6

950 122 8
                                    

No sabía cómo había llegado ahí. Bueno, sí lo sabía. Amelia se lo había pedido. Le había mandado un mensaje proponiéndole que fuera a su casa para hablar porque, si iban a llevar una relación, aunque fuera de mentira, necesitaban conocerse.

Habían pasado un par de días desde que había empezado todo aquel lío y ahora ahí estaba, con un pequeño tic en el ojo por pura ansiedad y con la pierna sin parar de moverla mientras esperaba a que Amelia le abriera la puerta.

Había revisado como unas siete veces que la dirección estuviera bien antes de tocar el timbre y aun así, dudó cuando lo hizo. Ir a casa de Amelia era algo que encendía todos sus sentidos. Primero, porque era prácticamente una desconocida. Segundo, porque habían quedado para planear una mentira, cosa que Luisita odiaba. Y tercero, porque Amelia era probablemente la chica más guapa con la que la rubia había estado a solas.

Y era una tontería estar nerviosa, porque fuera lo que fuera aquello, era falso.

Pero que alguien se lo dijera a su corazón cuando dio un vuelco en el momento en el que Amelia abrió la puerta y le sonrió de aquella manera.

– Ya estás en casa, cariño.

Luisita sintió cómo sus mejillas se prendían y negó con la cabeza mientras se mordía el labio inferior en un intento inútil de evitar una sonrisa.

– ¿Sabes? No tienes por qué llamarme "cariño" cuando estamos a solas.

– Es para acostumbrarme. – le dijo con un guiño. – Anda, pasa.

Se hizo un hueco y la sonrisa de Amelia flaqueó un poco cuando al pasar a su lado, percibió el olor de la rubia. Ese que las envolvía la noche que se conocieron, mientras estaban en su cama y ella recorría el cuello de Luisita con su lengua...

Negó con la cabeza intentando deshacerse de los pensamientos y se dio cuenta de que la rubia se había quedado parada mirando el salón. Tanto la mesa como el sofá donde ella estaba tumbada hacía unos momentos estaba repleta de folios esparcidos por todos lados.

– ¿Te he pillado ocupada? – preguntó la rubia al ver el panorama.

– No te preocupes, sólo estaba repasando un guion.

– Ya, eres...

– Actriz.

– Lo sé, iba a decir desordenada.

Amelia se rio ante la cara de horror de la rubia al ver todos aquellos papeles.

– Y tú me imagino que no lo eres.

Luisita chasqueó con la lengua antes de volverse para mirarla.

– Digamos que me gusta tener las cosas ordenadas y planeadas.

– Ya, por eso estamos aquí, ¿no? Para planear lo nuestro.

Lo nuestro.

Luisita carraspeó un poco antes de poner una pequeña sonrisa en sus labios.

– Claro.

Amelia apartó todos los papeles del sofá y la mesa para dejarle hueco y le hizo un gesto con la mano para que se sentara.

– ¿Quieres tomar algo? Tengo cerveza.

– ¿Tienes Estrella Galicia?

– ¿Tiene que ser Estrella Galicia? – preguntó Amelia haciendo que Luisita se cortara un poco.

– No, claro que no. Es sólo que es mi favorita, pero tráeme la que tengas.

Amelia la miró unos segundos y se rio antes de irse hacia la cocina. Y a Luisita le temblaban hasta las pestañas. Estaba en una casa que no conocía, con una chica de la que apenas sabía nada y... Joder, ella sólo quería quedarse en casa viendo Notting Hill. O Love Actually. O Crazy Stupid Love. Incluso Orgullo y Prejuicio por centésima vez.

Amor de película (y otras mentiras)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora