▍║Pusilánime║▍

XXII

Algo andaba mal, Sergio lo presentía.

Llevaba toda la mañana sintiéndose ansioso. Su lobo no colaboraba tampoco, provocando que se le erizaran los vellos de la nuca. La primera persona en la que pensó fue en Max, lo había llamado y el Alfa le había dicho que llevaba ya media hora en el trabajo y que estaba bien. Después de eso llamó a todas y cada una de sus personas cercanas, todas le dieron la misma respuesta: "Estoy bien".

Checo se alegraba, pero eso no borraba la sensación de ansiedad que tenía desde hace unas horas. Miró el reloj de pared, marcaba las tres de la tarde. Decidió que lo mejor era salir de la casa, buscar en qué entretenerse para sacarse ese presentimiento de encima. Fue hasta la habitación, tomando una chaqueta y algo de dinero. Mientras bajaba las escaleras, un par de toques se escucharon desde la puerta de la entrada.

Arrugó sus cejas, él no esperaba a nadie. Trotó hasta la puerta, abriéndola con una sonrisa que desapareció al ver las dos personas frente a él. Un Max jadeante, con el cabello sudado y el rostro enrojecido era sostenido por Pierre. La preocupación invadió al mexicano instantáneamente.

-Mi amor.- Lo llamó, acunando su rostro. Estaba caliente. Demasiado. -Estás hirviendo en fiebre.- El rubio murmuró algo bajito, apoyándose en la caricia que dejaba su mano en las mejillas febriles. Inhaló el aire alrededor del neerlandés y sus piernas flaquearon. Su Alfa estaba en celo.

-Su celo se adelantó. Se supone que debía ser en dos días.- Pierre le contó, sintiendo el agarre del otro Alfa soltarlo. Sergio se tambaleó cuando todo el peso del cuerpo de su esposo cayó sobre el suyo. Lo sostuvo en un abrazo sintiéndolo esconder la nariz en su cuello, inhalando su aroma. -Yuki le dio un supresor en la oficina, pero creo que deberías darle otro. Su celo es muy fuerte.- Checo asintió.

-Gracias, Pierre. Yo me encargaré a partir de aquí.- El nombrado asintió, deseándole suerte antes de irse. El rizado se acercó a cerrar la puerta con algo dificultad debido a tener el cuerpo del rubio aferrado al suyo. -Tengo que buscar un supresor y un antipirético para que lo tomes. Siéntate en el sofá y espérame aquí. -El Alfa gruñó en respuesta.

-No. Te quedas conmigo.- El mexicano sonrió, yendo a acariciar los cabellos del Alfa. Obtuvo un ronroneo por la caricia y se sintió a sí mismo derretirse de ternura.

-Entonces ven conmigo.- Le ofreció. -Tienes que tomar las pastillas, después te ayudaré a darte un baño y comerás algo.- El aludido no dijo nada, manteniéndose abrazado a él. Checo suspiró. -Alfa.- Lo llamó y sintió el cuerpo del neerlandés estremecerse. -Hazle caso a tu Omega, ¿sí?-

El rubio no respondió, en su lugar, lo tomó de la mano, arrastrándolo prácticamente hasta la cocina. Sergio dejó un besito en su mejilla antes de buscar las pastillas. Le extendió dos a Max: un supresor y un antipirético, le preocupaba la fiebre del Alfa. Luego él se tomó un supresor, tenía que estar consciente para cuidarlo. Dejarse Ilevar por su instinto era algo que no podía permitir.

-Ahora, al baño.- Se acercó a tomar la mano de su esposo, pero este permaneció estático en el lugar, mirándolo con grandes ojos azules.

El gris iba y venía de sus iris, apareciendo de repente para luego desaparecer casi al instante. Sabía que el Alfa estaba luchando con su lobo por el control, Emilian no se lo cedería tan fácil. El Alfa dio un paso hacia él, invadiendo su espacio personal y pronto tuvo unas manos en su rostro, que lo atrajeron a un beso brusco.

Gimió en la boca del Alfa, sintiendo humedecerse por el beso que era un enredo de lenguas y mordidas. Max elevó sus manos a su cuerpo deslizándolas hasta su trasero y se sostuvo de los hombros del Alfa cuando lo alzaron, sentándolo sobre la encimera. Las manos de su esposo se colaron debajo de su camisa, levantándola hasta que sus pezones quedaron expuestos y pronto tuvo la boca del rubio allí, mordiendo y chupando hasta dejar la piel sensible.