Capítulo-21: Confesión.

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—Jamás, óyeme bien, jamás en mi vida dejaría a Daishinkan. Estoy casada hasta la muerte con él. Lo amo y él a mí —le dijo mirándolo a los ojos como una fiera embravecida.

—No permitiré que mi hija sea criada por un hombre que no es su padre —le dijo Mojito con el mismo ánimo que tenía Juliette.

—No es tuya, no lo es y jamás lo será —le dijo Juliette poniéndose delante de la cuna, impidiéndole que viera a Syrah—. Te juro que si llegas a tocar a mi hija, tomaré el revolver de tu padre y te mataré si es necesario.

—¿Cómo esa boca que me profesó y juró tanto amor puede pronunciar tales declaraciones de odio?

—Porque fuí ilusa, fuí tan tonta —declaró Juliette en un tono de voz más bajo mientras dos gruesas lágrimas corrían por sus mejillas—. Te creí, te quise, pero yo no conocía el amor y probablemente dañaré el único que tengo, al único que me amó de verdad. No como tú. Eres cobarde, porque si de verdad me hubieras amado me hubiera sacado de ésta casa un año atrás, ni siquiera hubiera permitido que otro hombre que no fueras tú me tocara. Sin embargo, te agradezco que no lo hicieras, porque estoy donde debería estar y soy feliz con él.

—Lo lamento tanto —le dijo Mojito—. Esperaba el momento idóneo, pero quedaste encinta. Ahora te lo estoy proponiendo. Juliette, en otro país nadie sabrá quienes somos, de dónde venimos, ni siquiera sabrán lo que hicimos. Tengo negocios ajenos a los de mi padre, varias propiedades, a nuestra hija no le faltará nada, a tí tampoco.

Juliette miró por encima de su hombro a su bebé en la cuna; había empezado a llorar.

—Hace un año hubiera aceptado con toda la alegría de mi corazón —dijo Juliette al cerrar los ojos para voltear a verlo—. Pero mi alegría cambio de nombre, se llama Daishinkan, y mi corazón tuvo nuevo dueño y se llama Syrah —lo miró a los ojos más segura que nunca—. Te repetiré una vez más, Daishinkan es su padre. Y por favor, retirate ahora —hizo un ademán para indicarle que se fuera—. Mi hija tiene hambre y no merece esperar por una persona que no vale la pena.

Mojito no dijo más y se retiró.

Juliette se dió la vuelta para tomar a su bebé en brazos. Lloraba desesperadamente, tal vez la energía de la discusión la afectó también.

—Perdóname —le dijo Juliette a Syrah mientras lágrimas aún corrían por sus mejillas—. Perdóname porque te fallé desde antes que nacieras. Cometí un grave error y tú padre seguro no me perdonará cuando se entere —se secó las lágrimas.

Trató de buscar la calma, se sentó y se dispuso a alimentar a su hija para que dejara de llorar también.

Unos minutos después entró Daishinkan de nuevo a la habitación.

—¿Dónde está Mojito? —le preguntó.

—Le pedí que se retirara. Syrah tenía tanta hambre que empezó a llorar —le explicó Juliette.

Para Daishinkan no pasó desapercibido que Juliette estaba cabizbaja, tampoco aquellas huellas de lágrimas en su rostro y sus ojos levemente enrojecidos.

—¿Qué sucede? —le preguntó.

—Nada realmente importante —le respondió Juliette.

—La vida me ha enseñado a nunca creer en el "nada" de una mujer —le dijo.

Juliette lo miró y él se sentó a su lado.

—No te agradaría escucharlo —le dijo antes de volver su mirada a su hija aún pegada a su pecho.

Daishinkan alzó las cejas.

—¿Qué podría ser ese acontecimiento que no será de mi agrado? —le cuestionó.

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