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Llevaba despierta un buen rato, o quizás es que no había dormido en toda la noche.

Después de aquellos orgasmos que fueron sin duda el mejor sexo de su vida, simplemente se quedaron toda la noche sin poder quitarse las manos de encima. Bien sólo besándose despacio o bien desatando la lujuria.

En realidad, ella y Amelia se habían despertado a la vez hacía rato, pero tras compartir otro orgasmo con los ojos prácticamente cerrados, la ojimiel volvió a caer dormida abrazada de lado a la rubia con su cabeza en el pecho de Luisita, mientras esta le acariciaba la espalda ambas desnudas.

Luisita ya había aprendido eso de Amelia, que le encantaba que recorriera con su dedo su columna vertebral hasta quedar dormida de nuevo mientras dibujaba pequeñas lunas. Nunca se lo había dicho pero Luisita lo sabía, porque Amelia era más de expresar con la mirada que con las palabras, al igual que Luisita sabía que la ojimiel estaba tan enamorada de ella como lo estaba la rubia.

Era arriesgado pensar eso, era todo un suicidio para su corazón, pero es que no le cabía ninguna duda. Por su forma de mirarla, de cuidarla, y de hacerle el amor. Porque sí, tuvieron la noche de sexo más excitante de su vida, pero aun así, Luisita sabía que habían hecho el amor. Jamás pensó que era posible combinar ambas cosas, sexo salvaje y todos aquellos sentimientos, pero quizás sólo era cuestión de encontrar a la persona indicada.

Sí, era arriesgado tener esa seguridad de que sus sentimientos eran completamente correspondidos, pero el riesgo merecía la pena. Pondría la mano en el fuego por ella.

Un ruido en la mesita de noche de Amelia llamó su atención.

– Amelia, te están llamando.

Pero la ojimiel sólo bufó y se acurrucó más en ella.

– Ignóralo.

La vibración paró, pero no pasó ni un minuto cuando el teléfono de Amelia volvió a molestarlas.

– Siguen llamándote, parece importante.

– Es domingo. – gruñó sin ninguna intención de moverse, aunque Luisita si pudo ver el nombre que iluminaba la pantalla.

– Es una tal Lourdes Ordoñez.

En cuanto lo dijo, los ojos de Amelia se abrieron de par en par y se incorporó rápidamente para cogerlo, y Luisita la imitó sentándose frente a ella. Amelia miró la pantalla unos segundos y la rubia podría jurar que estaba nerviosa, confirmándolo cuando la ojimiel levantó la vista.

– Es mi representante.

Con eso Luisita entendió que aquella llamada significaba una respuesta definitiva, pero a Amelia no le dio tiempo de descolgar, porque la llamada había vuelto a terminar antes de tiempo. Sin embargo, antes de que Amelia pudiera llamarla de vuelta, su representante le había dejado un audio de voz.

Amelia volvió a mirar a Luisita que la miraba con una sonrisa transmitiéndole confianza y ella cogió aire, dejándolo salir con fuerzas antes de llevarse el teléfono al oído.

Escuchó el audio sin apartar la mirada de Luisita, y la rubia pudo ver cómo aquellos ojos miel se iban empañando por momentos hasta que apartó el teléfono.

– Dime por favor que son de alegría.

Y entonces, Amelia asintió y sonrió, sin reprimir una lágrima. Luisita pegó un pequeño grito y se abalanzó sobre la ojimiel haciendo que Amelia cayera de espaldas y riera dejando salir toda la tensión de su cuerpo.

– Lo he conseguido. – murmuró incrédula haciendo que Luisita se alejara un poco para mirarla.

– Estoy tan orgullosa de ti.

Amor de película (y otras mentiras)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora