XV

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Son cerca de las once de la noche y hace casi media hora que no ve a Sergio por el lugar. En algún momento de la noche el Omega desapareció del gran salón en el que se desarrollaba la fiesta y el hecho de que aún no haya regresado le hace creer que se fue de la mansión.

Su madre se había acercado a Checo unos minutos después de que él se alejara, acompañada de la señora Ocon. Ambas se sentaron a cada lado del Omega y los vio desde lejos entablar una conversación. Supo que no era una agradable cuando el castaño agachó la cabeza, quizás jugando con su anillo y unos minutos después fue su madre quien coronó el momento perdiendo los estribos por unos segundos frente a varios invitados.

No pudo evitar pensar en lo que le había confesado el rizado al llegar a la fiesta y por la expresión pálida que este tenía junto a ambas mujeres, quizás sí era verdad que su madre se comportaba como una total mercenaria con el mexicano.

-Hola, guapo.- El suave aroma a chocolate lo invadió antes de que pudiera girarse a ver de quien se trataba. Sergio tomó asiento a su lado, con las mejillas rojas y una copa de champagne en la mano. -¿Qué hace un Alfa tan lindo como tú aquí solito?- El Omega le preguntó y Max se rió poquito.

-Estaba esperando a mi esposo que había desaparecido.- Confesó, siguiéndole el juego. -Pero al parecer él no sabe lo peligroso que es dejar a un Alfa de mí categoría solo en una fiesta plagada de Omegas que se morirían por obtener un poco de mi atención.- Checo sonrió hacia él, luciendo complacido por sus palabras.

-Quizás yo soy uno de esos Omegas que daría el alma por un poco de tu atención esta noche.- Confesó y el rubio se fijó en sus pómulos sonrosados su mirada brillante y el ligero aliento etílico que salía de entre sus labios. -¿Qué puede un Omega como yo hacer para obtener tu atención Alfa?- El neerlandés ve cortos destellos azules relucir en los ojos castaños del pecoso.

-Tu simple presencia es suficiente para llamar mi atención, bonito.- El Omega sonríe, sonrojándose aún más y Max se ríe con él, sintiéndose un poco infantil al coquetear con su esposo como si se tratara de otra persona.

Checo termina el contenido de su copa en un solo trago y vuelca luego toda su atención en el neerlandés. El Alfa lo ve recorrer su cuerpo con la mirada, detallando cada parte con un descaro que no es propio de él y que le hace percatarse de que el Omega tiene varias copas de más en su sangre.

-En ese caso...- El mexicano inicia, inclinándose hacía su cuerpo hasta quedar muy cerca y pronto todo lo que captan sus sentidos se limita al rizado: a su olor, a su calor, a su rostro bonito a centímetros del suyo. -Espero que me permitas quedarme mientras esperas a ese Omega que no sabe lo que se pierde al estar lejos de ti.- Le dice en un ronroneo, rozando sus labios.

El rubio lo mira a los ojos, los iris brillando con ligeros destellos azules y la pupila dilatada debido al alcohol. Sergio deja ir un suave jadeo sobre sus labios y lo próximo que sabe el Alfa es que se están besando. Los labios del Omega se mueven bruscos sobre los suyos, en un beso demandante que le quita el aliento. La lengua de su esposo se cuela dentro de su boca, aprovechando un corto jadeo que escapa del Alfa y pronto el sabor a champagne mezclado con algo dulce invade su paladar debido al choque de sus lenguas.

El rizado gime bajito en su boca, tomándolo de la nuca para atraerlo más cerca de sí mismo, mucho más cerca. No quiere que haya el más mínimo espacio entre su cuerpo y el del neerlandés quien sonríe sobre su boca, alejándose un poco al percatarse de que el beso que comparten no es apto para el lugar en el que se encuentran.

Se separa de Checo, quien lo mira con una sonrisa amplia y los ojos adormecidos. Sus labios están rojos al igual que sus mejillas y el rubio sigue con la mirada cada uno de sus movimientos torpes debido al alcohol. Max mira a su alrededor y efectivamente hay un par de miradas curiosas sobre ellos, varias de ellas portan mejillas rojas. Desvía su mirada hasta el mexicano, quien se inclina hasta alcanzar la copa que dejó el ojiazul para sí mismo sobre la mesa y le gruñe cuando la aparta lejos de él.

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