16

1K 128 6
                                    

Estaba bebiendo de su cerveza mientras había otra cerveza completamente llena en la mesa que empezaba a calentarse. Había llegado unos minutos antes que Amelia al bar donde habían quedado y la ojimiel le había dicho que fuera pidiendo ya las bebidas porque ya le quedaban un par de paradas de metro para llegar.

En realidad, Luisita agradeció la tardanza para calmarse. Era la primera vez que quedaban con el único propósito de pasar un buen rato y conocerse, y sí, estaba nerviosa. Era una tontería porque se besaban a menudo y ya se habían visto desnudas. Aun así... esto se sentía diferente. Se sentía más real.

Finalmente, Amelia entró en el bar y a Luisita le dio un pequeño vuelco el corazón al verla. Iba simplemente preciosa. Llevaba una falta de cuero negra con una camisa burdeos abotonada lo suficiente como para que Luisita deseara quitarle el resto de los botones.

Se levantó a saludarla y agradeció que fuera Amelia la que decidiera cómo hacerlo dejándole un beso en la mejilla, porque no estaba segura cómo debía hacerlo.

– Que guapa. – dijo Amelia mirándola, haciendo que Luisita sonriera con cierta timidez, haciendo que Luisita murmurara un "tú también".

Se había puesto un vestido corto de flores que le encantaba, era como su conjunto de la suerte.

– Siento llegar tarde. – dijo sentándose frente a ella, dándole un sorbo a la cerveza. – Hoy ha sido un turno largo en la cafetería y sólo me ha dado tiempo a darme una ducha rápida y venir corriendo.

Luisita la miró y no se quería imaginar cómo sería si le hubiera dado tiempo a arreglarse.

– No pasa nada, pero podríamos haber quedado otro día si estás muy cansada.

– No te preocupes. Mañana es tu día libre, ¿no? Quería quedar contigo un día que pudieras quedarte hasta tarde sin preocuparte de madrugar.

Luisita sonrió sonrojándose levemente y a Amelia se le apretó el pecho de esa forma en la que siempre le pasaba cada vez que veía a la rubia algo tímida.

En realidad, aquella quedada era algo más que una simple quedada entre amigas. El verdadero motivo era que Amelia deseaba demostrarles a las voces de su cabeza que estaban equivocadas. Que sí, que Luisita era simpática y guapa, pero ya está. No había motivos para que el cuerpo se le alterara de aquella manera cada vez que la miraba.

La noche anterior fue un completo desastre. No era la primera vez que Amelia se iba de la cama de un ligue tras un revolcón, pero sí que era la primera vez que lo hacía huyendo de lo que fuera que le pasó por el pecho cuando la rubia la miró con las mejillas rojas y los ojos entrecerrados por el efecto del orgasmo. Estaba tan preciosa que a Amelia le dieron ganas de quedarse, abrazarla y repartirle besos hasta que se quedaran dormidas, y eso... simplemente no podía ser. No podía ser porque Amelia era incapaz de sentir nada romántico por nadie y la rubia no sería una excepción.

Y sí, no iba a decir que aquello era una quedada de amigas, porque no engañaba absolutamente a nadie, pero sí que podía volver la Amelia de siempre. La Amelia extrovertida, ligona y confiada a la que no le daba un vuelco al corazón cada vez que aquella chica la miraba.

Podía hacerlo.

– ¿Tú trabajas mañana? – preguntó Luisita irrumpiendo en sus pensamientos.

– Por la tarde. He conseguido cambiarle el turno a un compañero por la mañana para tenerlo libre también.

– ¿A Nacho?

– Que va, esta noche tiene cita con tu hermana así que...

– Vaya.

Amor de película (y otras mentiras)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora