Capítulo -4: En Secreto.

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Mojito decidió bajar la colina e ir a dónde estaban su padre y Juliette.

Juliette le sonrió cuando lo vió acercarse, cuando Daishinkan se dió cuenta de que ella sonreía, volteó por sobre su hombro para encontrarse con su hijo; de igual modo lo saludó con una sonrisa.

-Padre, no esperaba encontrarlo por aquí -le dijo Mojito.

-Hace tiempo que no disfrutaba de un paseo a caballo, mucho menos de pasar tiempo con mi esposa -le dijo Daishinkan-. Pero me temo que hemos terminado por hoy.

-¿Tan pronto? -cuestionó Juliette mirándo a Daishinkan a los ojos.

-Como haz cambiado de opinión. Al principio no te veías convencida -le dijo Daishinkan.

-Están muy lindos los terrenos de tu casa. Me dan tranquilidad -le dijo Juliette.

-Quisiera acompañarte, pero tengo trabajo pendiente. Lo dejaremos para otro día -le explicó Daishinkan.

Mojito sintió como sobraba en esa escena, pero rápidamente consiguió como incluirse.

-Si Juliette quiere montar a caballo un rato más, con yo mucho gusto puedo acompañarla. Hasta puedo mostrarle el lago que está cerca -se ofreció.

Daishinkan miró a Juliette y parecía que a ella le agradaba la idea, por ello no vió inconvenientes y le dió su permiso.

-Adelante -le dijo-. Pero no sé tarden mucho, el frío los puede enfermar -miró a Juliette.

Ella quedó contenta por recibir el permiso de Daishinkan, tanto que lo abrazó brevemente dejándolo sorprendido. Ella no había tenido ni una muestra de afecto hacia él.

El único contacto que ambos habían tenido solo había sido el pequeño beso al momento de ser casados, pero fué tan breve y fugaz, como también frío y trémulo. No tuvo sentimientos alguno.

-Confio en que cuidarás a Juliette -le dijo a Mojito.

-Así será, padre -le respondió su hijo.

Daishinkan se fué dejando a su hijo y su esposa a solas tomar un paseo.

Mojito pidió que ensillaran a su propio caballo y unos minutos después ya estaban de camino por los senderos cubiertos por hojas amarillentas y anaranjadas pintadas por el otoño.

A diferencia de Daishinkan, Mojito dejaba que Juliette tomara sus propias riendas y solo le daba instrucciones de que hacer cuando parecía que perdía el control.

Mojito era muy tranquilo, más callado que Daishinkan.

-Eres apático, enigmático, pero tú cara expresa nada de pasión -le dijo Juliette.

-¿Eso te parece? -Mojito levantó las cejas con un poco de sorpresa-. Te equivocas, no expresarse no significa sentir menos, al contrario, soy más receptivo de mi entorno, simplemente los demás no tienen porque compartir mi sentir.

-¿Por qué no? A veces se siente tan bien cuando otra persona comparte tu alegría o te acompaña en tus penas -expresó Juliette.

Mojito agachó la cabeza y sonrió.

-Tu te me haces una persona de alegrías reservadas, pero de desagrados extrovertidos -señaló él-. Es eso o simplemente las circunstancias no me han permitido verte feliz.

-Estás es lo correcto -afirmó ella-. Mi situación es tan desafortunada como una gran fortuna a la vez, según todos a mi alrededor.

-Está mal... -le dijo Mojito. Juliette lo miró sin comprender del todo-. Lo que hicieron ambos; tanto tu padre como el mío.

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