Esa tarde Juliette se la pasó durmiendo. Había quedado agotada, por lo que Daishinkan pidió que nadie la molestara por el resto del día.
Se sentía tan mal, pero su estado físico no tenía nada que ver. Apenas asimilaba que llevaba una vida en el vientre, no lograba armonizar con la idea.
¿Dónde quedaba el romanticismo que pintaban de los matrimonios y los bebés? Aún no veía color de rosas lo que estaba viviendo, era más gris. Opaco, nublado, triste...
Se sentía sumida en soledad y silencio, mientras abajo se escuchaba a lo lejos como celebraban por la criatura que ella tenía en las entrañas.
Quería llorar, pero no lo hizo. Solo silencio en aquella habitación a oscuras.
No fué hasta la noche que ella decidió bajar y acompañarlos a cenar. Físicamente estaba mejor y no quería seguir sola arriba, dónde sus pensamientos la atormentaban en conjunto de la culpa.
—Recuerdo muy bien como solía bailar en la sala en las noches con mi madre —decía Vados—. Era todo un espectáculo verlos, aunque creían que no los veíamos.
—Sí sabíamos, solo los ignoramos —respondió Daishinkan—. Nada se hacía a escondidas con todos ustedes en casa.
Juliette se detuvo a mitad de la escalera cuando escuchó lo que conversaban.
—Mis momentos favoritos eran cuando nos llevaban al pueblo los domingos luego de misa —dijo Campari.
A ella nunca la llevó al pueblo, ni siquiera la sacó más que aquel desafortunado viaje cuando fué a ver a su padre.
—Tal vez para ustedes. Su madre, Cus, Korn y yo terminabamos recorriendo medio pueblo para encontrarlos porque se separaban —señaló Daishinkan.
La conversación se prolongó un rato más. Juliette escuchó como hablaban maravillas de aquella primer esposa de Daishinkan; como expresaban que aquel amor era el más perfecto que habían visto, historias y anécdotas en familia, pero... Le dolió mucho de lo que ahí se habló. Ni por un segundo se mencionó su nombre, aunque no era apropiando tratándose de "esa" familia. Ella ahora era algo así como "punto y aparte" pertenecía a la familia, aunque de un modo diferente.
Había escuchado lo suficiente como para terminar dolida. No lo entendía, pero ardía. ¿Cuando y como terminó queriendo así a Daishinkan? Estaba más confundida que nunca.
Juliette iba a retroceder para volver a la habitación, pero al darse la vuelta se encontró con Whis que venía bajando las escaleras.
—¡Juliette, querida!, ¡Felicidades por el nuevo hermano que nos darás! —exclamó con su alegre jovialidad habitual.
Las risas y la conversación en la sala se apagaron abruptamente al escuchar aquella exclamación de Whis.
Juliette se obligó a sonreírle.
—Ay, pero deberías descansar. ¿Te sientes bien luego del golpe que te diste? —siguió Whis.
—Me siento bien, por eso quise acompañarlos, pero mejor me voy —le respondió Juliette.
Daishinkan no tardó ni un minuto asomarse desde la sala hasta las escaleras. No esperaba que ella bajara.
—Pensé que dormías. Deberías descansar, el médico lo dijo —le dijo cuando ellos bajaron.
—He estado sola toda la tarde, me siento bien y quería acompañarlos. ¿Hay algo de malo? —le cuestionó Juliette.
—En lo absoluto —respondió Daishinkan extrañado por la forma en la que habló Juliette.
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Alevosía
FanfictionCuando todo parece perdido la traición puede parecer una salida, un escape de la realidad. Historia corta.