Capítulo -17: Bebé.

125 19 26
                                    

—Tengo casi dos semanas sin hacer el amor... —le dijo Juliette con una sonrisa ladina.

Mojito sonrió al convencer a Juliette.

—Así que imagina las ganas que debe tener mi marido —Juliette hizo que Mojito borrara su sonrisa abruptamente.

Juliette lo miró con astucia antes de seguir su camino sin prisa.

—Juliette... —la llamó Mojito, pero ella lo ignoró.

Fué al despacho de Daishinkan, dónde lo encontró sentado tras su escritorio, con un par de anteojos de lectura puestos y unos papeles en la mano. Él subió su mirada a la puerta cuando oyó que se abrió.

—Pensé que estarías ya dormida —le dijo Daishinkan.

—No puedo dormir sin tí a mi lado —le dijo Juliette desde la puerta, con una sonrisa algo pícara—. ¿Cuando piensas venir a dormir?

Daishinkan sonrió sin intenciones detrás y volvió a mirar los papeles en su mano.

—Me falta poco, en media hora o una hora cuánto maximo —le dijo—. Necesito verificar que todo ésto esté en orden para mañana. Es importante.

—Entonces supongo que no hay problema si te hago compañía —le dijo Juliette cerrando la puerta tras ella con seguro.

Daishinkan notó eso, y la siguió con la mirada cuando se dirigía al sofá que estaba ahí. Su mirada se paseó detallando el estado de Juliette. Eran obvias sus intenciones. Quería seducirlo.

—No —le dijo Daishinkan—. Mejor ven aquí —agregó quitándose los anteojos para dejarlos sobre el escritorio.

Ella no se negó, sabiéndose victoriosa se sentó en su regazo.

—¿Cuáles son tus intenciones aquí, Juliette? —le dijo luego de darle un beso en el hombro cerca de la clavícula.

Juliette no respondió hasta rato después; tiempo que se tomó para darle un par de besos en el cuello y luego subir a sus labios.

—Tú y yo dejamos algo pendiente aquella noche en el hotel... —le respondió Juliette.

—No es el lugar indicado —le dijo Daishinkan, aunque no tenía intenciones de negarse a ella.

—Todos están dormidos a ésta hora. Además, es tu casa, y tú y yo una pareja recién casada —señaló Juliette.

Daishinkan no dijo más y se dedicó a perderse en el cuello de Juliette bajando poco a poco hasta el límite del escote que dejaba a la vista el camisón para separarse de ella y con delicadeza bajarlo lentamente desde sus hombros hasta que quedó bajo sus pechos dejándolos en libertad.

Procedió luego a desatar el nudo de su corbata para dejarla caer sobre su cuello como una estola. También desabotonó al menos tres botones de su camisa. Al terminar, llevó su mano derecha directo al pecho de Juliette y la besó en los labios. Eso bastó para erizarle la piel a la muchacha.

La tomó de la cintura con posesión para jarlarla y pegarla contra su cuerpo a una distancia prudente que le permitiera con comodidad bajar dejando un trazo de besos desde su cuello hasta sus pechos, quedándose ahí un rato. La respiración de Juliette se volvió algo agitada, desesperada, y eso que apenas comenzaban; sin embargo, el sonido de su respiración se silencio abruptamente gracias al alarido que dió al sentir una mordida en su pezón.

Daishinkan se separó de Juliette un poco y ella se fué directo a su cuello a besarlo con desespero. No fué hasta unos pocos minutos después que Daishinkan la tomó por la cintura y se levantó para dejarla sobre el escritorio y proceder a quitarse el chaleco y la corbata que aún tenía sobre los hombros; también desabrochó los botones que le faltaban.

Alevosía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora