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Golpeó la puerta de Amelia con aquellos pensamientos rondándole la cabeza. Por un lado, Marina. Había sido todo un alivio habérselo podido contar a su mejor amiga, haberse quitado parte del peso de aquel secreto, aunque siguiera pesándole mentirle a su hermana. Pero por otro lado, estaba aquella preocupación. Sabía que Marina tenía razón, sabía que Luisita tenía cierta tendencia a enamorarse, o mejor dicho, a creer en el amor. Luisita creía en él hasta donde no lo había. En chicas que la miraban de lejos, el chicas con las que simplemente chocaba el hombro andando por la calle. En chicas que le habían dicho tres palabras bonitas para llevarla a la cama.

En "te quiero" que no acabaron siendo para siempre.

Con Esther había aprendido la lección. No pensaba volver a entregarle su corazón a la primera chica que le sonriera, ni...

Amelia abrió la puerta con una sonrisa deslumbrante, sus rizos recogidos en un moño y el corazón de Luisita la traicionó con un sobresalto.

– Te estaba esperando, Lucía.

A Luisita se le cayó la sonrisa de golpe y se sintió un poco idiota porque su cuerpo se hubiera alegrado tanto al verla.

– Es Luisita... – murmuró.

Pero Amelia rio y tiró de ella para que entrara.

– Anda, pasa.

Cerró la puerta y Amelia se acercó al sofá para coger un papel mientras Luisita se permitía admirar a la ojimiel. Estaba usando una camiseta holgada con unos leggins que realzaban su figura. Simple y preciosa.

– Hoy, eres Lucía. – dijo entregándole el papel. – Y yo, Gala.

Luisita frunció el ceño y se dio cuenta de que lo que contenía aquel folio era un guion.

– ¿Tu personaje se llama Gala?

– Mola, ¿eh? – le guiñó el ojo con una sonrisa.

Luisita sonrió de vuelta y le dio la vuelta al papel, dándose cuenta de que estaba en blanco.

– ¿Sólo te han mandado esto?

– ¿Qué quieres, que me manden la trama entera? – preguntó Amelia aún con la sonrisa. – Sólo me mandan la escena que tengo que hacer para la audición, imagínate si les mandan el guion entero a todas las personas que se presentan. La trama estaría en internet al segundo día.

– También es verdad...

– Anda, ponte cómoda mientras preparo algo para picotear. – le dijo señalando el sofá. – ¿Te gustan los frutos secos o eres alérgica a alguno?

Lo dijo mientras se alejaba hacia la cocina y Luisita no se dio cuenta de que se había quedado callada sin reaccionar hasta que la ojimiel se giró a mirarla justo antes de desaparecer.

– Sí. – carraspeó. – Frutos secos están bien.

Amelia asintió con una sonrisa y desapareció tras la puerta, y Luisita se sentó en el sofá para leer el guion. Pero, mientras lo hacía, un nudo crecía en su garganta, quemándole.

La escena trataba de dos chicas y era una escena de declaración de amor. Estaba ambientada en una noche de San Juan, y ellas se habían alejado del resto del grupo, y observaban las estrellas en silencio hasta que Gala, el personaje de Amelia, le confesaba que la veía como algo más que una amiga. Y las palabras con las que Gala se declaraba eran tan bonitas que Lucía no sabía responderle con palabras, así que simplemente, la besa.

Era una escena corta, pero era preciosa. Simplemente preciosa. De esas escenas de películas que le encantaban a Luisita, que soñaba con vivir alguna vez. Ya no creía que fuera vivirlo alguna vez en su propia piel, así que se conformaba con verlas en la ficción. Aun así, una no deja de soñar sólo porque se diga una y otra vez que es lo más racional. Porque el corazón y la razón solían llevarse fatal, sobre todo en Luisita.

Amor de película (y otras mentiras)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora