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Su vida estaba empezando a acostumbrarse a incluir a Amelia dentro de su rutina y se veían mucho más a menudo de lo que pensaba que lo harían cuando empezaron todo aquello. Fuera lo que fuese que era "aquello".

Su relación con Amelia era muy diferente a todo lo que había tenido hasta la fecha, con menos presión, más diversión y sobre todo, menos miedo al abandono. Menos miedo a no ser la novia perfecta, a no ser suficiente. Con Amelia podía ser simplemente ella misma, dos amigas que se llevaban muy bien y que a veces, muchas veces, se excitaban mutuamente hasta acabar desnudas en la cama. Sin embargo, no podía seguir negándose a sí misma que, cada vez se sentía mejor a su lado, su corazón latía fuerte cuando le sonreía y que la ojimiel ocupaba la mayoría de sus pensamientos. Aun así, no pensaba alarmarse ni montarse sus propias películas. Sabía lo que había con Amelia y pensaba disfrutar de cada minuto de lo que durara aquello.

Por mucho que le gustara pasar tiempo con ella, tampoco quería olvidar al resto de sus amigas como había hecho siempre que tenía pareja, que su mundo giraba entorno a ella y se convertía el centro de su mundo. Así que, se dirigía hacia a cafetería donde había quedado con Marina, aunque cuando llegó, su amiga no estaba sentada, sino que estaba fuera hablando por teléfono mientras la esperaba.

Luisita se acercó a ella mientras Marina estaba de espaldas, sin darse cuenta de que la rubia ya se encontraba ahí, y a Luisita le fue imposible no escuchar a su amiga.

– Tranquila, ya verás como lo solucionáis. Es normal que Alejandra esté mal si te ve así de rallada y distante, pero lo que tienes que hacer es hablar con ella de una vez y contarle todo lo que te está pasando por dentro.

La rubia frunció el ceño confusa por la conversación, sin embargo, no paró sus pasos hasta escuchar sus siguientes palabras.

– No, con Luisita no tienes nada que hablar. Ella no se puede enterar de esto.

Hubo un silencio mientras la otra persona contestaba y Luisita sentía que el pulso se le aceleraba.

– ¿Que por qué? Esther, porque ahora ella es más feliz de lo que lo ha sido en mucho tiempo y lo sabes. Lo último que necesita es saber que crees que aun la quieres.

– ¿Qué?

La voz de Luisita salió sola, aguda, casi en un susurro, pero fue lo suficiente como para que Marina se girara.

– Te tengo que dejar. – dijo rápidamente antes de colgar.

Pero Luisita la miró unos segundos sintiendo cómo su mundo se pausaba y todo porque, quizás, su exnovia aún seguía queriéndola. Esa chica con la que estuvo tres años, compartió su rutina, su día a día, su vida. La chica con la que pensó que había encontrado el amor verdadero. La chica que lloraba al mismo tiempo que le decía que sus sentimientos habían cambiado. La misma que había tenido que ver durante meses enrollarse con una de sus amigas en sus narices y con lo que había tenido que aprender a vivir.

Ahora, que Luisita había aceptado que el amor no siempre es recíproco, ni es como en las películas, ni dura para siempre. Ahora, que había aprendido a sonreír viéndola avanzar mientras ella seguía sin encontrar respuestas. Ahora, que había dejado de culparse por sus fracasos amorosos. Ahora, que había encontrado a otra persona con la que no sólo sonreía, sino que también reía a carcajadas.

Ahora, justo ahora. Que era feliz de nuevo.

– Luisita...

La voz de Marina la sacó de sus pensamientos, pero sólo consiguió que Luisita se diera la vuelta y caminara alejándose de ella.

– ¡Luisita, espera!

Aceleró el paso, pero aun así, Marina la alcanzó agarrándola del brazo, haciendo que Luisita se diera la vuelta para mirarla de nuevo con los ojos empañados de pura impotencia.

Amor de película (y otras mentiras)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora