VI

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Disfruta a nuestro Omega... complácelo.

La voz de su lobo resonó en su cabeza como un eco. Frunció las cejas, aún con los ojos cerrados sintiendo como el control era cedido nuevamente hacia él. La habitación estaba casi a oscuras, iluminada únicamente por la luz que se filtraba por la ventana. Parpadeó, intentando acostumbrar su vista a la oscuridad y cuando lo hizo, la silueta desnuda del castaño se presentó frente a él.

Sergio estaba sobre él, montándolo de espaldas mientras su pene salía y entraba sin dificultad del interior del Omega. Max gruñó, sintiendo la humedad de envolverlo y jadeó cuando el castaño se movió de forma más agresiva sobre él. Llevó las manos a sus caderas deslizándolas hasta sus nalgas y las apretó, separando la carne para ver como se tragaba por completo su pene, con el lubricante facilitando el movimiento y apretó los labios para contener el gemido. Sergio gimió sobre él, impulsandose hacia abajo en Max lo más que pudo mientras se corría y vio su delgado cuerpo ser sacudido por pequeños espasmos, su entrada apretándose alrededor de su pene.

-¿Sergio?- Lo llamó y el Omega se giró hacia él, mirándolo por encima del hombro y un par de ojos azules lo observaron en coquetería. -Omega.- Lo llamó y vio a Sergio levantarse masajeando su pene con una mano, el lubricante en él facilitando la tarea de masturbar al Alfa. -Omega, ¿Qué haces?

-Consentir a mi Alfa.- Le dijo con seguridad y la diferencia entre la personalidad de Sergio y la de su Omega era abrumadora.

Sergio Pérez era más dócil, cargado de inseguridades, nunca exigía ni refutaba nada. Era tranquilo y sosegado. Su Omega, por otro lado, era caprichoso y malcriado. Coqueto, seguro de sí mismo y siempre que quería algo lo exigia sin pelos en la lengua. Eran como los polos opuestos de una moneda. El otro dejó besos húmedos en su cuello, manteniendo su atención en el miembro del Alfa con su mano y Max gruñó, cuando acarició con el pulgar el glande.

-Mi Alfa está tan tenso estos
días. Deja que tu Omega te
ayude a relajarte.- Le dijo en un ronroneo y Max lo miró a los ojos, azul contra azul, acercándose a apoyar la mano en la nuca de Sergio, atrayéndolo para un beso.

El contrario gimió en su boca, complacido y Max llevó las manos a sus caderas, dejando caricias vagas sobre la piel suave. Sergio se apartó de él, sonriéndole con bonitos ojos azules y el Alfa jadeó cuando el mexicano tomó su pene en la mano, guiándolo hasta su entrada. Descendió lento, con la mirada en el Alfa y gimió bajito cuando lo tuvo completo dentro.

-Tan lleno...- Musitó en un ronroneo y el neerlandés apretó los dientes, intentando ignorar el placer que se arremolinaba en su vientre por la imágen del Omega sobre él, desnudo y sin aliento. -Alfa...- Su voz fue suave cuando lo llamó. Sergio tomó sus manos, llevándolas a su cuerpo. -Tócame.- Le pidió en un gemido, comenzando a moverse y él lo obedeció sin rechistar.

Hizo uso de su fuerza para girarlos a ambos en un movimiento ágil. Una risita escapó de Sergio y Max lo miró desde arriba, con el cuerpo del Omega apresado entre él y la cama.

-Alfa.- Lo volvió a llamar, abriendo sus piernas para él y Max tragó en seco cuando lo miró con brillantes ojos azules. -Hazme sentir bien aquí.- Le pidió, con sus delgados dedos jugueteando con su entrada.

Max le gruñó, más se acomodó sobre él, guiando su pene hasta la dilatada entrada. Se deslizó dentro él, con la calor y la humedad recibiéndolo.

-Eres muy demandante, ¿sabías?.- Le reclamó comenzando a embestir en él y un gemidito se escuchó antes de que Sergio hablara.

-No reclamo nada que no me merezca.- Le dijo seguro y Max sonrió por sus palabras. A veces olvidaba lo directo que podía ser el lobo de Sergio con él.

