Capítulo -12: El Juego.

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Daishinkan bajó en compañía de Juliette a recibir a sus hijos. En cuanto llegaron a la sala principal de la casa a dónde todos se habían trasladado, la muchacha fué el centro de atención de los recién llegados.

La recibimiento no pasó de saludos corteses y presentaciones. Sour fué muy amable con Juliette, al igual que Campari que no se vió muy interesado en conocerla mejor; para él solo existía y le daba su valor en esa familia, respeto. Sin embargo, Vados saludó de una manera un poco sugerente. La miró con detenimiento y analítica a cada palabra y movimiento que hacía. No se atrevió a nada más, por los momentos.

A medio día alguien más llegó a la mansión; Cus. La mayor de la familia.

No hizo falta criada que abriera la puerta principal para ella; Daishinkan mismo fué a recibirla en cuanto logró oír que se aproximaban.

Bajó del vehículo seguida de un niño de unos diez años, de mirada dulce y semblante amable. También un hombre, esposo de la mayor.

Cuando el niño bajó, Cus lo detuvo para arreglarle el traje que había arrugado por el largo viaje.

—Ya basta, madre —reclamó el niño—. ¡Mirá, mi abuelo ya está aquí!

—Espera, Camelot —le dijo Cus.

Sin embargo, el niño salió corriendo hacia Daishinkan.

Cus no solo era la primera hija, también le dió su primer nieto: Camelot. Aunque de una manera bastante triste, fué el nieto con el que Daishinkan tenía más apego.

Resultaba que ese niño nació un día después de la muerte de la esposa de Daishinkan. Para ese entonces Cus estaba recién casada y embarazada de siete meses y medio. Su madre estaba muy enferma, por lo que se estaba quedando en la casa. Era la única casada en ese entonces. Tristemente una noche su madre murió y como le dolió, tanto que entró en una crisis que le provocó el parto prematuro en ese instante. Así nació Camelot a la 1 de la madrugada, solo pocas horas después de la muerte de su abuela.

Daishinkan podía recordar a ese bebé tan diminuto. Nunca había visto a uno tan pequeño, tan frágil. El médico fué honesto diciendo que no creía que sobreviviría durante mucho por las condiciones en las que nació, además, Cus tampoco se encontraba bien y de mejorar, jamás podría tener más hijos nunca.

Había perdido a su mujer esa noche y temía a perder a su hija o su nieto. Eran demasiadas perdidas en muy poco tiempo.

Esa mañana hubo un funeral en la sala, mientras arriba lloraba una madre y su bebé que apenas podía llorar por lo fácil que era. Cuánto dolor hubo en esa casa ese día.

Díez años después ahí estaba ese niño y su madre tan fuertes como un roble.

—¡Abuelo, abuelo! —se abalanzó sobre Daishinkan para abrazarlo.

Daishinkan lo hubiera cargado de no ser porque el niño estaba crecido como para hacerlo.

—¿Es cierto que ahora tengo una abuela? —preguntó Camelot luego de que Daishinkan lo saludara.

Daishinkan no pudo evitar reírse con decoro de la pregunta de su nieto.

—Camelot —regañó Cus subiendo las escaleras de la entrada para ir a ellos—. Le ruego que lo perdone, padre —le dijo a Daishinkan cuando llegó a ellos—. No es fácil explicarle su situación a un niño.

—Creo que no funciona así del todo —le dijo Daishinkan al niño—. Juliette es mi esposa, pero no es tu abuela. Puedes llamarla por su nombre si lo deseas y si ella lo permite.

—Es descortés llamar a un adulto por su nombre —señaló Camelot—. Mi madre lo dice siempre.

—Puedes preguntarle a Juliette como quiere ella que la llames y así no será descortés —le dijo Daishinkan.

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