XIV

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Max miró la hora en su reloj y luego las escaleras.

Le había dicho que estuviera listo a las ocho, la impuntualidad era una cualidad que el Alfa detestaba y que el Omega exudaba por los poros.

-¡Michel!- Lo llama y todo lo que obtiene es silencio como respuesta. Mira impaciente el camino hacía la habitación que comparte con el mexicano y la idea de ir a buscarlo es tentadora. Solo es la estúpida fiesta que hacen los Ocon cada año para recordarle a la alta sociedad que aún existen. No entiende cuál es el empeño de Sergio de atrasar esa experiencia ostentosa y desagradable.

-Perdón, perdón. No encontraba mi colgante.- La voz del Omega se escuchó y Max llevó su mirada a la escalera, sus ojos en su esposo que bajaba con pasos rápidos. -Solo te pedí cinco minutos, Emilian. Tienes que aprender a ser paciente.- Le dijo con una sonrisita, deteniéndose frente a él.

Checo había arreglado las ondas de su cabello, ahora se veía, más suave y cuidado, los ligeros rizos le quedaban perfectos. Un maquillaje ligero adornaba su rostro nada exagerado solo había hecho parecer aún más suave y tersa su piel, resaltando aún más la cara bonita que el pecoso tenía desde su nacimiento. Llevaba una camisa blanca y ancha que exponía parte de la piel de su pecho, con un pantalón negro que se ajustaba a su cuerpo, mostrando las elegantes y bien formadas piernas del Omega al igual que sus caderas estrechas.

-Joder, estás precioso.- Fue todo lo que pudo decir, sintiendo su garganta secarse ante la vista. El aludido ríe, mostrando un ligero sonrojo y el sonido hace que sonría por inercia.

-Gracias.- Es todo lo que le dice, extendiéndole el colgante. -¿Me lo colocas?- Le pide, dándose la vuelta para darle la espalda y pronto la imagen de un trasero respingón apretado en aquellos pantalones llenó el campo visual del rubio.

El Alfa jadeó, sintiendo sus propios pantalones volverse apretados. Desvió la vista al colgante en sus manos y lo reconoció al instante. Era el que le había regalado en su anterior cumpleaños al Omega. Se apresuró en colocarlo, no logrando resistir la tentación de dejar un beso en la nuca del Omega al terminar su tarea.

-Gracias.- El mexicano le dijo, girándose para mirarlo y tenía las mejillas rojas y los ojos brillantes, luciendo imposiblemente lindo. Y Dios, no era un secreto que Checo era un Omega precioso, pero esta noche lucía simplemente celestial. -¿Nos vamos?- Le preguntó y el neerlandés se imaginó sí mismo diciéndole que no y descubriendo por su propia cuenta las bendiciones corporales que escondía aquella ropa elegante.

-Está bien, vamos.- Dijo en su lugar, comenzado caminar hacía el amplio garaje de la casa, con el Omega siguiendo sus pasos.

-¿Podemos usar el rojo?- El castaño le preguntó y Max se giró a mirarlo algo confundido. -Por favor.- Pidió, y el rubio asintió, cerrando la puerta del Mercedes-Benz para caminar hacía el SF90 Stradale que estaba a unos pasos.

Sergio llegó más rápido que él, admirando con ojos brillantes el brutal deportivo híbrido que el Alfa tenía desde hace años y que prácticamente no utilizaba. Nunca había sido de llamar mucho la atención, llegar en un jodido Ferrari rojo discutía aquel pensamiento pero el Omega lleva años queriendo poner su trasero en ese auto y hoy seria ese día. El neerlandés abrió la puerta para él y al mexicano le tomó menos de tres segundos estar dentro del auto acariciando los asientos forrados de cuero del mismo. El Alfa rió bajito, algo enternecido por la emoción del Omega que miraba todo con atención y la boca ligeramente entreabierta. Arrancó el auto, y la sonrisa de su esposo se volvió más amplia.

-Dios, escucha como ronronea.- Dijo casi sin aliento, el sonido del motor del auto provocando miles de explosiones en su interior. -Oh bebé, vas a hacer que me moje tanto.- Sergio gimió y el sonido de Max tosiendo se escuchó por sobre el motor del auto.

▍║Pusilánime║▍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora