Capítulo -8: Joyas.

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—Deberias ir a buscarlo —propuso Marcarita a Korn—. Si a estas horas ya debió haber llegado, seguramente podrías encontrarlo en el camino.

—Son cinco horas de viaje, Marcarita. ¿Cómo crees que podría encontrarlo así de fácil? —le cuestionó su hermano—. Además, ¿Cómo pretendes que salga con este clima si ni siquiera se puede ver dónde está uno parado? Sería una completa insensatez.

—¿Entonces dices que lo mejor es esperar? —cuestionó Merus.

—No te metas en ésto, Merus. Es un tema que debemos resolver los mayores —regañó Korn.

—No parece que buscan una solución. Solo proponen sentarse a esperar a que aparezca o a recibir noticias —siguió el menor de los hermanos.

—Yo no he dicho eso —aclaró Korn.

—Debe haber una manera de comunicarse con él —comentó Juliette.

—¿Y como? —cuestionó—. De llamar al hotel donde suele hospedarse en la ciudad no serviría de nada, porque lo más seguro es que después de tantas horas se encuentre en el camino.

—Entonces yo iré —Whis se dió la vuelta para cruzar la puerta a sus espaldas.

—¡Que no lo harás! —Korn lo tomó por el hombro impidiendo que se fuera—. ¡Ninguno de ustedes abandonará ésta casa! —decretó con severidad.

—¿Por qué habríamos de obedecer tu palabra? —cuestionó Mojito—. Si tú no propones una solución lo más sensato es que la busquemos nosotros.

—Obedecerán porque en ausencia de mi padre yo soy el señor de la casa por ser el mayor —dictaminó sin dejar su tono autoritario—. Ante éste problema la única solución es esperar a que baje la tormenta y así salir sí el hielo en el camino nos lo permite.

—Señor Korn —la criada interrumpió con la mirada baja esperando a que el mayor de los hermanos no le alzara la voz por el enojo que tenía—. Disculpe mi interrupción a ésta conversación familiar, pero debo decirle que el teléfono del despacho del señor Daishinkan está sonando —informó.

Korn miró a sus hermanos y sin decir palabra alguna salieron casi que corriendo tras el hermano mayor. Cabía la posibilidad de que esa llamada fuera de su padre.

Al entrar tomó el teléfono que estaba colgado de la pared contestó. Al oír la voz del otro lado, suspiró aliviado.

—¿Es él? —preguntó Marcarita.

Korn hizo un gesto indicándole que guardara silencio.

—Pero dinos ya, Korn —insistió Whis—. ¿Es nuestro padre?

De nuevo Korn hizo un gesto indicándo que aguardarán un momento.

—Comprendo. Todos se encontraban preocupados. La casa está en orden, el único problema lo dieron los establos cuando la tormenta tiró las puertas. Lo arreglaremos en la mañana —le dijo Korn a su interlocutor—. Estaremos esperando por usted por la mañana —finalizó para colgar la llamada y volver a colocar el teléfono en su lugar.

—¿Entonces? —dijo Whis esperando a que hablara de una vez.

—Se encuentra bien. Venía de camino cuando comenzó la tormenta, lo que lo obligó a ir al pueblo más cercano que encontró. Dijo que volvería para la mañana cuando la tormenta haya acabado —notificó, aliviando a todos sus hermanos y madrastra.

—Que alivio —dijo Marcarita.

—Que bueno saber que se encuentra en perfectas condiciones —dijo Korn.

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