Toda aventura siempre presenta a aquel personaje heroico y digno, siendo capaz de enfrentar incluso a sus más grandes temores; en pocas palabras, un ser perfecto y sin debilidades. Aunque eso es imposible en este mundo de mierda.
Esta travesía comenzaría con aquel sujeto de actitud ñoña e infantil.
Dentro de cierto estado de cierto país, yacía la ciudad reconocida por sus extraños habitantes que tenían una característica en común: están locos. Famosa por sus habitantes, la nombraron como "la ciudad de los locos". A un lado de esta misma, un nido de delincuencia y gente enferma nació a causa de varios elementos que habitaban en la ciudad, como las drogas, problemas mentales, entre otros miles. Así, se terminó convirtiendo en un barrio bastante peligroso.
Los tenis blancos de Max pisaron el deteriorado concreto del barrio conocido por estar lleno de gente podrida y enferma. Por suerte para él, no encontró a casi nadie, al menos no en esa calle. Su rojizo ojo izquierdo y su ojo derecho verde plantaron su mirada en el celular que acababa de extraer del bolsillo de su pantalón de gala. —¿Dónde estará mi penudo? —preguntó Max en voz alta.
Sin duda alguna, este hombre que no parecía pasar de los 23 años, era bastante peculiar y extraño. Desde hace algunas cuadras, las pocas personas que lo vieron solo percibían su rareza, ya que para ellos no es normal dar saltitos al caminar teniendo más de veinte años.
—¡Que casa tan espantosa es esa! —miró una construcción llamativa. Era un cuadrado de cemento gris, un patio seco y una reja con bolsa como puerta. —Incluso las carpas de esos drogadictos se ven mejor que esta aberración—agregó viendo a los drogadictos de la esquina.
Giró su mirada a un lado para después girar al otro, tratando de recordar que iba a hacer. —¡Ah, la ubicación de Houston! —recordó.
Con el celular que ya tenía en mano, buscó entre mensajes la ubicación mandada por un amigo agregado como "Houston". Ahora, ayudándose con el GPS, Max caminó pasito a pasito para llegar a su destino. Tardó un rato más en llegar, rondando entre los diez minutos. Al final, sucedió algo extraño. —¡Es la casa espantosa! —exaltado por haber regresado a la misma casa espantosa de antes, se acercó a la puerta. Lamió la palma de sus manos y peinó su cabello castaño de lado con una breve altitud en la punta. Soltó un suspiro leve y se preparó para gritar, —¡Houston, mi príncipe hermoso! —tocaría la puerta de no ser porque, en primera, era resguardada con una reja y con una bolsa de plástico y, en segunda, detrás de estos dos elementos, había una puerta de madera que estaba podrida. Y no solo un poco, la puerta real estaba muy podrida; la golpeabas y adiós puerta.
Pasó un rato sin respuesta. Max tuvo la brillante idea de llamar a su amigo por alguna ventana, sin embargo, no había ni una sola. —¿¡Cómo puedes vivir aquí, precioso!? —disgustado por el poco encanto de la "casa", nuevamente se postró frente a la puerta.
—¡Houston, despierta! —por segunda ocasión llamó a la entrada.
Fue luego de ese grito que se escucharon unos pasos sorprendidos y agitados proveniente del hogar. —¿Quién verga es? —una grave voz sonaba bastante molesta.
ESTÁS LEYENDO
La Banda
Random¿Cómo un borracho, drogadicto y un terrible ser humano puede ser un buen líder? Ese es el problema, ¡NO SE PUEDE! Cuando Houston despierta, la vida le recuerda sus errores pasados en forma de cuatro criminales furiosos. En un encuentro con ellos, te...