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Novias.

Bueno, vale. De mentira. Pero iban a ser novias.

Hacía tanto que Luisita no era novia de nadie... Sí, puede que un año no fuera mucho, pero es que, si lo pensaba, aun cuando seguía con Esther, la relación había perdido mucho de lo que fue. Ya no había miradas cómplices, ni caricias, ni manos entrelazadas.

Ahora Luisita vivía de las películas románticas y de los actos de amor de cine y... sí. Lo echaba de menos. Echaba de menos conocer a alguien y crear una relación tan sólida como bonita, pero es que... aún no había conocido a nadie y no quería forzarse. No tenía por qué.

Por lo que este pacto le ayudaría a mantener a su hermana y a Marina a raya. Que la dejaran tranquila mientras ella seguía con su vida. Poco a poco.

Además, iba a ayudar también a Amelia, ¿no? A conseguir que interpretara aquellas escenas ficticias con las que tanto soñaba la rubia. ¿Quién mejor para ayudarla para prepararse para un papel romántico que Luisita? Que sabía todo sobre el amor en las películas, no tanto sobre el de la vida real.

Aun así, le parecía increíble que Amelia no se hubiera enamorado nunca, o por lo menos, que nunca hubiera tenido pareja. Es que le parecía tan descabellado que aquella mujer jamás hubiera estado con nadie como aquella situación.

Dios... ¿Qué estaba haciendo?

– Me tengo que ir. – dijo Amelia mirando su reloj.

– Sí, yo también debería volver ya.

– Te acompaño. Ya sabes, para despedirme de tu cuadrilla.

Luisita tragó saliva y asintió mientras caminaba junto a Amelia hacia aquella mesa donde ahora sólo estaban Marina, Alejandra y Esther, pero tampoco le extrañó. Su hermana no solía aguantar más de diez minutos junto a Esther.

Luisita las presentó rápidamente mientras saludaba a las dos morenas que la miraban sonriente, hasta que al saludar a la última, a la castaña, Luisita dijo el nombre "Esther", y con eso Amelia entendió el por qué de aquellas miradas asesinas.

– Bueno chicas, me tengo que ir. Encantada de conoceros.

– ¿Ya? – preguntó Marina.

– Sí, Luisita me dijo que estaba por aquí y sólo me he pasado a saludar.

– ¿Has venido para sorprenderla en su descanso en el hotel? Que mona. – dijo una de las morenas, la que tenía la mano entrelazada con Esther que seguía mirándola como si hubiera rapado todas sus muñecas de pequeña.

– ¿Hotel? – preguntó Amelia sorprendida.

– ¿No sabías que trabaja en un hotel?

La voz de Esther llamó su atención, y en ese momento, la castaña se llevó la mano de la chica de su lado a la boca para dejarle un beso en el dorso.

Luisita ya le había contado que seguía siendo amiga de su exnovia, y que todo el mundo pensaba que lo llevaba mal, cosa que no era así. Y ella lo entendía, podía entender que una relación pudiera convertirse en una amistad. Pero esa chica estaba con lo que parecía ser su nueva pareja, del mismo grupo, con suficientes muestras de cariño como para que ella mirara a Luisita para ver si aquello le molestaba.

Y eso sí que lo entendió. Entendió todo lo que se refería la rubia a que sus seres queridos estaban preocupados por ella.

Le había pedido a Amelia que no fuera una persona más de las que sienten pena por ella, y no pensaba hacerlo. Pero también iba a divertirse un poco con la situación.

– Pues no. Nos conocimos anoche y la verdad es que nuestras lenguas estaban más ocupadas en otros lugares del cuerpo como para hablar.

Marina hizo un ruido como si su hubiera atragantado intentando aguantar la risa y Luisita simplemente parecía completamente sonrojada a su lado.

– ¿Es ese hotel? – preguntó señalando al otro lado de la plaza, a lo cual Luisita sólo asintió. – Te acompaño, tesoro.

Luisita ni si quiera supo qué responder a eso, así que se despidió rápido con la mano y caminó rápido para cogerle el ritmo a Amelia.

– ¿Tesoro? – preguntó a rubia cuando se quedaron solas.

– Las parejas se supone que se tienen apelativos cariñosos, ¿no?

– ¿Pero, tesoro? ¿En serio?

– ¿Bombón?

– Madre mía...

– ¿Prefieres "muñeca"?

– Como me llames muñeca te mato. – masculló la rubia.

Amelia sólo se rio, sabía que no la mataría ni mucho menos, pero quizás moriría de la vergüenza.

– Entonces, dime cómo quieres que te llame, bebé.

– Dios... ¿Tienes que llamarme por algún apelativo?

– Pues sí.

– ¿Por qué?

– Porque soy actriz, Luisita. Necesito meterme en el papel. Necesito algo característico de mi personaje para interpretarla, conocerla.

Luisita suspiró profundamente. No le parecía buena idea para nada aquello de que Amelia interpretara un papel cada vez que estuviera con ella. Que todo fuera tan... falso.

– Simplemente, llámame "cariño".

– Está bien, cariño. – dijo con una pequeña sonrisa.

Y lo dijo suave, saboreándolo, como si fuera la primera vez que pronuncia esas palabras. Luisita ignoró las cosquillas que le ocasionaron sus palabras y simplemente asintió como aprobación.

– Déjame tu móvil. – dijo Amelia mientras extendía su mano.

– ¿Para qué?

– Para darte mi número.

– Ah.

Ni si quiera había caído en eso... Esto iba a ser un completo desastre.

Miró a Amelia teclear su teléfono sin poder evitar morderse el labio con nerviosismo.

La ojimiel le devolvió el teléfono y ni si quiera le dio tiempo a mirar la pantalla cuando, sin previo aviso, Amelia hundió sus dedos entre los mechones rubios de su nuca y, tras mirarla a los ojos unos segundos, cubrió sus labios con un beso que la hizo gemir levemente. No supo si de sorpresa o de la descarga eléctrica que atravesó su cuerpo, pero el sonido salió de ella sorprendentemente fuerte.

No fue un beso largo, fue un simple beso de despedida pero... Qué beso.

– Adiós, chicas.

Se separaron al escuchar la voz de Alejandra que pasaba a su lado junto a Esther que miraba fijamente a Luisita. Volvió la vista hacia la ojimiel y ahora, por la sonrisa ladeada que tenía, se dio cuenta de que aquel beso sólo había sido parte de su papel.

– Nos vemos. – le susurró contra los labios antes de darse la vuelta y alejarse de ella.

Pero una mala sensación se quedó en Luisita, una que no pudo retener para sí misma.

– Oye, Amelia. – la ojimiel no había avanzado más de un par de pasos y se dio la vuelta ante su voz. – Sé que para ti esto es solo un juego, pero para mí... Esto es importante. Tengo mucho que perder.

La mirada de Amelia se suavizó un poco y asintió a la vez que una sonrisa se dibujaba en sus labios.

– No te preocupes, cariño. Será divertido.

Luisita amplió la sonrisa y la vio perderse calle abajo.

Y ella, que seguía ahí parada con el móvil en la mano, lo miró para ver lo que había en la pantalla y sin darse cuenta, su sonrisa cubría completamente su rostro al ver el nombre que Amelia se había puesto como contacto.

La mejor noche de tu vida.

Amor de película (y otras mentiras)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora