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Nunca un sábado tarde había sido tan tranquilo. Normalmente, los sábados Amelia los dedicaba a practicar cualquier función que tuviera o la siguiente audición a la que se presentaría. Cuando no hacía eso, buscaba de alguna manera cómo pasar la tarde en compañía, o bien llamando a compañeras del teatro o bien echando mano de la su lista de contactos buscando algún ligue con quien quisiera repetir.

Aunque, lo último, no había vuelto a hacerlo desde que cierta rubia había irrumpido en su vida. Ahora, sus sábados consistían en hacer manitas en el sofá con Luisita hasta acabar en la cama. Sin embargo, aquel sábado la rubia rechazó el plan. Sólo le había dicho que no podía y Amelia no le dio mayor importancia.

Pero ahora, la ojimiel tenía que pasar lo que quedaba de tarde tirada en el sofá matando el tiempo con cualquier serie de fondo mientras releía el guion de la audición de Netflix una y otra vez.

Su representante ya le había dicho que había quedado seleccionada entre las finalistas, y le habían mandado una escena más, pero esta vez no era de Lucía y Gala, sino con el resto de amigas protagonistas de la serie, lo que fue sorprendentemente decepcionante para la ojimiel no poder compartir otro momento de interpretación con la rubia.

– Amelia. – la llamó Nacho que estaba de pie junto al sofá. – Te está llamando tu padre.

Amelia se incorporó un poco en el sofá para mirar por encima del guion a la mesilla auxiliar y ver el nombre de su padre en la pantalla.

– Ignóralo.

–¿Ha pasado algo?

– No lo sé, lleva días pidiéndome quedar para hablar y la verdad es que ahora mismo no quiero escuchar ningún drama.

– A lo mejor es importante, Amelia. Igual está enfermo.

Amelia bajó el folio para mirar a su amigo con el ceño fruncido.

– Gracias Nacho, me has tranquilizado un montón.

Se sentó para coger el móvil y dejarle un mensaje a su padre para tranquilizarse, y su amigo se dejó caer junto a ella en el sofá.

– Perdón, mujer. Es que estoy muy nervioso.

– ¿Por?

– Voy a conocer a la familia de María.

– Vaya, un gran paso. – murmuró.

Pero Amelia volvió a coger el folio y fingir que seguía estudiando porque conocía a su amigo, y sabía que le gustaba el drama.

– ¿Y si no les caigo bien? Porque con lo borde que es Luisa conmigo, como haya sido ella la que ha heredado el carácter del padre, la llevo clara. – dijo riéndose, aunque Amelia no le siguió.

– Considerando que Luisita es adoptada, dejaría las bromas sobre genética para otro momento.

Nacho la miró unos segundos pensando que le estaba tomando el pelo, y resopló con fuerzas cuando se dio cuenta de que no era así.

– Joder. No voy a parar de cagarla, ¿verdad?

– No lo creo.

Nacho volvió resoplar y a maldecir, mientras Amelia seguía fingiendo que leía su guion.

– ¿Qué más da si les caes mal? – le quitó importancia su amiga. – Tampoco es que vayas a estar con ella toda la vida...

– ¿Y por qué no?

– Porque amigo mío, tus enamoramientos se van tan rápido como vienen.

– Con María es diferente.

Amor de película (y otras mentiras)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora