Capítulo -2: La Madrastra.

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Juliette solo lo miró con atención, el sujeto de sereno y a su vez firme semblante la miraba con curiosidad y paciente por una respuesta.

—Juliette, señor —le respondió con voz tranquila—. Supongo que es usted uno de los hijos del señor Daishinkan.

—Así es —afirmó el joven hombre—. Mi nombre es Mojito —le dijo, sin poder ser indiferente al abismo en los ojos color verdes de la muchacha. Y su voz, hubiera jurado que escuchó melodías de sus labios en lugar de aquel tierno nombre. Juliette—. He de suponer que eres una nueva criada de ésta casa. No estaba al tanto de eso —agregó tratando de adivinar el motivo de su presencia en la habitación de su padre.

Juliette estaba por responder, cuando la presencia de la criada que la trajo la detuvo con su voz cansada y algo vieja.

—Señor Mojito, su padre desea verlo en la brevedad posible. Dijo que es de extrema urgencia —le dijo la mujer.

Mojito le dedicó una última mirada a Juliette y salió de la habitación con un poco de prisa.

Korn se hizo presente en la sala de su casa aún vestido con ropa acta para la equitación. Estaba por montar a uno de sus caballos cuando su padre lo mandó a llamar. Whis estaba en la cocina merendando y fué incluso antes de que lo llamaran; simplemente quiso saludar a su padre cuando lo oyó llegar. Merus y Marcarita estaban juntos en la terraza jugando una partida de ajedrez que el muchacho iba ganando ya que su hermana mayor no era muy buena en juegos como esos.

Daishinkan fué bien recibido por sus hijos, pero pronto esas expresiones alegres cambiaron a una de asombro total al oír las noticias de su padre. Él fué breve en anunciar que se había casado nuevamente con una mujer joven. No hubo pompas y celebración, fué una boda con una ceremonia simple a la que no asistieron nada más que los novios, el padre de la novia y un par de socios que consideraba cercanos. Ni siquiera vistieron de novios como se debía. Juliette con el viejo vestido con el que se casó la madre que alguna vez tuvo y Daishinkan en uno de sus trajes habituales.

La expresión de Mojito fué la que más resaltó. La mujer que acababa de conocer y le pareció agradable y tierna era su madrastra, y unos seis años menor que él para colmo.

—La que está en tu habitación —articuló Mojito—. Ya la ví. Luce bastante amable para empezar.

—¿Cómo, ya la conociste? —le preguntó su hermano Whis.

—Solo crucé con ella un par de diálogos. No sabía quién era. Solo buscaba a mi padre al escuchar ruidos en su habitación —le respondió.

—¿Una madrastra dos años más joven que yo? —se cuestionó Marcarita analizando su situación familiar—. Es extraño, pero no desagradable del todo.

—¿Y que esperaban? —cuestionó Korn, el mayor de los varones—. De casarse de nuevo, era obvio que no lo haría con una mujer de avanzada edad incapaz de concebir hijos. Ese no es el objetivo de un matrimonio.

Sus hijos siguieron haciendo unos cuantos comentarios de esa índole. Le hacían preguntas sobre Juliette, pero poco conocía él de su propia mujer. Parecían no caer mucho en cuenta de la situación, pero a la vez sí.

—Debería de avisarle a mis otros hermanos —sugirió el hijo más joven de todos, Merus.

—Ya he mandado cartas a cada uno de ellos informando sobre la noticia. Mínimo espero que se tomen el asunto con sensatez y calma como lo han demostrado ustedes hasta el momento —le respondió Daishinkan.

—Mi posición es neutra ante la situación —comentó Marcarita.

—Así debe ser —apoyó su hermano Korn.

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