XXX

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FINAL.

"Cuando vi su sonrisa, lo supe.
Era la sonrisa que quería ver
siempre al despertar durante el
resto de mi vida."

[Mario Benedetti]

(...)

Nunca había sido lo suficientemente ambicioso, sus padres solían decirlo muy seguido. Siempre fue una persona que no necesitaba mucho para ser feliz, lo que poco a poco lo convirtió en un conformista sin remedio.

Había aprendido a soportar cosas hasta límites que hacían sangrar su orgullo, cosas que muchas personas no soportarían y que en ese entonces habían dolido demasiado, pero en estos justos momentos, sentía que todo había valido la pena.

El cuerpo de Max se cierne sobre el suyo, apoyado en sus brazos para evitar aplastar al Omega. Los ojos de Sergio van al pecho desnudo del Alfa, donde un anillo cuelga de una cadena plateada y el reconocimiento ilumina su rostro. Es su alianza, la reconocería donde fuera y verla en el rubio provoca miles de sensaciones bonitas en su pecho.

-Mi amor...- Max lo llama, con la voz baja y dichas palabras envuelven al aludido en una nube rosa. Falta una hora para la medianoche y sabe que no pueden despedir de mejor forma su quinto aniversario.

Sergio abre a sus piernas y recibe al contrario en su interior, la sensación de plenitud lo rebasa a medida que el miembro se abre paso en él, estirando la carne y sus manos acarician la espalda firme del ojiazul, presionando con fuerza hacía abajo para atraerlo a un beso. Todo el peso de su esposo cae sobre él y gime bajito cuando es apresado entre el rubio y el colchón.

El Alfa embiste en él con suavidad, en un movimiento casi perezoso que le saca un largo gemido de satisfacción a los dos. El neerlandés sale del interior del Omega para luego hundirse en él, una y otra vez, dejándose envolver por la sensación de placer que poco a poco los convierte a ambos en un desastre tembloroso. Tiene sus pupilas dilatadas y la respiración errática, su aliento cálido se mezcla con el de su esposo cuando el menor se acerca a presionar sus frentes juntas, con sus ojos brillantes en destellos que imponen la presencia de sus lobos, mirándose en una silenciosa complicidad.

Max le hizo una promesa a Sergio y a su Omega, e iba a cumplirla esa noche, en ese momento, en esa cama. Con sus aromas mezclándose y sus miradas unidas, quiere hacer al Omega suyo, no solo en nombre y en ley, lo quiere suyo en alma y esencia.

Sostiene las caderas de Checo con sus manos, apresándolas en un fuerte agarre y al cabo de los minutos sus movimientos se tornan erráticos, Emilian no cree que vaya a durar mucho y menos el rizado debajo de él, quien se retuerce en gemidos y se aprieta deliciosamente alrededor de su pene. Una de las manos del mexicano va a su pecho, sus dedos enrollándose alrededor de la cadena que oscila con cada embestida.

Bajo él, Sergio tiembla, corriéndose con un ahogado gemido y las cejas del neerlandés se fruncen inevitablemente cuando en medio de su éxtasis, el mayor rompe la cadena alrededor de su cuello. El anillo y la cadena caen sobre el pecho sudado y caliente del castaño, enviando una sensación fría a su cuerpo que le provoca un ligero estremecimiento y es instinto, puro instinto lo que hace al pecoso exponer su cuello al Alfa cuando este se corre y anuda en su interior.

Los colmillos del rubio pican en sus encías ante la imágen que le regala su Omega y por unos segundos siente su conciencia mezclarse con la de su lobo, ambos presentes en el momento en el que hunde sus colmillos en el cuello de su esposo. Y es una sensación indescriptible, el cómo puede sentir todo lo que su pareja siente en esos momentos, todo el placer arremolinado en su bajo vientre, la felicidad, el miedo, el alivio, la expectación, todo se mezcla y explota como fuegos artificiales en su pecho.

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