▍║Pusilánime║▍

XXIV

Un fuerte dolor de cabeza fue la primera sensación que percibió al despertar. Su cuerpo aún estaba un poco caliente y tenía un extraño sabor metálico en la boca.

Parpadeó varias veces, intentando enfocar el sitio en el que se encontraba. Era su habitación, el reloj marcaba altas horas de la madrugada y el delgado cuerpo del Omega estaba frente a él, dándole la espalda mientras dormía.

Observó la silueta desnuda de Sergio. Las mordidas en distintas partes de su cuerpo fueron una explicación muda del gusto a sangre en su boca. Se acercó a su cuerpo, trazando una línea de caricias desde sus hombros, siguiendo la curva de su fina cintura hasta las anchas caderas. Apegó al Omega a su pecho, deslizando las manos hasta su vientre y luego hasta el pecho que seguía sus tranquilas respiraciones. Rozó un pezón y Checo dejó ir un quejido, removiéndose entre su cuerpo. Max dejó un beso en su hombro, luego otro en su cuello, deleitándose con el aroma del Omega mezclado con el suyo. El rizado prácticamente olía a él, y a Emilian le encantaba aquello.

-Alfa.- Una voz bajita y ronca lo llamó. Un par de ojos azules lo miraron, le devolvió la mirada, sonriéndole. El Omega hizo un puchero al no ver el gris en los ojos del rubio, eso significaba que el lobo que lo consentía ya no estaba y solo quedaba ese humano malo que lo ponía triste.

Le dio la espalda, encogiéndose en el lugar, buscando hacerse una bolita pequeña entre los brazos de Max, mientras intentaba fingir que dormía. Una risa ronca le confirmó que el Alfa no había caído por su actuación y un doloroso pellizco a una de sus nalgas fue el castigo que recibió al verse descubierto.

-¿Mi Omega está molesto conmigo?- El neerlandés le preguntó, dejando besos en su cabeza y el castaño resopló, buscando alejarse del toque. A diferencia de Checo, él no cedería ante los mimos del humano.

-Sí.- Su respuesta fue corta y seca, aún así, el más alto sonrió. Era un poco divertido ver la faceta malcriada y quejumbrosa que su esposo nunca mostraba ante él, pero que su Omega no temía exhibir. -Vete.- Le exigió dejando ir un chillido cuando terminó bajo el cuerpo del Alfa en un rápido movimiento.

Apresado por el peso de su pareja, se removió buscando escapar pero todo lo que logró fue rozar varias veces su sensible pene contra el del Afa. Gimoteó, rindiéndose ante la fuerza del rubio, quien se acercó a dejar un beso en su frente y realmente no quería caer ante los mimos, aunque terminó ronroneando por la caricia.

-¿Cómo es que estás aquí, mhm?- El Alfa cuestionó.

-Checo estaba cansado y se desmayó. Mi Alfa necesitaba atención así que lo sustituí en cuanto se durmió.- Le contó y el neerlandés lo miró con cejas alzadas, como si no le creyera. Sin embargo, una sola idea cruzaba la mente del lobo. -¿No te gusta que esté aquí?- Le preguntó, y por más que intentó, su voz se escuchó llorosa.

-Me encanta que estés aquí.- El aludido contradijo, levantando su peso de encima del Omega cuando se tranquilizó. Se apoyó en sus codos para no aplastarlo y sonrió enternecido cuando el pecoso lo miró con sus ojitos azules brillosos. -Hay algo que queria preguntarte Omega. Es sobre lo que me dijiste la última vez que nos vimos, ¿te acuerdas?- El Omega asintió. -¿Por qué dijiste que Checo y tú no eran suficientes para mí?- El mayor se encogió de hombros, como si se tratara de un asunto sin importancia.

-Él dice eso.- Confesó. sus ojos sobre el pecho del Alfa. -Él me dice que eres malo con nosotros porque tú querías a una Omega para ti, pero tuviste que quedarte con nosotros y eso te hacía enojar.- El pecho del más alto se apretó al escuchar aquello. El aroma triste del mexicano se coló en sus sentidos y se acercó a repartir besos en su mejilla hasta que lo escuchó ronronear a gusto.