Mantuvo la mirada en el rostro del Omega, observando sus expresiones y cómo se removía debajo de él, gimiendo casi sin aliento. Con pequeñas lagrimitas acumulándose en sus ojos y se acercó a besarlo cuando lo sintió temblar debajo él, ahogando los gemidos en su boca y Max cerró sus ojos, dejándose envolver por el placer cuando el clímax lo abrumó mientras aún penetraba la entrada.

Unas manos suaves fueron a sus mejillas y abrió los ojos, para ganarse la imagen del mayor acariciando sus mejillas. Sonrió, tomando una de las manos del mismo para dejar un beso en la palma de este y otro más en su frente.

-Alfa.- Le dijo con pucheros y Max hizo un sonidito de que lo escuchaba. El castaño se dejó caer sobre su pecho cuando el Alfa se acostó sobre su espalda, mirándolo con cejas fruncidas. -Tienes que regañar a Sergio.- Le exigió y él alzó las cejas.

-¿Por qué? ¿Acaso te está tratando mal?- Preguntó, observando la expresión molesta del Omega. Pensó que Sergio regresaría en cuánto terminara, pero al parecer, el castaño le daba mucha libertad a su lobo.

-Está tomando pastillas malas.- Le dijo y las cejas del rubio se arrugaron ¿Pastillas? ¿Acaso estaba enfermo? ¿Por qué no le había dicho nada?

-¿Qué clase de pastillas?- Le preguntó, dejando caricias en sus muslos cuando se subió sobre su regazo, luciendo contento por tener su atención.

-Esas pastillas horribles que no nos dejan tener un cachorrito.- Le contó y los hombros de Max perdieron la tensión. Hablaba de los anticonceptivos. -Yo quiero un bebé, pero él sigue tomando esas cosas. Regáñalo. No quiero que las tome.- Max sonrió.

-No puedo hacer eso.- Le dijo y el lobo hizo pucheros. -Es su cuerpo y yo no puedo decidir por él.- Murmuró y el Omega negó.

-Si tú se lo dices él lo hará.- Le aseguró. -Los dos queremos un cachorro. Danos un cachorro.- Le pidió, dando golpecitos en su pecho.

-No puedo.- Le dijo bajito y el labio inferior del otro tembló.

-¿Por qué no? ¿No te parezco bonito?- Le preguntó con voz
llorosa. -Cuidaría bien a nuestro cachorro, y sería bonito como tú.- Max sonrió, dejando una caricia en la suave mejilla. -¿No quieres?- Musitó, con la voz bajita y Max negó. El aroma del mexicano se apagó, el Alfa observó los ojos azules tristes. -Entonces, una
marca. ¿Me marcarías?- Le dijo, con esperanza en su voz y el Alfa sintió su lobo gruñirle en amenaza por sus próximas palabras.

-No.- Respondió y el castaño dejó ir un jadeo, su aroma cargado de tristeza. El castaño asintió a sus palabras, con sus ojos fijos en el pecho fuerte del Alfa. -Omega.- Lo llamó y al aludido negó, sin mirarlo.

-Sergio tenía razón.- Él inició y Max contuvo el aliento, sintiendo su lobo rasgar en su pecho debido la tristeza de su pareja. -No somos suficiente para ti, ¿verdad?- Le dijo y el Alfa frunció sus cejas, acercándose a tomar su rostro para que lo encarara.

-¿Por qué dices eso?- Le preguntó, mirándolo y un par de ojos castaños chocaron con los suyos. -¿Sergio?- Lo llamó ya que este se veía confundido.

Miró alrededor, sonrojándose cuando se vio desnudo encima del neerlandés. Max apretó los labios, quitando sus manos de encima del Omega, quien limpiaba las lágrimas de sus ojos. Su pecho sintiéndose oprimido, como si lo estrujaran. Llevó la mano al lugar, dejando suaves palmadas mientras intentaba calmar a su lobo.

-¿Estás bien?- Max le preguntó cuando lo vio levantarse de la cama, alejándose de él como si el contacto le quemara. Se envolvió en una de las sábanas, cubriendo su cuerpo.

-Sí, yo solo.- Negó, apuntando hacia el baño. -Tomaré una ducha.- Se apresuró, saliendo de la habitación y se encerró una vez que llegó al baño.

Se dejó caer en el suelo, gimiendo de dolor cuando sintió a su lobo llorar.

No nos quiere, lo escuchó hablarle en su cabeza. Nuestro
Alfa no nos quiere.

Es la primera vez que me siento triste leyendo algo subido de tono.

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