque, aunque la quiero a rabiar, a veces me da miedo pensar que el amor no es suficiente.

Al menos la vida se encargó de enseñarme que el amor no lo puede todo.

Guardamos las maletas en la camioneta de mi padre y observo asombrada que hay una sillita infantil para Sophia en los asientos de atrás. Él no dice nada, pero la ayuda a atarse mientras ocupo el asiento del copiloto.

Una de las primeras cosas que debo hacer estos días es conseguir mi propio vehículo. Lo necesito si quiero tener un poco de independencia.

Al poco de iniciar el viaje hacia el pequeño pueblo donde pasaremos, por lo pronto, los próximos meses, mi teléfono vibra con un nuevo mensaje.

Un Inesperado NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora