VIII

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Yuki terminó de tararear la canción de cuna que había aprendido la noche anterior mientras ignoraba olímpicamente las miradas de sus compañeros de trabajo en su camino fuera de la cafetería de la empresa. Eran como pequeñas agujitas en la espalda cargadas de veneno, que sumado a sus comentarios "disimulados" se convertían en el combo perfecto para hacer sangrar la moral.

Sabía de sobra que el rumor de que estaba esperando un cachorro se había esparcido como pólvora y no muchas personas veían con buenos ojos que un Omega sin marca y un Alfa aparente tenga un bebé. Yuki Tsunoda se pasaba sus comentarios por donde no le da el sol, la única persona cuya opinión le importaba, por muy sorprendente que sonase, era la de su jefe y este le había dicho sin rodeos que a pesar de estar en cinta, el empleo seguiría siendo suyo siempre y cuando lo quisiera. Él tenía que preocuparse por comprar una cuna y pañales, no por las miradas desdeñosas de seres de mentes cuadradas.

Sorbió con fuerza la leche saborizada de la pequeña botella de plástico. Su jefe le había creado un nuevo antojo con dicha bebida cuando lo envió hace unas horas a comprar unas "en secreto" para él y a Yuki se le habían antojado unos minutos después como si fueran la última Coca-Cola del desierto. Había aprovechado su descanso para comprar unas y de paso, regalarle una al mocoso de su jefe en agradecimiento por haberle permitido conservar el trabajo.

Sus ojos captaron el rostro serio de uno de sus compañeros de oficina, casi pálido y se acercó a él con cejas fruncidas, la pequeña bolsa con bebidas balanceándose en su mano y cuando llegó, la mirada de las únicas personas que no consideraba "víboras" de la empresa se posaron en él.

-¿Qué pasó?- Preguntó y el cuerpo de Nico tembló frente a él. -¿Qué le sucede? ¿Por qué
estás así?- Él Alfa lo miró con ojos brillosos, mas sin embargo fue Oscar quien respondió por él.

-Está escribiendo su carta de renuncia y de paso un testamento.- Él le contó, luciendo estresado. -¿La razón? El señor Verstappen le sonrió en la mañana.- Todos se estremecieron ante la mención de dicho suceso. Yuki pasó las manos por sus brazos, sintiendo los vellos de su cuerpo erizarse.

-Eso siempre es de mal
augurio.- Daniel se sumó a la conversación, su voz bajando unos tonos cuando añadió. -Recuerdan al contador Bottas, ¿verdad? Unas horas antes de que resbalara por las escaleras el señor Verstappen lo había felicitado por su trabajo. Unos minutos después... ¡POOM!- Exclamó y todos dieron un pequeño salto en el lugar. -El hombre estaba en hospital con varias costillas rotas.- Un lloriqueo de Nico se escuchó por las palabras ajenas.

-¿Y que me dicen de la señora Wolff?- Esta vez fue el turno de Lando de añadir, sus ojos fijos en la expresión de sus compañeros de trabajo mientras relataba. -Fue unos días antes de las vacaciones de invierno. La escuché reir junto al señor Verstappen en su oficina, al día siguente no apareció en la oficina. Ni al otro día, ni al que le siguió a ese. Nunca se supo más de ella.- Un sonido en seco se escuchó y los ojos de los presentes fueron a un Nico desmayado sobre el escritorio.

-Ven lo que hacen.- Oscar les gruñó, levantando la frente del Alfa para observar el daño. Arrugó sus cejas, ese golpe dejaría un buen chichón. -Dejen de actuar como masoquistas que necesitan que su jefe los trate como la mierda para sentirse tranquilos.- Les reprochó. -La señora Sussie no vino más a la empresa porque se retiró y no porque se hubiera reído con el jefe.- Les contó.

-Y el contador Bottas resbaló en las escaleras por ignorar la señal que indicaba que las acababan de limpiar.- Yuki añadió, sorbiendo su bebida y Piastri agradeció al cielo con las manos en alto que uno de sus compañeros actuara de forma sensata. -Igual si es de mal augurio ver una faceta "agradable" del jefe. Ayer fue comprensivo conmigo y cuando llegué a la casa en la tarde, se rompió la calefacción- Yuki añadió y sonidos de sorpresa se escucharon. Oscar rodó los ojos.

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